miércoles, 4 de septiembre de 2019

CHACARERA DEL 55'


Joaquín Morales Solá es la pluma y la voz por excelencia en los medios de la oligarquía argentina, esa clase social que hace un tiempo atrás (más precisamente durante el conflicto del gobierno de Cristina con las patronales del campo) nos dijeron que ya no existía más; cuando estaba más vivita y coleando que nunca. 

Trasladado de la gráfica (donde sigue escribiendo desde la "tribuna de doctrina") a la televisión, verlo es un viaje al pasado aun más fuerte que leerlo; más precisamente a varias décadas atrás, o a los albores del primer peronismo: no hacía falta oírlo advertir sobre el riesgo que corren los ahorristas en dólares sacándolos de los bancos para llevarlos a su casa de ser asaltados por mucamas y choferes, para confirmarlo. 

Como cuando en los años 50' en los cotilleos de las familias oligarcas se transmitían de boca en boca advertencias sobre el tono y el contenido de las conversaciones que se tenían delante de la servidumbre, a la que se suponía parte de un complejo sistema de espionaje y delación montado por el gobierno de Perón, para enterarse en que andaban sus opositores. Era el tiempo en el que también se le imputaba al peronismo "haber dividido a las familias"; un cargo que el propio JMS y otros escribas y lenguareces del poder le hacen con frecuencia al kirchnerismo.

El sesgo clasista de Morales Solá es el del medio en el que escribe (La Nación, con casi 150 años de vocero de esa oligarquía en sus páginas), el mismo que el domingo pasado se asombraba del hecho de que Macri hubiera perdido por paliza en la Villa 31, pese a la gran inversión del gobierno de Larreta para urbanizar el barrio. Y es el mismo que se evidencia muy claramente en los números de las últimas elecciones, en la distribución geográfica del voto a favor y en contra del gobierno.

Ahí está la verdadera "grieta" de la que tanto se habla, y que el gobierno de Macri no hizo sino agigantar; y no solo en términos de desigualdad en la distribución del ingreso (lo que ya de por sí sería grave), sino culturalmente: entre los muchos males que debemos al macrismo,está sin dudas haber hecho aflorar a la luz pública niveles de racismo clasista que en muchos casos permanecían soterrados por otro contexto político.

Pero si miramos bien, Morales Solá está hablando más allá de los estrechos límites de su clase, o para ser más precisos, de la clase a la que presta servicios; porque esa clase no corre en general riesgos de que la mucama o el chofer le bolsiqueen los dólares que sacó del banco, porque los tiene a buen resguardo en el exterior, en países "más serios y confiables que éste"; en el que no les quedó mas remedio que vivir porque lo heredaron y les pertenece ¿viste?.

Joaquín le está hablando a la clase media que ahorra en dólares o añora hacerlo y lo defiende como un derecho humano, esa clase media que armó los cacerolazos contra Cristina, y que está empezando a retirar sus ahorros del banco por temor a otro corralito, y por supuesto que lo hace en defensa de los intereses de los bancos, desde ya: por algo a su programa no le faltan sponsors, que no están allí precisamente atraídos por los altos niveles de audiencia.

Esa clase media que necesita desesperadamente "pertenecer" a otras esferas, a las que admira y envidia; y que comparte con ellas el miedo visceral a la negrada, a los de abajo, y a caer allí, con ellos, como consecuencia de las crisis, y esta no es la excepción. Esa clase media en la que prendió el virus del antiperonismo aunque en realidad y en la mayoría de los casos, es hija de la movilidad social ascendiente que el peronismo introdujo en el país; la que ve en el ascenso de la mayoría y su acceso a derechos y mejor nivel de vida una amenaza, cuando en realidad es parte de un proceso del que son las grandes beneficiarias. 

De allí que en tiempos de política democrática y cuando la clase social por la cual habla Morales Solá ya no puede apelar a los golpes de Estado para acceder al poder, el drama para el país es que hay una buena parte de la sociedad que mira la realidad con sus ojos, aunque sus intereses sean distintos, e incluso diametralmente opuestos. Al fin y al cabo, ¿qué otra cosa es el macrismo, si no la arquitectura electoral que recogió con inteligencia esa coalición social?

No debería extrañarnos si nos enterásemos que la mucama o el chofer de Morales Solá (incluso aunque le bolsiquearan los dólares del colchón o el ropero), votan igual que él, o porque le preguntan a él por quien votar, o se los ordena: ¿quién no ha visto por estos días en las redes sociales gente que dice que emplazó a sus empleados a votar a Macri, si quieren conservar el empleo?

Los otros días el inefable Natanson decía en la tele que Alberto Fernández tenía que "prestarle atención al pueblo macrista", porque el macrismo es algo más que "cuatro viejas de Recoleta", y al menos esto último es cierto, si no no hubiera llegado al gobierno en elecciones limpias. El problema es que todos los que se subieron al barco macrista, con sus más y sus menos, piensan como piensan las viejas de Recoleta, y se identifican con su idea del país; de modo que el distingo se vuelve borroso, o en términos prácticos, casi imposible de realizar.

1 comentario:

  1. Hay algo en lo que dice este delincuente social, que parece haberse escapado del análisis: se refiere a "la mucama O ALGO", "el chofer o LO QUE FUERA", y no 'la mucama o alguien', o 'el taxista o quién fuera'. Ni siquiera les confiere entidad humana, son simples objetos, cosas, que le limpian sus basura o lo llevan de un lugar a otro. Nada que sorprenda, en realidad. Es la mentalidad del estanciero, que supieron pegarle a sus servidores bien pagos, como este mal bicho, y también a los mal pagos, vulgarmente llamados sojeros de maceta, o de monoambiente alquilado.

    Gracias a dios y al pueblo, se van. Pero la pucha que tenemos por delante flor de batalla cultural, imprescindible para que no vuelvan nunca más.

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