El alegato de Cristina en
Comodoro Py por la causa de la obra pública y su impresionante potencia
política acaso hayan oscurecido otro aspecto de la cuestión, que excede la
preocupación salvaje de la que fue objeto: un profundo reclamo de regeneración
institucional, tras el paso a lo Atila del macrismo por toda área del Estado
que pueda guardar visos de institucionalidad, para ponerla al servicio de sus
propósitos de persecución política, y de negocios personales.
Así visto, el histórico discurso
de CFK se reconduce en todo un programa político para el futuro gobierno, para
generar desde el primer día las condiciones para garantizarse su propia
gobernabilidad, en medio del sinnúmero de dificultades que deberá afrontar
desde el primer día, frente a los innumerables problemas que el macrismo le
deja como herencia.
Por supuesto que está claro que
hay otras prioridades y necesidades, comenzando por las más urgentes como el
hambre y la pobreza, pero no son excluyentes ni incompatibles. Por el
contrario, el fortalecimiento de las instituciones democráticas y su depuración
de las metástasis que las aquejan y fueron agravadas por el macrismo -que
arrojó bombas racimo que desparramaron su carga explosiva por cada rincón del
Estado-, son el reaseguro de la efectividad presente y la permanencia a futuro,
de muchas de las políticas que tiendan a resolver esos problemas ciertamente
más urgentes.
Incluyendo en esa discusión de
una necesaria reforma constitucional, a la que el propio Alberto Fernández se
ha mostrado reacio, pero sin la cual ciertas reformas (incluso económicas y
sociales) impostergables son inviables, o quedarán siempre sujetas al humor
político de los gobiernos, o a los vaivenes electorales. Y otras excrecencias
institucionales que han cobrado vida propia y, cualquiera haya sido el
propósito perseguido al diseñarlas, han fracasado en toda la línea y son parte
de los problemas, y no de las soluciones (como el Consejo de la Magistratura),
tienen su origen en la última reforma constitucional.
Y si de reformar instituciones
devastadas por los republicanos que decían defenderlas se trata, hay que
comenzar por la justicia, los jueces federales, la mismísima Corte Suprema y el
Estado Libre Asociado de Comodoro Py: una república con leyes propias y zonas
oscuras, en las que la propia Constitución Nacional es puesta en entredicho por
los que deberían garantizar su respeto religioso por todos los poderes del
Estado.
Sí, como hizo Cristina, incluimos
en las depuraciones necesarias a la Corte, dos de cuyos integrantes habían
aceptado mansamente ser designados por decreto sin acuerdo del Senado, y luego
concurrieron con sus votos al bochornoso fallo del “2 X 1”, que trató de dar
por tierra con las políticas de memoria, verdad y justicia; y antes de esos (y
siempre) han evitado prolijamente rozar el más mínimo interés personal o de
negocios de los grandes empresarios y grupos económicos, de cuyo poder de lobby
ante los tribunales nadie se escandaliza nunca. ¿O acaso alguien puede recordar
el último fallo de los supremos que lesionó algún privilegio de los poderosos
permanentes de éste país?
Que decir de los fiscales, que
además ganarán en autonomía funcional en el marco del nuevo Código Procesal
Penal, o el rol de la Procuración General luego de que Alejandra Gils Carbó fuera
obligada a dejar su cargo. Decir que además de prestarse gustosos, en su
mayoría, a ser parte esencial de los grupos de tareas judiciales del macrismo
en sus operativos de cacería de opositores, siguen -como algunos jueces-
traficando influencias por sus contactos fluidos y promiscuos con los servicios
de inteligencia, o las fuerzas de seguridad que operan con agenda propia, al
margen de la trazada por las autoridades civiles.
Sobre la AFI, los espías, el
sistema de inteligencia y las escuchas legales o no ya se ha dicho todo, y es
el momento de hacer algo, por empezar transparentar el uso de los fondos como
lo hizo Cristina en el final de su gobierno, y dar a conocer sin remilgos la
nómina de los periodistas y operadores mediáticos que cobran de esa caja, para
traficar pescado podrido. Respecto a la Oficina Anticorrupción, habrá que
agradecerle a Laura Alonso haber demostrado empíricamente que la corrupción es
un asunto demasiado serio como para dejarlo en manos de ONG’s que reclaman
transparencia mientras tienen ellas mismas financiamientos sospechosos, a las
que desde los 90’ se les viene dando una aureola de santidad injustificable,
que les permite pontificar sobre como debe encararse la cuestión, poniendo por
supuesto siempre el foco en el Estado y la política, y jamás en los empresarios
y grandes grupos económicos, que son los que corrompen.
El huracán macrista que azotó a
las instituciones estos cuatro años mientras desguazaba el tejido productivo y
social de la Argentina no excluyó a la AFIP, en la que se institucionalizó la
diferente lupa con la que se persigue a los presuntos evasores, según se
pertenezca o no a la clase dominante: para unos blanqueo generoso y sin
necesidad de traer lo declarado al país, para otros, la persecución y el ahogo
para obligarlos a desprenderse de sus empresas, en beneficio de los amigos del
poder, o de los objetivos políticos y de negocios de ese mismo poder. A un
sistema tributario regresivo, fruto de la capacidad de lobby de los grandes
grupos económicos para eludir el pago de impuestos acordes a su capacidad
contributiva (ahí están ya en guardia y amenazantes por posibles aumentos en
las retenciones y Bienes Personales), se le suma un aparato de inteligencia
fiscal y persecución al servicio de esos mismos intereses.
Otro tanto pasó con el Banco
Central (convertido de nuevo en un coto de caza de los bancos), o la UIF y las
normas anti lavado, que habrá que asumir de una buena vez que nada tienen que
ver con combatir la corrupción y el delito (por algo jamás se meten con los
paraísos fiscales), sino que son piezas clave de la estrategia de política
exterior del gobierno de EEUU, guerra “antiterrorista” incluida. Y allí habrá
que hacernos cargo de que en el pasado nos esforzamos por adaptar nuestras
instituciones a esas pautas absurdas, como pasó con la “ley antiterrorista”
sancionada en el segundo gobierno de Cristina.
AFI, AFIP, UIF, Banco Central. ¿Se entiende ahora por qué la AEA y el Foro de Convergencia Empresarial le pidieron en el Coloquio de IDEA a Alberto Fernández que mantenga en sus cargos a los funcionarios del macrismo en esas áreas? Es porque consideraban que los sirvieron bien, en la tarea de hacer desaparecer a Cristina y el kirchnerismo de la escena política, luego de haberlos limado para las elecciones del 2015 y 2017, como la propia Cristina señaló
AFI, AFIP, UIF, Banco Central. ¿Se entiende ahora por qué la AEA y el Foro de Convergencia Empresarial le pidieron en el Coloquio de IDEA a Alberto Fernández que mantenga en sus cargos a los funcionarios del macrismo en esas áreas? Es porque consideraban que los sirvieron bien, en la tarea de hacer desaparecer a Cristina y el kirchnerismo de la escena política, luego de haberlos limado para las elecciones del 2015 y 2017, como la propia Cristina señaló
Dejamos ex profeso para el final
del repaso a los medios y sus regulaciones: si algo demuestran los bochornosos
episodios de Santoro y Alconada Mon, como antes ocurriera con Lanata, es que la
concentración mediática es un serio problema, pero que también nos debemos como
país una discusión sobre el ejercicio del periodismo, sus contenidos, sus
métodos y los límites para su ejercicio. Como acaba de comprobar amargamente
Alberto Fernández en cuero propio, no se pueden consentir extorsiones,
aprietes, operaciones políticas y de negocios, o lisa y llanamente espionaje
ilegal sobre la vida de las personas, amparándose luego en el secreto de las
fuentes de información o la libertad de
expresión, para pretender impunidad, o un tratamiento de casta privilegiada: no
lo consiente un sistema democrático.
Si se analiza el repaso de temas
de los párrafos anteriores, pero si nos detenemos precisamente en ese punto (el
de los medios y el periodismo), es que queda claro de que se habla (o se
debería hablar) en realidad cuando se dice que debemos “volver mejores”: es
garantizar la continuidad y profundización del kirchnerismo donde quedó en el
2015, no donde estaba cuando cada uno de los que hoy conforman el “Frente de
Todos” (incluido AF) se bajó porque disentía.
Le guste o no a algunos, esa es
la dinámica histórica real que se impone, y el liderazgo, el protagonismo y el
volumen electoral de Cristina son consecuencia de esa realidad incontrastable:
durante su gobierno no solo vivíamos mejor, sino que ella misma sigue siendo
por escándalo la que nunca tiene miedo de llamar a las cosas por su nombre,
interpelando a la política democrática. Es hora de sumarle nuevas voces.
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