Después del discurso grabado de Macri ayer,
poco podía esperarse de los anuncios de Dujovne, y poco dejaron. En todo caso,
la ratificación de un rumbo económico que está llevando al país al abismo de
una crisis sin salida a la vista, y la ratificación también de las alianzas que sostienen el
experimento “Cambiemos”, más allá del humo en torno al retorno de las retenciones.
Las medidas que
ayer anunció el ministro (que viene de un fin de semana en el que renunció tres
veces, y en esas condiciones deberá viajar a renegociar el stand by con el FMI)
tienen una lógica que se explica por el contexto político y el creciente
aislamiento del gobierno respecto a la realidad nacional; tanto como al errado
diagnóstico que insisten en hacer de las causas de la crisis: no se anunció ni
una sola decisión cercana a abordar el grave problema de la restricción externa y
la crisis de la cuenta corriente de la balanza de pagos, ni siquiera a espantar
los fantasmas del default. Tampoco se anunciaron medidas para combatir la
inflación (como desdolarizar tarifas o los precios de los combustibles), más
allá de la referencia a “Precios Cuidados”.
“Cepo” o alguna
forma de restricción al acceso ilimitado a divisas cada vez más limitadas,
controles a la entrada y -sobre todo- salida de capitales y fijación de plazos
perentorios obligatorios a los exportadores para liquidar las divisas son las
medidas elementales que la situación aconseja; pero que no fueron anunciadas
ayer ni serán adoptadas -acaso nunca- por un gobierno que nos dice (por boca
del propio presidente) que el marco externo nos complicó y estamos vulnerables
a cualquier shock que venga de afuera; sin aclararnos que esa vulnerabilidad la
crearon ellos, desde el primer día de gobierno, con sus decisiones, y no
piensan revertirlas.
Las cifras y
proyecciones que dio ayer Dujovne en la conferencia (incluyendo las que se
filtraron de un documento oficial sobre la inflación y la caída del PBI
esperadas para éste año) son poco menos que pronósticos de augures, viniendo de
un gobierno que proyectó un presupuesto para este año con un dólar a $ 19,30
(menos de la mitad valor al que ya llegó), una inflación del 10 % (ayer el ministro
reconoció que será más del cuádruple de eso, por lo menos) y un crecimiento del
PBI del 3,5 % que se convirtió en una caída brutal. No se puede creer en la
palabra devaluada, de un gobierno devaluado, con un presidente devaluado: si la
idea era disipar la desconfianza, no estuvieron ni cerca de lograrlo.
Los anuncios sobre
cambios en las retenciones se dieron en las peores condiciones posibles:
confirmando la baja en las de la soja, con un “impuesto a las exportaciones”
tasado en una suma fija de pesos por cada dólar que irá licuándose al compás de
la devaluación (de hecho, es una incitación a seguir alentándola para licuar la
nueva carga fiscal), con una diferencia irrelevante entre exportaciones industriales
o de productos primarios; profundizando así el sesgo reprimarizador de la
economía, y las alianzas más importantes del gobierno, junto con los bancos: el
sector agropecuario y los grandes grupos exportadores del complejo agrario, aunque algunos de ellos (en su angurria infinita) hoy ensayen pucheros.
Y como si todo eso
fuera poco, el anuncio viene flojito de papeles: vencidas en 2010 las
facultades delegadas (por la negativa a prorrogárselas a Cristina de quienes hoy son
oficialistas: más info, acá), fulminado por la Corte Suprema en el fallo “Camaronera
Patagónica” de 2014 el artículo 755 del Código Aduanero que delegaba en el
Ejecutivo la facultad de fijar las alícuotas de las retenciones, vencida en
diciembre pasado (porque el gobierno se negó a prorrogarla) la ley de emergencia
económica y administrativa, y con la prohibición constitucional de dictar DNU’s
en materia tributaria, no hay modo que los cambios en los derechos de
exportación (que entrarían a regir para el año que viene, recién) no pasen por
el filtro del Congreso; salvedad que hay que hacer porque ayer el presidente
(extraviado como está) cargó responsabilidades por la crisis en la oposición,
aun la conceptuada por su propio gobierno como “racional”, que lo acompañó en
las decisiones más importantes de su gobierno.
Sostenido por el
gobierno -contra todo dato de la realidad- que el problema central es el
déficit fiscal en pesos, los anuncios de nuevos ajustes eran de manual, pero
conocidos que fueron no hacen más que afirmar la presunción de que la recesión
será más profunda de lo esperado, y llegó para quedarse: una baja sustancial de
la inversión del Estado nacional en los gastos de capital que afectará la obra
pública (y por ende a la mano de obra y las industrias asociadas a la misma), y
una brutal restricción del gasto de ese mismo Estado en salarios (que
representan en sus cuentas un 11 %, menos que el pago de los servicios de la
deuda), que solo será posible con congelamiento salarial (que obrará así como
testigo para las paritarias del sector privado) y despidos masivos: el anticipo
de un DNU sumando 10.000 más a los ya conocidos que filtró Roberto Navarro pasa así
a cobrar gran verosimilitud.
La transferencia a las provincias de la responsabilidad de sostener los subsidios al
transporte supone -en la práctica- su eliminación, y más aumentos del boleto de colectivo; y los cambios en el
organigrama ministerial ni siquiera merecen comentarse porque son solo la cobertura
institucional al desguace real de las áreas del Estado que están por debajo de
los funcionarios “degradados”, y parecen diseñados por gente que no solo no tiene
idea de lo público, sino que lo odia profundamente o solo lo utiliza como vehículo de sus negocios.
Pruebas al canto: el acto póstumo del hoy extinto ministro de Salud fue firmar el cuarto aumento del año a las prepagas el jueves pasado, y el de su ex colega de Agroindustria Etchevehere, cerrar con fecha del viernes (publicado ayer) el registro de exportadores, luego de haberles dado a las 9 empresas más grandes del sector granario y oleginoso (con AGD, la empresa del presidente de la UIA, a la cabeza) una "ventana" de varios días para registrar operaciones, y ahorrarse de pagar no menos de 2000 millones de pesos en derechos de exportación.
En
ese contexto, todas las medidas que el gobierno anunció ayer y las que ya venía
tomando no hacen sino apagar uno a uno los motores de la demanda agregada,
profundizando la recesión y sus efectos sociales en el empleo, los salarios y
los indicadores de pobreza y desigualdad. El propio “impuesto a la
exportación”, por su diseño, podría terminar siendo un incentivo fiscal para
retener ventas, esperando la aceleración de la devaluación.
Los discursos de
Macri y Dujovne llegaron después de un ajetreado fin de semana, con un bizarro
carnaval de nombres, cargos y trascendidos que llegaban de Olivos, que
terminaron en nada, o no: terminaron en que a un presidente con el boleto
picado gente como Prat Gay o Melconián le rechazó ofrecimientos para subirse al
fracaso, poniéndole condiciones para que les dijeran que no. El mismo día que
el presidente y el ministro hablaban “con el corazón”, Caputo, el presidente
del Banco Central, lo hacía pensando en el bolsillo de los fugadores de
capitales, volviendo a rematar sobre el filo de la rueda cambiaria a precio
menor al del mercado, las reservas del Banco Central.
Con una larga y
prolongada recesión por delante como panorama implícitamente admitido por el
propio gobierno, con la crisis externa sin resolver y el default ad portas ,
con una coalición oficialista sin posibilidades de hablarle a alguien más que
el núcleo duro de votantes propios (muchos de los cuáles los están puteando en
todos los idiomas) y lista a agrietarse en la próxima aceleración de la crisis,
con un gobierno aislado que corta puentes con la oposición “racional”
endilgándole responsabilidades a solo días de necesitar sus votos en el
Congreso para aprobar el presupuesto, con ajustazo incluido.
Mientras, sigue sin
reconocerle legitimación política y social a la principal y real oposición: el
presidente llamó a “enfrentar a los que resisten y se quejan”, en uno de los
tramos más penosos de un discurso penoso; cuando los apoyos externos que espera
obtener (del FMI, de los Estados Unidos) son más dudosos que ciertos, y
condicionados a mayores exigencias draconiananas que generarán previsiblemente
más resistencia social. El panorama es cada vez más oscuro; y en esa oscuridad
Macri está perdido, desconectado de lo que está pasando en el país.
El proceso político
que encabeza está irremediablemente agotado y el país se asoma a una crisis de
imprevisibles proporciones en lo político (en lo económico y social ya está
zambullido de pleno en ella) e institucional, de la que lo único que se puede
esperar es que sea resuelta en los mejores términos democráticos posibles, y
sin costos en vidas fruto de la represión.
Ayer mataron un pibe en un supermercado en Chaco. Ya empezó el único camino que tiene Macri para mantenerse en el gobierno:represión y muertes. El Coló.
ResponderEliminar