viernes, 30 de agosto de 2019

ESTA PELÍCULA YA LA VIMOS


Parece difícil de creer, y cuando en unos años lo contemos, muchos van a pensar que estamos fabulando, pero está pasando de nuevo: como en esos videos que terminan y vuelven a empezar, otro gobierno radical (antiperonista, si quieren) incendió el país, y cuando se duda de que pueda concluir su mandato, le echa la culpa a la oposición; es decir, al peronismo.

Alguna reflexión sobre este destino aparentemente ineludible tenemos que extraer los argentinos, para tratar de que nunca más nos vuelva a pasar. Porque no se trata simplemente de no votarlos más, y listo; cosa que además está visto, no sucede: hay amplios sectores de nuestra sociedad con una irrefrenable pulsión por el suicidio político, social y económico.  

Porque acá no se trata simplemente del comportamiento caprichoso de un heredero vago y consentido que aplica a su gobierno el modelo del "niño yo no fui" que mamó desde chico, para eludir sus responsabilidades: la fuga de las responsabilidades propias, la falta de la más mínima capacidad de autocrítica (esa que nos piden siempre a nosotros) y el desplazamiento de las culpas en los demás es el modus operandi compartido de todos los que terminaron confluyendo en "Cambiemos". 

De hecho, los radicales pueden dar cátedra sobre el tema, y de su origen en la UCR lo mamó Carrió, o sea que en esto no hay fisuras al interior del oficialismo: todos se respaldan, hombro con hombro, en el discurso alienado del "nosotros hicimos todo bien, el infierno son los otros, que no nos quieren porque somos puros, honestos, decentes y combatimos las mafias".

Pero lo peor, es que cuentan en la cruzada con el apoyo de (números más, números menos) un tercio de la sociedad argentina, que vive recluida en cavernas mentales a las que no llegan ni la luz, ni el sol, ni el aire: son impenetrables a la realidad. Y estarán los próximos ¿10, 20? años, historiando esta época como una oportunidad perdida para "construir un país decente para nuestros hijos", o paparruchadas por el estilo.

Macri llegó al gobierno en el 2015 por el voto popular (largo anhelo de nuestra derecha vernácula, por fin concretado y con uno de los suyos), al frente de una amplia coalición que iba más allá de los límites formales de "Cambiemos": el mundo de las finanzas nacionales e internacionales, los grandes grupos económicos, los medios de comunicación hegemónicos, las  agencias punitivas y represivas del Estado, el aparato judicial y de inteligencia, el apoyo de los Estados Unidos a cambio del alineamiento con sus objetivos estratégicos para la región, y cuando la crisis detonó, un colosal salvataje financiero del FMI: se les alinearon todos los planetas, e igual terminaron chocando la calesita.

Por si todo eso fuera poco, durante buena parte de su gestión contaron con el apoyo decisivo de amplios sectores del peronismo (incluidos casi todos los gobernadores, a los que ahora acusan de extorsionarlos), y con la pasividad de la peor conducción de la CGT de la historia. Con todo eso a favor, resulta que ahora se derrumban por un comunicado de prensa de Alberto Fernández o (peor aun) por el silencio de Cristina.

Pusieron en marcha el mismo modelo de valorización financiera y fuga de capitales que ha fracasado en el país cada vez que se ensayó, y lo profundizaron hasta sus últimas consecuencias, no obstante todas las advertencias que se les hicieron al respecto (ya desde el 2015 y la "campaña del miedo"), que eligieron sistemática y deliberadamente desoír. Y ahora que ese modelo colapsó por su propia dinámica, sin la presencia de factores externos, la culpa es de la oposición; que tiene que ayudarlos a sostenerlo a como de lugar y con respirador artificial, hasta el final del mandato de Macri.

Asistimos al fracaso total del proyecto que algunos vieron y nunca fue: el de la "brutal eficacia de la nueva derecha moderna y democrática". Dijimos varias veces acá que el macrismo no era más que el saqueo organizado como modelo de acumulación capitalista, y la estigmatización y persecución policial y judicial de toda forma de resistencia social y política, para forzar a toda la sociedad a aceptar resignada la pérdida de derechos; como único plan político. 

No tuvieron nunca otro plan que ese, y hoy está a la vista más que nunca: no están agitando el fantasma del golpismo opositor porque crean que de ese modo pueden revertir el resultado de las PASO y ganar las elecciones para mantenerse en el poder. Nadie en su sano juicio (lo cual excluye al núcleo duro de sus votantes) puede pensar eso; por la simple y sencilla razón de que cuanto más grandes sean el caos y la incertidumbre en una sociedad, menos piensa ésta en salir de ellos votando a los que lo causaron. Las PASO ya probaron que eso no es así, y si siguen por este camino la derrota será catastrófica, de proporciones históricas.

Es posible que algunos de ellos (Carrió, los radicales) estén construyendo hoy una justificación histórica a futuro de su enésismo fracaso, para poder volver, y hacen bien: si antes les dio resultado, porque la sociedad los indultó y los volvió a votar, ¿por qué no hacerlo de nuevo? Son una parte de los argentinos los que tienen que madurar, no ellos; que ya están de vuelta y en el ocaso.

Sin embargo, tenemos la sospecha de que las razones reales son más prosaicas: como el tero que pega el grito en un lado para ocultar el otro en el que tiene los huevos, lo que está haciendo el macrismo en desbandada denunciando que son víctimas de un golpe opositor, es querer comprometer a la oposición que en breve será gobierno en la continuidad del saqueo; para terminar de fugar lo que aun les falta. De allí la insistencia en comprometerlo explícitamente a Alberto Fernández en la continuidad del acuerdo con el FMI, exigiéndole que reclamo el desembolso de los 5421 millones de dólares pendientes antes del cambio de gobierno.

En la misma estaba (por sus propias razones, vinculadas a la conservación de sus cabezas sobre sus cuellos) la burocracia del propio FMI, cuando con buen criterio el candidato del FDT pegó el portazo y llamó a las cosas por su nombre, con el famoso comunicado al que ahora le atribuyen todos los males. En la huida final de la banda de salteadores nocturnos que nos gobierna, no hay mucho más que eso: quieren asegurarse los restos del botín.

Preferimos creer (solo eso, creer, sin evidencias ni certezas) que no están tirando de la soga más de lo razonable, para generar una reacción que les justifique irse reprimiendo, como en el 2001. Esperamos que al menos nos ahorren ese tramo doloroso de la misma película de siempre; porque hasta el Megacanje intentan repetir. Mientras tanto, la oposición triunfante y su candidato deben cortar de inmediato todo contacto con el gobierno porque resulta tóxico, y seguir buscando establecer vínculos con la sociedad que le confió su voto, y a la que tendrá que gobernar en breve para sacarla del desastre en el que la ha sumido el macrismo. 

Hay que garantizar que en el país se vote y la gente elija, y que estos tipos lleguen al final de su mandato, incluso aunque no quieran. No les demos la coartada de victimizarse, ni les permitamos que quieran erosionar la legitimidad del próximo gobierno; como hizo Menem al bajarse del balotaje contra Néstor en el 2003, o como están haciendo ellos ahora, al denunciar primero fraude, y luego golpe. Nadie dice que sea fácil, pero no hay otro camino. Tuits relacionados: 

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