Se ha dicho muchas veces que el kirchnerismo
se metió en conflictos “innecesarios” desde el punto de vista político, o que
estando ya en ellos por fuerza de las circunstancias, no supo como salir a
tiempo o sencillamente no quiso, redoblando la apuesta en todos los casos. Y
que de ese modo dilapidó energías y capital político (y por supuesto electoral)
que podría haber conservado o ampliado, con otra estrategia política.
Se suele mencionar como ejemplos al
conflicto con las patronales agrarias por las retenciones móviles, la pelea con
Clarín que llevó a la ley de medios y la investigación de Papel Prensa, la
disputa con los fondos buitres que no ingresaron a los canjes de deuda y en los
últimos tramos, el enfrentamiento con los sectores medios que querían comprar
dólares y protestaban contra el “cepo” cambiario, y con una parte del
sindicalismo (y más importante, con los trabajadores representados por ella)
por el cobro de Ganancias.
Podríamos decir como acotación preliminar
que fueron precisamente esos conflictos los que terminaron de constituir al
kirchnerismo como sujeto con identidad política propia, y anclaje social que
aun hoy subsiste, pero no es ese el punto de la reflexión, sino determinar
hasta que punto esos conflictos fueron -como se dice- “innecesarios”, o por el
contrario, en que medida subyacen en el contexto político y social del país; y
cualquier gobierno futuro (sea o no kirchnerista) deberá lidiar con ellos.
En particular nos interesan en este análisis
aquellas disputas que pusieron al kirchnerismo a confrontar con un sujeto
social relevante, más que con determinados actores políticos o corporativos;
porque cuando desde la política se dice que una pelea es “innecesaria”, es
porque se la mide desde el costo electoral que trae aparejada.
Por poner un ejemplo, la disputa contra los
fondos buitres en defensa de los canjes de deuda y la política de
desendeudamiento tiene hoy -en tiempos de mega-endeudamiento que nos pone de
nuevo a las puertas de otro default- más vigencia conceptual que nunca, pero no
puede afirmarse que los hold outs hayan conseguido alinear detrás de su
extorsión a una parte importante de la sociedad argentina.
En el caso del conflicto con Clarín y buena
parte de los medios del país, se replicaba en el país un fenómeno que es común
a todas las democracias en la moderna sociedad de masas, y que se manifiesta
con particular crudeza en América Latina; más que una excepcionalidad
argentina. Y si bien los medios (acá Clarín y todos los que orbitan en torno
suyo) marcan agenda e inciden en la disputa y el debate políticos, lo hacen más
decisivamente sobre los actores del sistema institucional a los que les marcan
la cancha en defensa de sus intereses, que sobre las audiencias, en las que en
todo caso impactan sobre un sistema de creencias preexistente.
El conflicto con Moyano, la CGT y buena
parte del sindicalismo por Ganancias se inscribió, a su vez, en un contexto más
amplio en un doble sentido: por un lado la discusión sobre un sistema
tributario más progresivo que el kirchnerismo soslayó (aunque haya adoptado
reformas parciales en esa dirección), y las complejas relaciones del
sindicalismo tradicional con un gobierno peronista.
Lo que nos deja entonces a los fines de éste
análisis con el conflicto con el campo allá por el 2008, y la pelea con los
caceroleros urbanos de clase media que ganaron la calle a partir del 2012, con
el “cepo” cambiario como disparador de las protestas.
Si bien es posible afirmar que en ambos
casos el sujeto social que acompañaba la protesta (en el caso del conflicto por
las retenciones) o la protagonizaba directamente (en los cacerolazos) era a
grandes rasgos el mismo, lo que sí tuvieron claramente en común es que los
reclamos que en esos casos se dirigían contra el Estado lograron en su momento
sumar el apoyo de muchos cuyos intereses objetivos no estaban precisamente del
lado en el que se colocaron: personas comunes sin más tierra que una maceta en
el balcón de su casa abogando por la derogación de las retenciones móviles, o
quienes no tenían capacidad de ahorro para comprar dólares, protestando por las
restricciones para hacerlo. Precisamente esa característica es la que le da
interés a amos conflictos para el análisis.
Como mucho mas interés les da lo que estaba
en juego en cada caso: la disputa por la captación de la renta agraria
diferencial, y por la administración de la restricción externa; dos rasgos
estructurales de nuestra estructura productiva, que en el presente económico
del país y en su futuro, tienen más influencia que nunca
Si se señala que en ambos casos, el
transcurso del tiempo y los hechos sucedidos desde que cada conflicto ocurrió
terminaron validando -en nuestra opinión- las posturas del kirchnerismo, no
debe entenderse como una lectura acrítica del modo en que condujo ambos conflictos,
ni siquiera de la validez de los instrumentos específicos que utilizó para
hacerlo, fueren las retenciones móviles o el “cepo” cambiario.
Se trata de reivindicar conceptualmente (a
la luz de los acontecimientos actuales) la necesidad imprescindible de la
intervención del Estado para captar parte de la renta agraria diferencial y
desacoplar los precios internos de los internacionales en el caso de los
artículos de consumo masivo de primera necesidad de la canasta familiar
(“garantizar la mesa de los argentinos”), en un caso, y su potestad de
administrar la escasez de divisas en función de las prioridades del país, y de
un modelo de desarrollo productivo integrado, en el otro.
Este señalamiento nos parece imprescindible
en momentos en que resulta obvio que el poder real del país comienza a percibir
que el ciclo de Macri está agotado, y ensaya una salida de la crisis a través
de una alternativa no traumática para sus intereses con la reaparición de
Massa, y el armado de un “peronismo racional” a su medida; sustentados
conceptualmente sobre la falsa idea de “gobernar para todos”, evitando
“conflictos innecesarios”.
El futuro gobierno, sea del signo que sea, deberá
lidiar con ambos problemas (la renta agraria diferencial y la restricción
externa), drásticamente agravados por las políticas de Macri, y deberá tomar
medidas que -inevitablemente- lesionarán intereses, y esos intereses
reaccionarán, presionando con todo su peso específico. Creer lo contrario es
ser iluso, o algo peor: cómplice de esos mismos intereses; aunque se lo quiera
ocultar diciendo que se tratará de gobernar “evitando conflictos innecesarios”.
Este es uno de los análisis políticos más lúcidos que he leído en mucho tiempo... Impresionante claridad.
ResponderEliminarBueno, supongo que lo que hace al núcleo, más conceptual que duro, del kirchnerismo es que esos conflictos, darlos, meterse en ellos, eran NECESARIOS y que no se restringían solamente a una mirada "peronista" (no, era y es mucho más amplia ka cosa) sino sobre tener o no tener un país autónomo y, básico, propio. Esta cuestión concvierte al hecho de ser "peronista" en un dilema, ahí sí, innecesario tirando a ridículo. Entre la basura del virreinato y que te digan "peronista" o "kirchnerista".... cuál es el problema?
ResponderEliminarGobernar sin conflictos no es posible ni en una sociedad de fomento. Porque gobernar es justamente eso, intervenir en los conflictos. El tema es de que lado te parás.
ResponderEliminar