martes, 6 de noviembre de 2018

LAS PROPIEDADES HÚMEDAS DEL AGUA


La inflación, el nivel de los salarios, la merma en consumos básicos, el nivel de las tarifas, llegar a fin de mes, el miedo a perder el empleo, figuran entre las principales preocupaciones de la gente; relegando por mucho a otras cuestiones que ocupan la agenda de los medios, como la corrupción.

Crece el pesimismo por el futuro personal y familiar, y se avizora que la economía, lejos de mejorar, empeorará; o en el mejor de los casos permanecerá estancada y sin generar mayores oportunidades de empleo, o recomposición en el poder adquisitivo de los salarios.

Caen en forma persistente la imagen de Macri y de su gobierno, y la gobernadora Vidal también se ve arrastrada en el mismo proceso, a punto tal que no marcaría una diferencia sustancial si fuera ella la candidata del oficialismo en las elecciones del año que viene.

Aumenta el descontento de los sectores populares con Macri y su gobierno, al tiempo que crece la desconfianza del “círculo rojo” en su capacidad para superar la crisis, mientras Cristina se perfila cada vez con más nitidez no ya como la principal figura opositora, sino la única en condiciones de enfrentar electoralmente al oficialismo, y vencerlo.

Esas percepciones sociales, que cualquiera puede comprobar a diario y que ahora “blanquean” algunos sondeos y estudios de opinión (en especial sobre el rumbo económico), coinciden además con lo que dicen otras fuentes insospechadas de kirchnerismo, como el FMI, el grueso de los consultores de la city e -implícitamente- hasta el propio gobierno; que ya no promete luces al final del túnel ni segundos semestre hasta más allá del vencimiento del mandato de Macri. Se discute (o se oculta, en todo caso) la profundidad y extensión de la crisis, pero no que llegó para quedarse.

Obviedades todas que no requerirían de ninguna encuesta para ser constatadas, pero que sin embargo se nos presentan por estos días como hallazgos de las consultoras y encuestadores; y las condiciones en las que se viene dando en el país la disputa política nos hacen ignorarlas, o pretenden que lo hagamos; para dar lugar a las alquimias, como el candidato imaginario del peronismo imposible: el que le guste al régimen porque les brinda garantía de continuidad del modelo, y al mismo tiempo sea votado por amplias franjas de la población, que hoy lo rechazan de plano, porque padecen sus efectos.

El mito de la infalibilidad de Durán Barba para auscultar el pulso de la sociedad y sacar ininterrumpidamente conejos de la galera, e inducir el voto por factores emocionales (que existe, claro) prescindiendo de toda consideración sobre las condiciones materiales objetivas de existencia y su empeoramiento creciente bajo el gobierno de “Cambiemos”, va de la mano con la creencia en la infalible maquinaria comunicacional oficialista; capaz de fijar siempre las condiciones del debate y la disputa política, y de sacar provecho incluso de los mocos de Macri, Michetti o cualquier funcionario del gobierno.

Sin desconocerles méritos -que los tienen- esas infalibilidades terminan siendo alimentadas por nosotros mismos al convalidar sus estrategias, prendiéndonos en discusiones inconducentes que nos plantean todo el tiempo: el uso libre de armas, la expulsión de los extranjeros indeseables, los incidentes en las marchas y protestas.
Además de evitar la torpeza de caer fácilmente en esas celadas, también hay que esforzarse por vencer al pesimismo derrotista que condiciona la militancia y la praxis política, y los esfuerzos por construir una alternativa electoral viable, partiendo de los datos objetivos de la realidad, el peso específico de los votos y las concretas referencias sociales opositoras.

Un clima de derrota cantada en el que no pocos compañeros entran, y cuando uno intenta disuadirlos lo tildan de voluntarista; olvidando que en política (como en todo en la vida), con la voluntad sola no alcanza, pero sin ella no se llega a nada; y si el resultado de las elecciones del año que viene ya está puesto hagamos lo que hagamos, mejor no hacer nada, y listo. 

Que es justo lo que quiere el macrismo, así como al infiltrar las marchas para reprimir y desacreditar los reclamos, lo que quiere es que no marchemos, para poder decir que hay consensos sociales tácitos en torno a sus políticas.

Es cierto que la derecha ha demostrado que aprendió a moverse en democracia (lo que no significa que sea democrática) y puede ganar elecciones, pero le falta demostrar aun que puede hacerlo después de gobernar para pocos, y aplicando a fondo su mismo programa de siempre. De nosotros depende que no pueda.

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