viernes, 8 de noviembre de 2019

PERONIA Y CHETOSLOVAQUIA


La operación mediática tendiente a minimizar o intentar ocultar la contundente derrota del macrismo en las elecciones del 27 de octubre pasado (en la que se prenden no pocos compañeros) es tributaria al propósito de los sectores del poder económico nacional y extranjero de condicionar a su gobierno antes de que arranque para que no afecte a sus intereses de ninguna manera. Y la idea de que la primera prioridad del gobierno del "Frente de Todos" debe ser "cerrar la grieta", forma parte de los mismos propósitos: según esta particular concepción, en lugar de pensar como resolver la pesadísima herencia económica y social que deja el macrismo, AF debería dedicar sus esfuerzos a eso; que sería algo así como la versión remixada del fallido "unir a los argentinos" de Macri.

Ojo: así como puntualizábamos que algunos de este lado se prenden a bajarle el precio a la victoria de la oposición en las elecciones, también están los que compran este buzón de "cerrar la grieta" llave en mano, con el argumento de la gobernabilidad; no te podés pelear con todos, dicen, porque no vas a durar nada. Cuando en realidad la gobernabilidad depende de muchas otras cosas, como por ejemplo de la conducta que asuman esos con los que -en teoría y según nos dicen- no te tenés que pelear, cuando necesaria o inevitablemente debas afectar al menos en parte sus intereses, para que a las consecuencias de la crisis no la paguen los de siempre, que son los que más padecen sus efectos: ahí andan por ejemplo los amigazos del campo prometiendo volver a las rutas si se tocan las retenciones, envalentonados por el 40 % de Macri.

Y es que el cuadro de situación con el que se enfrentará el próximo gobierno no deja demasiadas alternativas: con mucha mayor precisión teórica que nosotros, acá Claudio Scaletta explica en El Destape como una salida "por arriba" de la crisis, reestructurando la deuda y apostando al repunte del consumo y el mercado interno vía salarios y jubilaciones es no solo la solución más deseable, sino casi la única disponible; con los reaseguros y salvedades que él mismo plantea. En términos políticos, si el gobierno del FDT endereza el rumbo sobre esas premisas, estará al mismo tiempo estabilizando la situación política, y ensanchando el consenso social que lo rodee.

La idea misma de "la grieta" como algo novedoso o que cayó entre nosotros como un rayo del cielo a partir del 2003 es de un nivel de zoncera asombroso, tanto como la perplejidad recíproca de ambos lados de la misma, por la existencia del otro: es el asombro gorila por la persistencia tenaz del peronismo al que creyeron que borraban de la historia por el Decreto 4161/56, o el fracaso terminante en solo cuatro años de la idea de que (en su encarnación kirchnerista) los réprobos "No vuelven más". Pero es al mismo tiempo -ya de este lado de "la grieta"- el asombro por el 40 % de los votos de Macri, pese a su desastroso gobierno. 

No parecen terminar de entender que en estos cuatro años se hizo de la grieta una política de Estado  y la doctrina oficial del gobierno, con consecuencias prácticas y beneficios concretos para los sectores dominantes. Entre las primeras podemos mencionar el "law fare" y la existencia de presos políticos, y entre los segundos la destrucción del salario, el alza del desempleo, la flexibilización laboral de hecho y el aumento de la pobreza y la desigualdad. La "grieta" política fue así tributaria de la grieta social y económica, que es la que en realidad les interesa mantener y ampliar.

En ese contexto, la idea de la Argentina como un país en el que coexisten de mal grado dos o más países muy distintos que refleja el mapa de apertura es ingeniosa, y si bien no responde exactamente a como son las cosas, es ilustrativa para graficar la situación, porque las líneas de fractura no son geográfica sino sociales y de clase: acá en Santa Fe (parte en teoría y por un puñado de votos, de Chetoslovaquia) todo el cordón costero desde Florencia hasta el sur de Rosario votó mayoritariamente por la fórmula FF, y en la provincia de Buenos Aires (nave insignia de Peronia del Sur), los votos del conurbano difirieron enormemente de los del interior agropecuario, como ha sido tradicional. Ni hablar si se analizan con la misma lupa los resultados en cualquier ciudad más o menos grande como por ejemplo Rosario, entre los distintos barrios: como viene pasando desde el 2007, el corte electoral de clase es cada vez más marcado.

Es que la "grieta" no es un invento de la política (en todo caso esta la instrumenta para sus fines), sino que está instalada en la sociedad, y vino para quedarse; no solo porque subsisten grandes desigualdades que en estos años no han hecho sino ampliarse, sino porque -con o sin mapas pintando de distintos colores las distintas regiones- hay dos bosquejos, ideas o modelos de país que la atraviesan: los argentinos pensamos distinto (en algunos casos, muy distinto) sobre la inserción del país en el mundo, el rol del Estado, el modelo económico y su grado de apertura, el apoyo a la industria o la actividad primaria, quien debe proveer educación, salud, vivienda y seguridad social, el mundo del trabajo y los derechos del trabajador, o el rol del sindicalismo; solo por mencionar algunas cuestiones centrales.

Todo eso nos separa a los argentinos de a pie, y votamos en consecuencia, una y otra vez; por lo tanto ignorarlo sería un error, por más buenas intenciones y deseos que uno tenga. No hay, en esos términos, un "centro social" voluminoso y extendido geográficamente; de allí que sea difícil instalar un "centro político", y no porque no se haya intentado: el fracaso de las "terceras vías" es otra constante de los últimos procesos electorales, no por la dinámica polarizadora de las campañas, sino porque, sencillamente, no tienen donde hacer socialmente pie. Esto es más notorio aun si se piensa en como el macrismo logró sumar votos entre las PASO y la elección general, virando su discurso cada vez a posiciones más derechosas.

Si los intereses que representa y expresa cada modelo no se corresponden estrictamente con su traducción electoral, es sencillamente porque mientras la fidelidad de las clases populares al peronismo es consistente con sus intereses, con las clases medias la cosa es distinta por factores de larga data (educación, pautas culturales, la herencia inmigratoria, deseos aspiracionales) y más cercanos (la mayor vulnerabilidad a la influencia mediática): son sus veleidades frente a las urnas (con una perseverancia en el antiperonismo en no pocos casos) los que le dan un plus de votos al proyecto de las minorías del privilegio competitivo electoralmente, de lo contrario la cosa estaría siempre cantada de antemano, antes de abrir las urnas.

La inestabilidad política en la Argentina es resultado de la inestabilidad económica, y no al revés como nos quieren vender: es la obstinación de la Argentina gorila de imponer un modelo que excluye a la inmensa mayoría de los argentinos, y pretender que estos lo acepten sin protestar ni quejarse, ni organizarse políticamente para rechazarlo electoralmente, lo que genera las crisis; que empiezan siendo económicas, para terminar siendo sociales y luego políticas e institucionales. Lo novedoso en este caso es que los sectores nacional-populares lograron organizar y generar una alternativa para salir de la crisis en términos democráticos, por la vía electoral.

En la Argentina no existe la "estabilidad" que elogiaban en otros lados hasta que estalló  por los aires (como en Chile) porque gracias al peronismo (y en especial al kirchnerismo) no vivimos la traición de las socialdemocracias, que llegan al poder prometiendo cambiar, para terminar haciendo lo mismo que el neoliberalismo. Y más se parece el peronismo a sí mismo o más avanza al reencuentro con sus mejores tradiciones históricas (como con el kirchnerismo), más adhesiones suma o recupera en el camino, pero más virulentas son las reacciones en contrario. 

Sin embargo, si se miran las cosas en perspectiva histórica, la verdadera "estabilidad" política la conseguimos en los 12 años de kirchnerismo, porque las políticas desplegadas en favor de los intereses populares fueron ampliamente refrendadas en las urnas en dos oportunidades (2007 y 2011); mientras que por contrario imperio, la obstinación neoliberal  por imponer a como de lugar su programa en condiciones de democracia abierta (lo que supone canales de resistencia y oposición de la sociedad civil), fue desplazada del poder por las urnas en solo cuatro años; pese a tener a un representante directo de los dueños de la Argentina en la Casa Rosada, y a que éste y su gobierno contaran con el respaldo más amplio que se conozca de los "poderes reales" del país y el exterior, desde el retorno a la democracia en 1983.

De cada crisis provocada por el neoliberalismo salimos con más pobres, y más empobrecidos, con mayor retroceso en las condiciones de vida y en los derechos de que gozamos, y por ende la tarea de reconstrucción es cada vez mayor y más ardua. Sin embargo, hay sectores de las clases medias que siguen creyendo que salen por sí mismos, y cuando les toca expresarse políticamente, lo hacen por lo general en contra del que les permitió salir, o a favor del que los sepultó: una constante histórica que no se puede ignorar ni discutir, simplemente es. Y con ella hay que trabajar, renunciando a la pretensión de la unanimidad, que no es lo mismo que resignarse a no poder estabilizar ciertos consensos, o a ampliar la propia base política y social de sustentación. 

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