lunes, 9 de marzo de 2020

LA ELECCIÓN DEL ADVERSARIO


El tuit de apertura de Artemio apunta a la escasa repercusión de la amenaza de piquete agrogarca, por falta de consenso social, pero vale para la reflexión sobre la dinámica de los conflictos, y los frentes en los que el gobierno intenta avanzar, o podría hacerlo.

En este caso (el de las retenciones, o la disputa por la renta agropecuaria diferencial), el transcurso del tiempo favoreció el aprendizaje social, y debería seguirlo el aprendizaje político, para no tropezar dos veces con la misma piedra, como en los tiempos de la Resolución 125.

Alguno podría apuntar precisamente eso es lo que hizo el gobierno, y de allí la absoluta orfandad social del reclamo de las patronales campestres, y desde acá -sin cuestionar esa afirmación- nos permitimos matizarla: los acontecimientos producidos en la dinámica social desde el 2008 para acá también resignificaron aquel conflicto en la sociedad, que además ahora tiene otros temas más acuciantes de los que preocuparse, que los reclamos de los bien definidos alguna vez como piqueteros de la abundancia.

El gobierno no "eligió como adversario" al "campo", y de hecho intentó acordar con la dirigencia del sector. Sin embargo, la reacción de buena parte de ésta (empujadas por las "bases") fue la de siempre, en defensa de sus privilegios: nada nuevo bajo al sol, al menos hasta allí.

En el caso de la casta de jueces y diplomáticos, cuyas jubilaciones de privilegio intenta recortar el gobierno, si hay, en cambio, una "elección del enemigo": una contraparte incapaz de concitar en defensa de su status el más mínimo apoyo social, con la cual es imposible que el hombre común de la calle pueda empatizar. Obra en éste sentido AF como lo hizo Néstor Kirchner en 2003, cuando emprendió la depuración de la Corte menemista, buscando construir poder a partir del consenso social.  

Pero que estos "blancos" (agrogarcas, jueces, diplomáticos), elegidos o no concientemente por el gobierno, tengan escaso o nulo consenso social, no significa que no tengan capacidad de dañar, en otros términos, que no son los electorales. El campo en su momento sí tuvo esa capacidad, y la perdió, por errores propios y por cuestiones inherentes a la dinámica de la democracia: no se puede sostener en el tiempo, con eficacia electoral, una propuesta que solo atiende intereses de minorías sociales; lo mismo le pasó al macrismo, campo incluido. 

Acaso esto es lo que el gobierno sopese para no "ir por más", profundizando algunas medidas, como por ejemplo en materia de retenciones: constatada la soledad social de los sectores del campo privilegiado ¿por qué no afectar más a fondo sus intereses, limitándose a una redistribución de cargas tributarias hacia el interior del sector?

A la inversa, el gobierno avanzó en los cambios a la movilidad jubilatoria afectando a un sector de los beneficiarios (no los de menos ingresos, pero tampoco millonarios), simplemente porque no tienen "capacidad de daño" en términos extorsivos, pero sí ciertamente electoral. El que viva lo verá.

En la misma situación que los agrogarcas (es decir, sin consenso social para sostener sus intereses, pero con capacidad de daño sistémico), hay otros sectores, como los bancos, las privatizadas, los bonistas tenedores de deuda y los formadores de precios, a los que el propio presidente acusó de provocar la inflación.

Uno podría preguntarse por que no se avanza más allí, cuando es obvio que en ningún caso esos sectores lograrían (como el "campo" en el 2008) que amplios sectores de la sociedad se solidaricen con sus reclamos, y se movilicen por ellos, dándoles una plataforma social de la que por sí mismos carecen.

La estrategia seguida por el gobierno en relación al "campo" (distinta, como se dijo, de la utilizada contra las corporaciones judicial y diplomática) tiende a ampliar sus bases de sustentación social, construyendo consensos pasivos en torno a sus políticas: busca evitar que haya sectores que se pongan en su contra, aun cuando sus intereses objetivos no están en juego, sino todo lo contrario.

Y acá aparece otra pregunta: ¿por qué no acelerar algunos cambios, apuntando a más, para construir consensos activos, a partir de la redistribución de cargas en la sociedad respecto a la crisis, poniéndolas sobre las espaldas de esos otros actores "socialmente huérfanos" que antes señalamos?

Incluso ni siquiera planteamos que se vaya a fondo contra todos, al mismo tiempo: eso supone un nivel de organización y concientización política de la sociedad, del cual hoy se carece. Pero debería existir un término medio, que permita avanzar sobre alguno (por ejemplo los formadores de precios), elegido como adversario, para fortalecerse políticamente, ampliando el consenso social en torno a las políticas y la acción del gobierno; más allá de la propia base electoral de origen.

Con un elemento a favor: la dolorosa experiencia macrista, en tanto ensayo de "país atendido por sus propios dueños", sirvió para transparentar las cosas, de modo tal que -más allá de la base del 40 % del antiperonismo más o menos consolidado en el país- el núcleo duro de la oposición a cualquier gobierno de signo nacional y popular está en esos sectores, que nos adversan y lo harán siempre, aunque no hagamos nada para afectar sus intereses.

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