La pandemia, como todo, algún día pasará. De hecho, ya está pasando: el tramo que está corriendo de la "cuarentena administrada" tal como se la ha definido revela que hace rato que las decisiones dejaron de estar sustentadas en consideraciones de salud pública, y pasan por otro lado. No es un juicio de valor, sino una mera comprobación.
De lo contrario no se entiende que, cuando todos los indicadores aconsejaban ser más cautelosos y restrictivos en la habilitación de actividades, éstas se flexibilizaran allí donde estaban y están los mayores problemas, como el AMBA. El gobierno -sería necio negarlo- fue perdiendo el capital social y político que supo conseguir en los tiempos originales del aislamiento, y ya no tuvo espaldas para contener las presiones combinadas de los medios, el poder económico y algunos sectores de la sociedad (en especial las clases medias urbanas) que ya estaban hartas de la cuarentena. Otra vez: sin juicios de valor, así fueron las cosas.
Pero además del problema que ese contexto implica desde el ángulo específico de la pandemia (por más que un problema se niegue, en tanto exista seguirá dando que hacer), está el hecho de que un cúmulo de decisiones importantes se venían barriendo bajo la alfombra "hasta después de la pandemia", sobre todo en materia económica. A menos, claro está, que el condicionante real de su implementación no fuera la pandemia, sino el arreglo por la deuda con los acreedores del exterior.
Sobre esto último, un resaltado: es casi el único punto de la agenda en el que parece no haber discusión entre oficialismo y oposición, ni siquiera en los núcleos más duros e irresponsables (en términos institucionales) de ésta. Hasta la cúpula del establishment local, nucleada en la AEA y el G6, ha dado muestras explícitas de apoyo a la propuesta del gobierno, lo cual dice mucho. Como por ejemplo que esa propuesta fue muchos menos agresiva para con los acreedores de lo que se pensaba al principio: otra vez, lo nuestro es simplemente descriptivo.
Claro que el acuerdo aun no se ha cerrado (aunque todo indica que eso ocurrirá, más tarde o más temprano), y aunque eso ocurriera, luego entramos en el terreno más espinoso de las consecuencias de ese acuerdo: como alinear las variables de la economía para salir de la crisis, retomar el crecimiento y generar los recursos para pagar la deuda reestructurada. Y -lo más importante- como se reparten las cargas a ese fin, o como preguntaba Cristina en campaña, quien va a pagar la deuda.
Ello así porque si el "indulto" al masivo endeudamiento macrista que supone instrumentar una quita mínima (casi irrelevante) del capital se complementa con reformas impositivas que descargan el peso del financiamiento del Estado en los sectores que se beneficiaron del endeudamiento para fugar capitales, el panorama es uno. Pero si el acuerdo supone la señal de largada para un ajuste tradicional (es decir, con recorte de prestaciones y servicios estatales, y en consecuencia sufrimiento para las mayorías) creyendo que de ese modo se generan lo excedentes para pagar la deuda, es otro.
Precisamente esta disyuntiva es la que se está definiendo por estos días, al mismo tiempo que se intenta vislumbrar la salida de la pandemia. De hecho, el "abrazo del oso" del poder económico al gobierno al apoyarlo explícitamente en la negociación con los acreedores (muchos de ellos mismos a su vez lo son, y se verán beneficiados con un arreglo), tiene que ver precisamente con eso: quien va a pagar la cuenta, porque no quieren ser ellos.
Mientras tanto y como derivación de todo esto, en el Congreso el impuesto a las grandes fortunas sigue sin aterrizar (no será por la pandemia, porque en teoría venía a aportar los recursos para afrontarla), y una simple moratoria impositiva pena para ser aprobada, porque hay sectores de la oposición que quieren incluir una cláusula expresa que excluya de sus beneficios a las empresas de Cristóbal López.
Salir de la pandemia (formalmente, al menos en los papeles) tendrá muchas consecuencias, porque gatillará discusiones dormidas (como las paritarias, o la reforma tributaria), y haría caer otras soluciones excepcionales (como los acuerdos de rebaja salarial con trámite express de homologación). O dicho de otro modo: no se pueden desatender los efectos específicamente sanitarios de la pandemia flexibilizando actividades sin criterio sanitario y por presiones económicas y políticas, y seguir usufructuando sus "beneficios" en otros aspectos, como la suspensión de la puja distributiva; o de los mecanismos que les permiten a los sectores de ingresos fijos, no perderla por goleada.
Y un detalle no menor: el "día después" de la pandemia puede (y debe) generar los ámbitos y las condiciones adecuadas para la discusión al interior del "Frente de Todos", donde todo intento de crítica se intenta abortar con el argumento de no debilitar al gobierno en medio de la crisis sanitaria, y la renegociación de la deuda. Porque los intentos de condicionar al gobierno en su rumbo desde afuera, jamás se han detenido, por ninguna de las dos circunstancias; y de hecho influyeron en el modo como se condujeron ambas.
Pero la verdadera disputa (como se señala muy atinadamente en ésta nota de Darío Capelli que publica Artemio López) se da hacia el interior de la coalición oficialista, donde los sectores conciliadores (que son a su vez los que menos peso electoral aportaron para la victoria del FDT) quieren ganar terreno llevando agua para su molino, aprovechando a esos fines las presiones externas al armado gobernante, y tendiendo puentes hacia supuestos sectores de "oposición razonable" explorando nuevas alianzas políticas a futuro.
Si el problema fuera la crítica del propio espacio, serìa màs fàcil de resolver. Pero los misìles vienen de enfrente, como el boicot en CABA a la cuarentena, el periodismo de guerra, la inflada del dólar blue a 140 o el aprovechamiento de los ATP por empresarios que mientras tanto despiden y exigen bajar los "costos" laborales.
ResponderEliminarEl fuego es del enemigo Alberto, están limando el gobierno día a día.
No nos confundamos, los problemas no se originan en "fuego amigo".
Salvo que consideremos amigos a sectores como el de Larreta y a los socios de la banda de delincuentes macristas que pretender reciclarse como si hubieran llegado la semana pasada de Groenlandia.
El Colo.