jueves, 3 de septiembre de 2020

ES CUESTIÓN DE SUERTE NOMÁS


Aun en plena pandemia y con los números de contagios y muertes en alza, o precisamente por eso, el gobierno da señales de empezar a diseñar la economía "del día después"; también a partir del arreglo con los acreedores externos por el pago de la deuda heredada.

Y aunque más no fuera por un rebote estadístico desde el fondo del pozo de la crisis, la economía empezará a repuntar, el asunto es como, en que dirección y ayudada o conducida por qué medidas diseñadas o ejecutadas desde el mismo gobierno. Eso al menos es lo que entendemos los que pensamos que los gobiernos tienen algo que hacer al respecto.

Después están los chantas cultores del pensamiento mágico (como Pablo Wende en ésta nota de Infobraden), que suponen que todo corresponde al dominio de las fuerzas de la naturaleza, o fuerzas arcanas ocultas: cuando gobiernan los populismos se les alinean los planetas ("hay viento de cola"), y las condiciones objetivas (la suerte, bah) los favorecen para crecer, sin mayor esfuerzo. Incluso esos populismos desperdician esas condiciones favorables con políticas equivocadas, según ese relato.

Y por el contrario cuando gobierna el neoliberalismo (como nos pasásta hace apenas ocho meses con Macri), el viento es de frente, "volvemos al mundo" y ese mundo nos es hostil y nos juega en contra, o peor aun: la culpa la tenemos nosotros, que por un extraño sortilegio no somos capaces como sociedad de ir a su encuentro y aprovecharlo.

En ese mundo mágico no existen las teorías económicas, ni los diseños de políticas públicas, o en todo caso hay una sola teoría "racional" y lógica, y un único set de herramientas de política económica que todos los gobiernos, en todos los tiempos y en todas las latitudes, deben aplicar; sin importar cuáles sean los contextos en los que se deben desenvolver.

La pregunta sería entonces por qué esas políticas -a la inversa de lo esperado- nunca funcionan, y allí las explicaciones ingresan en el terreno de lo bizarro, o se apela siempre a la misma excusa: fallaron los ejecutores, los encargados de implementarlas; sea porque no estaban realmente convencidos de llevarlas a fondo (la falacia del "gradualismo" que pospone reformas estructurales imprescindibles), o porque -oh, sorpresa: la sociedad está viva y se mueve- la aplicación de esas políticas encuentra en un punto resistencias, porque lesiona intereses, recorta derechos, reduce consumos, empeora condiciones objetivas y materiales de existencia.

Si así expuesto el pensamiento económico dominante en nuestros medios de comunicación y por traslación, en el debate público en el país, luce absurdo y casi idiota, es porque lo es. O porque trata de tomarnos por idiotas a todos.

2 comentarios:

  1. Un pariente muy cercano fue diputado en la época de Menem, era contra (los 8, ¿se acuerdan?). El ministerio de economía les entregaba a los diputados las leyes que tenían que sancionar tal como venían del FMI. En inglés.

    Una vez incluso se olvidaron de cambiar el nombre del país en el proyecto: cada vez que se mencionaba el nombre del país, decía Pakistán, ni una sola vez Argentina. No es joda, las leyes tenían que ser exactamente las mismas para Pakistán que para la Argentina, las condiciones particulares de cada país no importaban.

    ResponderEliminar
  2. Con el viento de cola que tiene Alberto, cualquiera gobierna bien.
    El Colo.

    ResponderEliminar