martes, 26 de mayo de 2020

UN MUNDO DE SENSACIONES


En todo el mundo, pero más aun en sociedades duales, desiguales y desequilibradas como la nuestra, la derecha no puede explicitar su ideología y su discurso de un modo llano y directo, porque expresa los intereses de una minoría.

Por eso apela a la colonización de la subjetividad social a través de sus bocas de fuego mediático, de modo que buena parte de la sociedad (la suficiente para poder imponerse en elecciones democráticas, sin descartar los medios más drásticos a los que siempre apeló y apela para llegar al poder y mantenerse en él) asuma la defensa de sus intereses, como si fueran propios. Recordemos si no lo que ocurrió acá, en el conflicto del 2008 con las patronales agrarias.

Y para eso no puede plantear un debate político franco y sincero, que gire en torno a propuestas o argumentos: necesita escarbar en lo más primitivo y profundo de las emociones humanas, para poder manipularlas en su beneficio. Unos cuantos millones de cabezas "indignadas" por un conveniente fogoneo mediático, si es sobre la base de hechos reales, mejor, son una buena base de maniobra para que propuestas políticas elitistas y minoritarias puedan disputar en política democrática en el campo electoral, en condiciones de ganar.

Incluso si es necesario al fin propuesto esos hechos serán tergiversados, magnificados o distorsionados: el mundo de las "fake news" no surge en el vacío, sino como una herramienta política concreta, de sectores políticos concretos, con intereses muy pero muy concretos. Por estas horas lo pudimos comprobar de nuevo, cuando los medios del grupo Clarín utilizaron imágenes de protestas sociales en Chile, para atribuirlas a una villa del conurbano bonaerense.

Sin la ayuda de éstas herramientas, Macri y lo que él representa no podría haber llegado al poder por elecciones en el 2015, y su techo electoral no hubiera superado el de Cavallo en su mejor momento, por más que aglutinara el voto antiperonista. Pero todos recordamos (y aprendimos) como la maquinaria duranbarbista manipuló emociones, sensaciones y -ya que la palabra está de moda hoy- angustias de la sociedad, para traducirlas en votos, incluso en contra de los propios intereses.

Una vez en el poder y desplegando su concreto proyecto político, económico y social, mal que le pese a Natanson y otros que imaginaron una "nueva derecha moderna y democrática" fue la misma y vieja derecha de siempre, tutelando igual que siempre sus intereses, que son permanentes como que son de una clase: la de los dueños de todas las cosas. En esos cuatro años de macriato la verdad se abrió paso en los bolsillos, los estómagos y las empresas, y -paradojalmente- también trajo sensaciones, sentimientos y angustias, que pesaron en el voto de octubre pasado. 

Porque el peronismo -y con el la tradición nacional- popular argentina- también apela a las emociones del electorado, como cuando señala que "nuestros días más felices siempre fueron peronistas". Pero esa evocación siempre pisa en terreno fértil cuando esa "felicidad como sensación" remite a cosas concretas: derechos, dignidad, consumos, progreso individual y colectivo, movilidad social. Sin eso, gira en el vacío como la derecha cuando se corre el velo de las emociones, y quedan sus realizaciones concretas de gobierno. Como le pasó a Macri.

Por eso cuando Alberto le contesta los otros días a Silvia Mercado discutiéndole que puede causar o no angustia en la gente desde un plano estrictamente racional (desde el cual la respuesta es irreprochable), deja pendiente el asunto, porque la angustia (las angustias) real de la gente de a pie en estos complejos tiempos de pandemia no es -como le ocurre a Mercado- por no poder ir a La Biela; sino por no saber si se llegará a fin de mes, se conservará el empleo, o que salario terminará cobrando. 

En esto, los que sufrían con Macri siguen sufriendo, sea porque el gobierno no encaró sus carencias con toda la decisión necesaria desde el primer momento, sea porque la herencia era mucho más pesada aun de lo imaginado, o porque sobre ella impactó la pandemia como un meteorito. Lo más probable, es que sea por todo eso junto.

Que la gente está angustiada es obvio, y que la prolongación de esa angustia puede devenir -convenientemente fogoneada desde los medios y la oposición- en indignación contra el gobierno, y un posible "voto castigo" también. De modo que bien haría el gobierno en atacar las causas reales de la angustia, de los que tienen razones valederas para estar angustiados.

Empezando primero por su propia base electoral, lo que incluye a ese porcentaje de voto fluctuante que marcha -justamente- con el humor social predominante, de una elección a la otra: no se trata entonces de discutir si se prolonga o no la cuarentena (lo cual desde términos estrictamente sanitarios no es dudoso), sino de reparar, en la medida de lo posible, con todos los medios disponibles, sin complejos ni autolimitaciones (como el equilibrio fiscal o el miedo a emitir para financiar gasto social), ni trabas burocráticas, los estragos que la pandemioa produce, en la economía y la sociedad.

Si la gente se siente contenida así, desde ese lugar, se le restarán bases objetivas y reales a la angustia, y márgenes de maniobra al discurso insidioso de la derecha, que pugna por ser indultada por la misma sociedad a la que angustió durante cuatro años, sin pandemia, para volver al poder político en la Argentina. Tuits relacionados:    

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