Con más de dos décadas largas
permaneciendo en las grandes ligas de la política argentina, con mandatos
repetidos en el Congreso y dos períodos presidenciales a cuestas, a los que
llegó ganando en ambos casos la elección en primera vuelta por mayorías aplastantes,
el periodismo estrella de los medios hegemónicos, “analistas” varios de
prestigio inventado y buena parte de la propia dirigencia política se sigue
“sorprendiendo” con Cristina, y su capacidad de hacer política.
El último episodio que,
claramente, no vieron venir, pero ahora te cuentan con lujo de detalles, fue la
rosca que armó en el Senado para garantizarle a Alberto gobernabilidad y un
bloque único y amplio para trabajar sin sobresaltos, más amplio incluso que el
que ella tuvo como oficialismo en sus dos gobiernos. Seis meses atrás
sorprendió a todos con la elección de quien en menos de dos semanas será el
presidente de los argentinos.
Acaso el problema estribe en que
ninguno de ellos analice a la Cristina real, sino a la que ellos suponen que es,
o a la que quisieran que fuera: desde el “Frepasito tardío” de Asís, hasta la
larga lista de pronósticos y sentencias de muerte política irreversible que le
auguraron las plumas de las vacas sagradas del estrellato periodístico, se
podría escribir un libro con las pifiadas analíticas cometidas en torno a su
figura; como esas recopilaciones anuales que hacen Alfredo Zaiat o Mariano
Kestelboim con los papelones de los econochantas y consultores de la city,
sobre el comportamiento de la economía.
Por supuesto que nada de eso les
impedirá seguir analizando a Cristina como si nada hubiera pasado: se levantan
del piso, se sacuden la tierra de la ropa y siguen, como si no hubiera pasado
nada. Porque son parte de un dispositivo de poder al que Cristina lo jode,
siendo lo que es: un animal político con todas las letras, y el más gravitante
de la política argentina en los últimos años, por una estancia de diferencia en
relación al resto; cosa que por supuesto, jamás le reconocerán, haga lo que
haga.
Y si no remitámonos simplemente a
lo que vino pasando desde la llega de Macri al gobierno, hasta su salida, en
pocos días, de la Casa Rosada: es imposible recordar la cantidad de veces que
pronosticaron el ocaso político final de Cristina y la desaparición del kirchnerismo
como entidad política, reducido (como lo querían dejar) a un asunto policial a
ser tratado con jueces y fiscales. “Cristina no va a tener tiempo de hacer
política mientras trajina por los juzgados, y terminará presa”, decían en esos
términos o parecidos.
Ni hablemos cuando en las
legislativas del 2017 perdió en la general (tras haber ganado en las PASO)
frente a Esteban Bullrich en la provincia de Buenos: hagamos acá un alto en el
análisis para recordar que entonces pronosticaron su ocaso no pocos de este
lado de la grieta, incluyendo los que habían perdido por paliza frente a ella y
seguían pidiendo “autocrítica”. Pero afortunadamente la realidad (que Cristina
leyó mucho mejor que todos ellos) se encargó de desmentirlos rotundamente, una
y otra vez.
Para los que nunca vieron venir
la candidatura de Alberto Fernández pero a los diez minutos te estaban contando
la intimidad de la decisión basados en fuentes incomprobables, puede resultar
sorprendente que Cristina rosquee con los partidos provinciales y los distintos
sectores del PJ en el Senado para entregarle a Alberto servido en bandeja un
bloque amplio y único, que le garantice quorum y mayoría suficiente para
aprobar las leyes que necesite su administración. O que haya logrado armar el
“Frente de Todos” acordando con muchos con los que estaba distanciada.
Claro que la sorpresa tiene que
ver más con la intención política de abrir brechas en la coalición política que
gobernará el país a partir del 10 de diciembre, que con alguna deficiencia en
el método de análisis, que también las hay. Tanto plantear que CFK socavaría
desde el primer día el gobierno del que forma parte, a cuyo triunfo electoral
contribuyó de un modo decisivo y que encabezará quien ella eligió como
candidato a presidente declinando su propia postulación que se daba por
descontada, que se “sorprenden” cuando -con toda lógica- no lo hace; y por el
contrario, contribuye decisivamente a fortalecer políticamente al futuro
presidente.
Del mismo modo, le inventan todos
los días supuestos “vetos” a candidatos a integrar el gabinete de Alberto que,
de ser ciertos, no harían más que fortalecer su imagen y la gestión del futuro
gobierno, porque da la casualidad que recaen siempre sobre impresentables, que
en realidad son parte de operaciones políticas para limar de antemano al futuro
gobierno, o para meterle “topos” que hagan cualquier cosa, menos ejecutar
políticas consecuentes con lo que el pueblo votó.
O tanto suponer y decir que
Cristina es tonta, caprichosa, voluble y sectaria, y luego se asombran de que
sea racional, demuestra flexibilidad para acordar políticamente, o sea capaz de
tejer alianzas, aun sin dejar de ver con quienes las hace, en muchos casos.
En fin, ellos seguirán en lo suyo
(lo que quiera que sea lo suyo, pero el periodismo o el análisis, claramente,
no), y Cristina también: así como fue el principal activo electoral del FDT y
la arquitecta principal de la victoria, hoy tiene claramente en mente hacer lo
que esté a su alcance para que el esfuerzo por articular una salida política al
macrismo no haya sido en vano, y actúa en consecuencia. Y es también la garante principal de que se respete el voto popular, ejecutando el programa votado.
Mientras muchos la imaginaban retirada y cuidando a sus nietos, no descansa (y le sobrarían motivos), pero a más de uno no le vendría mal hacer una pausa, y dejar por un rato de hacer papelones.
Mientras muchos la imaginaban retirada y cuidando a sus nietos, no descansa (y le sobrarían motivos), pero a más de uno no le vendría mal hacer una pausa, y dejar por un rato de hacer papelones.
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