domingo, 29 de diciembre de 2019

EL PERONISMO LOS PONE MIMOSOS


Lo que está pasando en la provincia de Buenos Aires con la reacción opositora a las primeras medidas del gobierno de Axel Kicillof es un termómetro de como vendrán las cosas en el país en los próximos meses y posiblemente años; y no solo porque el gobernador de Buenos Aires es una figura con una posible proyección política mayor de cara al futuro.

Se juega allí buena parte del destino del gobierno del peronismo retornado al poder, después de los cuatro años de saqueo macrista; y por eso los responsables de ese saqueo reaccionan como lo hacen: como si no tuvieran nada que ver con el desastre que causaron, y tratando por todos los medios de agrandarlo o evitar que se tomen medidas para resolverlo, esperando que todo vuele por los aires: sí, son los mismos que hace hace menos de 20 días hablaban del "club del helicóptero", e imaginaban movidas destituyentes contra Macri y María Eugenia Vidal.

Axel recibió el gobierno de la provincia más grande del país (un país en sí misma) con un enorme endeudamiento en dólares contraído en tiempo récord por la pésima gestión de Vidal, que apeló a ese mecanismo aun cuando su relación con Macri le permitió gozar del beneficio de la actualización del fondo del conurbano. 

Y cuando el nuevo gobernador trata de recomponer ingresos para hacer frente a las obligaciones más apremiantes de su administración (en una provincia desquiciada por el macrismo en la prestación de sus servicios esenciales como la salud y la educación), y trata de que el esfuerzo de esa recomposición de ingresos fiscales recaiga sobre los sectores de mayor capacidad contributiva, no solo estos se le paran de manos, sino sobre todo sus mandaderos en el sistema política, es decir la dirigencia de lo que era hasta diciembre "Cambiemos", en especial el PRO.

Con la misma irresponsabilidad con la que aceptaron que Macri le tirara por la cabeza a la provincia los contratos de tarifazas dolarizadas con Edenor y Edesur, y con la que Vidal descerrajara a los bonaerenses otro tarifazo de luz pocos días antes de dejar el gobierno; medidas todas revertidas por el gobierno de Alberto Fernández en la ley de emergencia aprobada por el Congreso, y por Kicillof al asumir la gobernación bonaerense. Dicen que detrás de todo hay una disputa por cargos en el Estado que asume ribetes extorsivos, pero pensar que ese es el único motivo sería engañarse.

Pero no son Kicillof y su gobierno en la provincia de Buenos Aires los únicos que tienen que lidiar con éste tipo de situaciones: acá en Santa Fe también se cuecen habas, y hay paralelismos que asustan: cuando Omar Perotti planteó en la Legislatura una ley de emergencia en distintos aspectos (sanitaria, social, alimentaria, de las contrataciones, fiscal, económica y de seguridad), el portavoz legislativo del socialismo, Joaquín Blanco, usó exactamente las mismas palabras que empleó en el Congreso nacional Waldo Wolf (diputado del PRO) para referirse a las atribuciones que reclamaba para sí Alberto Fernández en la ley de emergencia: que trata de convertirse en un emperador. 

Y eso no fue todo: el vocero encargado de decir que no le votarán a Perotti la ley de emergencia en seguridad (en la provincia con los mayores índices de delito violento del país) fue Maximiliano Pullaro, el ex ministro de Seguridad de Lifschitz hace hace días, responsable de esos índices y parte de un gobierno que gobernó con ley de emergencia en seguridad por varios años; al amparo del cual hasta hicieron contrataciones del Plan Abre, sin licitación y con intervención perentoria del Tribunal de Cuentas. El mismo que al asumir sufrió una impugnación a su diploma de diputado, por parte de los familiares de las víctimas de la inseguridad en Santa Fe.

Le niegan a Perotti la declaración de emergencia sanitaria mientras los nuevos hospitales que inauguraron se inundan cuando llueve, o los proveedores de insumos del Ministerio de Salud amenazan con cortarle el suministro por las deudas acumuladas; y también le niegan la declaración de emergencia alimentaria y social en una provincia cuyos indicadores de pobreza (sobre todo en los grandes aglomerados urbanos de Santa Fe y Rosario) están por encima de la media nacional.

Tampoco quieren declarar la emergencia financiera y fiscal, ni permitirle introducir ahora en el presupuesto que armaron ellos (pese al pedido de Perotti de que no lo hicieran) herramientas para renegociar contratos y pago de deudas con los proveedores; cuando acumularon una deuda flotante de 22.700 millones de pesos en solo un año, y cuando se fumaron casi 15.000 millones de pesos del FUCO (fondo de cuentas oficiales bancarias) en apenas 11 días, del 30 de noviembre pasado a la asunción del rafaelino.

Es decir, el "progresismo" santafesino dejó a la provincia en el mismo Estado (calamitoso) que dejó a la provincia de Buenos Aires la derecha asumida, explícita y no culposa, y al igual que ella se desentiende del problema, y sabotea los intentos de resolverlos que ensayan los que en uno y otro lado, votó el pueblo para eso. Porque si no, tanto amarillos bonaerenses como socialistas santafesinos hubieran ganado las elecciones, y seguirían gobernando.

Nadie puede desconocer que hay diferencias entre Kicillof y Perotti, aunque ya distinguir al socialismo que gobernó acá 12 años del PRO que lo hizo en Buenos Aires los últimos cuatro, se hace cada día un poco más difícil. Lo que está claro es lo que hay en común, en uno y otro caso: volvió el peronismo al gobierno, y eso los pone como locos. 

Pero hay un dato positivo para destacar: todas estas movidas destituyentes (porque eso son, sin dudas) parecen no tener demasiado respaldo social, como lo comprueba el escaso poder de convocatoria de los "cacerolazos" y "tractorazos" del campo. Las cosas parecen estar cambiando, para bien, y la gente tiene otras preocupaciones que atender; que siga así.

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