domingo, 29 de marzo de 2020

ECONOMÍA, SALUD Y POLÍTICA


Siempre es complicado hacer prognosis de los procesos sociales, porque no se rigen por las leyes de la física, y la megacrisis que desató el coronavirus no es la excepción: aun no podemos saber por cuanto se extenderá ni cual será su magnitud final y los daños que cause, muchos menos podemos siquiera suponer como será el mundo que emergerá de ella; cuando concluya.

Lo que sí está claro es que este "cisne negro" que sobrevino a la humanidad y sus estructuras políticas, económicas y sociales no supone, forzosa e inevitablemente, un nuevo orden mundial, el fin del capitalismo o siquiera su reformulación respecto a los términos actuales: pronósticos similares se hicieron en otras crisis, y la historia los desmintió.

Por otro lado solos en nuestras casas, aislados y con miedo, no es seguro que adquiramos necesariamente el grado de conciencia política y social necesario para orquestar respuestas colectivas al problema, que cambien las relaciones de fuerzas, y posibiliten cambios. Hay sí ideas en el aire, algunas que fueron condenadas por algunos al museo de la historia y volvieron con fuerza (el Estado nación, la solidaridad), y otras que se nos presentaron como la panacea, y está en crisis terminal; como la del mercado como supremo y único asignador de los bienes y los costos en una sociedad. 

Pero son solo eso: ideas; las estructuras reales de poder (económico, simbólico, político) que se mueven detrás de ellas o se vehiculizan por su intermedio, siguen intactas, al menos por ahora, y nada indica que en lo inmediato eso vaya a cambiar. Vienen estas reflexiones a propósito de esta nota del Financial Times que cuelga El Cronista, en la que se analizan las posibles respuestas y salidas a la crisis, para evitar que la economía global termine cayendo en una gran depresión.

Si leen, verán que se habla de que los Estados gasten, como hacen en todas las grandes crisis: al diablo con los paradigmas del "ajuste virtuoso", la preocupación por el déficit fiscal, o el cuco de la emisión inflacionaria. Sin embargo, la intervención estatal que se reclama y exige es bien precisa: es para preservar el modelo actual del capitalismo, tal como viene funcionando. Como vocero calificado de ese sistema que es, FT lo deja claro: "salvar la economía" es salvar éste modelo económico, el del capitalismo financiarizado.

Nada nuevo bajo el sol: ya pasó con la prolongada crisis de la subprime (cuyos efectos aun llegan hasta nosotros) y los gigantescos paquetes fiscales de rescate a los bancos que instrumentaron los Estados Unidos o la Unión Europea. Los movimientos de "indignados" sacudieron por un tiempo la tranquilidad del capitalismo central, pero se revelaron impotentes a la hora de orquestar alternativas políticas disruptivas del orden establecido.

Y en la crisis actual, la capacidad de respuesta de las fuerzas del capital financiero global están respondiendo con más velocidad que la política (al menos en los países centrales), por la simple y sencilla razón de que son los dueños de esa política: mientras financien sus campañas, nada tienen que temer de ella. Solo desde este ángulo se pueden entender las respuestas de algunos Estados a la crisis, como está pasando en los Estados Unidos o el Reino Unido: aun figuras que nos vendieron como "anti sistema" como Trump, no están realmente dispuestas a cambiar nada.

Que el capitalismo tensione a los Estados y los gobiernos para que pongan en riesgo la vida y la salud de grandes porciones de la población para mantener funcionando la máquina de hacer dinero, no debería ser novedad: desde sus orígenes mismos la bestia capitalista necesita de su libra de carne para alimentarse, y no se detendrá en consideraciones humanitarias sino en tanto sea estrictamente necesario para sostener la reproducción de la fuerza de trabajo.

El desafío entonces es para la política: no se trata solo de que los Estados gasten en forma contracíclica para superar la pandemia y torcer el rumbo de la recesión, y para eso emitan o tengan déficit. Eso sucede desde hace tiempo, en los propios países centrales que nos exigen al resto que no lo hagamos, por aquello de "haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago".

Se trata de encontrar el modo de ir más allá en la intervención pública (como no se hizo en los países centrales luego de la crisis financiera global del 2008), regulando, interviniendo de modo directo e incluso poniendo directamente bajo el control de los Estados, resortes fundamentales de la estructura económica. De lo contrario el virus pasará, o encontrarán la cura a la enfermedad, pero las estructuras económicas y sociales que crean las condiciones objetivas para que cause daño (por ejemplo desfinanciando la salud pública, o privatizando la seguridad social) quedarán intactas, hasta la nueva crisis. 

Algo similar al modo en el que muchos países (entre ellos, la Argentina del primer peronismo) salieron de la crisis mundial provocada por la Segunda  Guerra, ampliando los modos y las formas de la intervención estatal, dando origen al Estado de Bienestar que, aun dentro de los límites y marcos del capitalismo, proporcionó a millones de personas en todo el mundo una mejora objetiva en sus condiciones de existencia, comparada con las preexistentes, claro. Una eterna promesa del neoliberalismo -progresar, vivir mejor- que nunca puede cumplir, porque no está pensado para eso, simplemente: sería contrario a su naturaleza, con o sin virus. 

Hoy, cuando todos sus libros fundacionales fueron quemados en la hoguera de la crisis y cuando muchos de los propaladores de sus ideas se han vuelto consumo irónico en las redes sociales, las fuerzas reales que se mueven detrás de los discípulos de Hayek o Friedman (el gran capital financiero trasnacionalizado, y sus imbricaciones en la estructura productiva) están pensando como salir de ésta crisis, como salieron de todas las anteriores: sin pagar ellos los costos. La cuestión es cual va a ser, frente a ese intento que ya está en marcha (en el país, atravesando la discusión por la vigencia de la cuarentena, y en el mundo), cual va a ser la respuesta de la política.

1 comentario:

  1. Shilock no va poner plata para comprar respiradores ni va a hacer inversiones para mantener empleos después de la crisis.
    Hay que ir hasta sus cajitas felices (Bancos, Cerealeras,grandes propiedades rurales,empresas transnacionales) y hacer los retiros que hagan falta. ¿Estamos o no estamos ante una situación de fuerza mayor?
    El Colo.

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