Con diferencia de días se conocieron esta semana el listado de causas que comprometen a Macri en la justicia por los negociados que han hecho él y su familia, socios y testaferros desde que llegó a la presidencia (ver al respecto acá), la preocupación que esbozó Marcelo Mindlin (el empresario favorito del poder) ante Alberto Fernández por tener que ir preso en un futuro gobierno suyo, la escandalosa operación de copamiento de Vialidad Nacional por ex directivos, gerentes y empleados de SOCMA para perpetrar el negociado de los peajes (ver al respecto acá), las declaraciones juradas del presidente (risible por donde se la mire) y sus funcionarios, prósperos en medio de la crisis; y finalmente, las estadísticas oficiales y de la CEPAL que marcan el deterioro pronunciado de los salarios de los trabajadores registrados, y el crecimiento exponencial de la indigencia en el país, en solo un año.
Datos y hechos que pueden parecer inconexos entre sí, pero que guardan todos íntima relación; en tanto exponen el modus operandi de un modelo económico y social que despliega sus devastadores efectos sobre el país y la inmensa mayoría de los argentinos, mientras sus ejecutores sacan provecho de los estropicios que causan, en más de un sentido.
Sería sin embargo un error poner el foco en la corrupción del régimen macrista (que existe, es generalizada, sistemática y organizada desde el centro mismo del poder institucional) para definir su esencia, que está dada en cambio por el tipo de modelo de exclusión que puso en marcha, y el núcleo de los poderosos sectores cuyos intereses -también de modo excluyente, a menos que uno sea tan zonzo de creer en el "derrame"- tutela ese modelo. Un error que el progresismo cometió en los años del menemato,y lo llevó a articular con el radicalismo conservador (la casi totalidad de la UCR) la fallida Alianza que terminó en el desastre del gobierno de De La Rúa.
Es decir, aunque el gobierno de Macri y Macri mismo fueran (como presumen)) honestísimos, intachables y verdaderos cruzados empeñados en una lucha sin cuartel contra la corrupción (como prefieren creer, o hacer que creen, muchos de sus votantes), ello no los exculparía de los desastrosos efectos que vienen descargando con sus políticas sobre la gran mayoría de los argentinos, en estos cuatro años. De allí que en la impugnación política al régimen, y en la construcción de un proyecto alternativo de la crisis que generó, sea en esos efectos donde haya que poner el foco de atención.
Sin embargo, no deja de llamar la atención la coexistencia de ese aparato del latrocinio organizado de guante blanco (y a veces no tanto, porque se notan los garfios, como en el caso de los peajes), de gente ávida y desesperada por hacer negocios a como de lugar, con las pretensiones refundacionales del país, con apelaciones al largo plazo, y una presunta mirada con perspectiva histórica; o la sedicente confianza en el triunfo electoral: reelegimos seguro, pero por las dudas cerremos todos los negocios antes de diciembre, sería la consigna no explícita de esta campaña electoral.
El grupo de CEO's que accedió al poder con el respaldo del voto popular en el 2015 podrán ser, dentro dentro de la clase dominante, los herederos vagos y menospreciados con tiempo libre y discurso meritocrático que asumieron la responsabilidad que otros desdeñaron; pero no por eso dejan de actuar con eficiencia su rol de representantes de los intereses de las clases dominantes locales, y auxiliares de las clases dominantes extranjeras; en un violento proceso de recolonización del país, que sigue la tradición nacional al respecto.
Del mismo modo, en tanto patrones, es lógico que asuman como un objetivo de primer orden la batalla contra el salario, los trabajadores, los derechos laborales y el sindicalismo. Sin embargo, aun dentro de los límites y marcos del capitalismo, pudieron optar por otra vía sin resignar ganancias extraordinarias y, habiendo producido una flexibilización de hecho por la brutal disminución de los salarios medidos en moneda dura y el alto desempleo generado explícitamente para forzar negociaciones paritarias a la baja, insisten con todo en una reforma flexibilizadora que barra con décadas de derechos laborales; aun al riesgo de poner en juego la persistencia de su hegemonía política.
Otro tanto sucede con el modelo de desarrollo que escogieron y están poniendo en marcha: aun con un modelo de desarrollo industrial, diversificado y en el que las actividades primarias y la industria se complementaran sin competir y excluirse, podrían perfectamente conservar sus privilegios y niveles de ganancias y su rol de clase dominante, pero no: optaron por hacer retroceder al país más de un siglo, para volver a tornarlo una granja colonial extractiva, productora de productos primarios sin mayor valor agregado, y suelo fértil para ser prolijamente desangrado por la valorización financiera, y la fuga de capitales.
Desde sea falta de visión de una auténtica clase dirigente (una carencia histórica de país) puede entenderse esa voracidad por la rapiña de los negocios aun cuando ya eran ricos, y con el modelo económico en curso lo serían aun más; como también lo fueron cuando en el país se intentó ensayar otros. Su vastedad de miras no excede el propio ombligo, ni los extractos de las cuentas bancarias.
Con una irrefrenable pulsión por la maldad (no en términos de crítica moral, sino de constatación política) fueron eligiendo sistemáticamente entre todas las disyuntivas que se les plateaban, siempre la peor; al punto, como dijimo, de terminar poniendo en jaque en términos electorales la propia subsistencia de su proyecto político, una vez que consiguieron acceder al poder con legitimidad de origen; algo que por décadas despreciaron (cuando tenían a la mano y disponible al partido militar), y por otras tantas buscaron en vano.
Lo que comprueba que así como se muere de hambre, también se puede morir de angurria: una vez rifada la legitimidad de origen de "su" gobierno (el de ellos, el de su clase, no el de todos los que los votaron, aunque muchos no se quieran enterar) con un espantoso ejercicio del poder (medido en términos de los intereses de las mayorías nacionales, claro está), hoy apelan a otra gran tradición de su clase, y no descartan el fraude electoral, si les fuera necesario para sostenerse en el gobierno: el poder es otra cosa, como sabemos.
Clase rentista, parasitaria, especuladora, evasora y fugadora serial y consuetudinaria, esclavista, cipaya y también ladrona, represora y asesina, si es necesario: nada bueno tienen para ofrecer, que no sea para ellos mismos y sus intereses. Solo en un contexto de profunda fractura y alienación social y colectiva de vastos sectores de la sociedad argentina pudieron haber accedido al poder por la vía democrática.
Pero aquí están, y la respuesta política del campo nacional y popular frente a eso debe ir más allá de ganar una elección, aunque esa sea la urgencia de la hora: los anticuerpos contra este verdadero cáncer del cuerpo social que es nuestra clase dirigente empresarial, debe ser profunda e integral. Porque de esa clase Macri es apenas un emergente y no precisamente el más inteligente, sino el más audaz; o el que asumió el desafío de entrar a la política formal, desde la trastienda del poder que siempre habitaron esos sectores, en todos los gobiernos.
Para eso, es necesario por supuesto tomar en cuenta los profundos cambios habidos en la sociedad post dictadura, luego agudizados por el menemismo; cambios que demandan nuevas lecturas, y respuestas políticas novedosas.
Pero además es necesario adoptar también (en caso de ganar las elecciones, y volver al gobierno), los resguardos políticos e institucionales (incluyendo la tan denostada y temida, como necesaria, reforma constitucional, cuando las circunstancias políticas y las urgencias lo permitan), que resguarden a la democracia argentina del asalto de estas larvas que extraen los fluidos vitales del cuerpo social, hasta dejarlo exánime.
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