sábado, 27 de junio de 2020

MODUS OPERANDI


Más allá de las connotaciones épicas que algunos le quieren dar al caso Vicentín, pintándolo como una amenaza comunista a la propiedad privada o algo por el estilo, los hechos son claros: se trata de una empresa importante en lo suyo, que fue creciendo y diversificándose por años, y que, en tanto parte del complejo agroexportador, bien podría contarse entre el puñado de ganadores del macrismo.

Y sin embargo, pasó lo que pasó, y todos sabemos: terminó en "estres financiero", convocatoria de acreedores, posible quiebra y desapoderamiento; mientras son investigadas por la justicia posibles maniobras de triangulación en el comercio exterior con sociedades de paraísos fiscales para fugar divisas y evadir el pago de retenciones, así como movimientos patrimoniales tendientes a insolventar a sus dueños, para poner bienes fuera del alcance de los acreedores; entre otras bellezas.    

Maniobras que bajo ningún aspecto son nuevas, o exclusivas de Vicentín, ni es la primera vez que pasan, como se puede comprobar leyendo acá en La Politica Online lo que está pasando con Molino Cañuelas, una de las empresas alimenticias más grandes del país que, al igual que Vicentín, se sobreendeudó en dólares en el exterior y también en el país, sobre todo con el sistema bancario, y afrontaría una situación exactamente igual a la de la a aceitera santafesina/uruguaya/paraguaya.

Antes de que nos pongamos a pensar si también en éste caso el Estado debería analizar si la expropia o interviene de algún modo en su situación, apuntemos la reflexión en otra dirección: en que medida la reiteración de este tipo de casos no tienen mías que ver con factores estructurales vinculados a nuestro particular modelo productivo desequilibrado, las conductas de los agentes económicos y las necesarias regulaciones que el Estado debe establecer, para conseguir objetivos de desarrollo y minimizar los costos sociales de ciertas prácticas.

Mucho y por muchos se ha escrito acerca de la estructura productiva dual o desequilibrada del país, y la restricción externa: como conviven un sector agroexportador con escala y demanda para insertarse en el mercado mundial del cual surgen la mayor parte de las divisas genuinas con las que cuenta el país para sus necesidades (insumos importados, pago de los servicios de la deuda, remisión de utilidades), por un lado; y por el otro sectores industriales con diferentes grados de desarrollo y sustitución de importaciones, que son demandantes de divisas para el proceso productivo, y que salvo nichos específicos, carecen de escala y mercado para exportar y proveer así otra vía adicional de divisas al país.

Si a ello se suma el comportamiento atávico de nuestros sectores empresariales (en esto sin distinción de sectores) tendente a maximizar beneficios, dolarizar excedentes y fugarlos, tenemos algunas de las causas de nuestras recurrentes crisis del sector externo, y ciclos de endeudamiento; de los que el macrismo no fue sino un ejemplo más, como lo demuestra el caso de Molino Cañuelas: apenas cerrado el acuerdo con los fondos buitres en el 2016, se lanzó como muchas otros grupos de nuestra cúpula empresaria a endeudarse en divisas en el exterior, al mismo tiempo que aprovechaba el concienzudo desmantelamiento de todas las regulaciones existentes al movimiento de capitales y al acceso al mercado de divisas (lo que supuso además retener indefinidamente las que obtiene por sus exportaciones), para hacerse de dólares y eventualmente fugarlos.

Hoy día, cuando el gobierno está tratando de cerrar un acuerdo de reestructuración de la deuda con los acreedores privados del exterior, están listos para repetir el proceso; es decir volver a salir a los mercados de capitales para endeudarse, en un círculo vicioso que, por regla general, no potencia el desarrollo del país, y aumenta su vulnerabilidad externa al presionar aun más la demanda sobre una oferta escasa de divisas; eso sin contar con que en numerosas oportunidades las deudas privadas se han licuado o estatizado, para pasar a pesar sobre el conjunto de la sociedad.

Estos mismos grupos, que forman parte del sector de la economía que genera divisas genuinas provenientes del comercio exterior, son los que tienen más fácil el acceso al financiamiento bancario, porque se sabe: los bancos siempre están prestos a prestarle al que no lo necesita, y son remisos a hacerlo con el que verdaderamente precisa auxilio. Eso, si el Estado no regula adecuadamente el sistema financiero para ponerlo al servicio de la producción, el desarrollo y la generación de empleo.

Así como los bancos y el sector financiero han colonizado desde su misma creación y salvo el interregno del primer peronismo al Banco Central que es su coto de caza, en el caso del sector agropecuario y las industrias vinculadas, sucede lo mismo con los bancos públicos, en especial el Banco Nación: la información da cuenta que en el caso de Molino Cañuelas se replica el esquema ya observado con Vicentín, en cuanto al otorgamiento de reiterados y voluminosos préstamos, que dejan en situación de alta exposición al banco, con un único deudor, o un puñado de ellos.

Regulaciones de la cuenta capital y el acceso al mercado de divisas, ídem al sistema financiero, estímulos para el desarrollo que permita agregar valor a las exportaciones, completar el proceso de sustitución de importaciones y disminución de la vulnerabilidad externa: ni más ni menos que un programa explícito de desarrollo que vaya más allá de si se expropia o interviene o no una empresa o varias, aunque esos casos testigo se usen (o debieran usarse) como disparador de la discusión. Tuit relacionado:

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