lunes, 14 de diciembre de 2020

RESTRICCIONES

 


Todo gobierno se desenvuelve en medio de restricciones, y el de Alberto Fernández y el "Frente de Todos" no es la excepción, ni mucho menos: acá Claudio Scaletta en El Destape hace una apretada reseña de ellas, comenzando por la pesada herencia del macrismo (endeudamiento y recesión con destrucción de empleos y salarios), la restricción externa (estructural y agudizada), el "lawfare" y la pandemia.

Esta última (un "cisne negro" de proporciones colosales) es la única que no podía ser conocida en diciembre del año pasado al comenzar AF su mandato, pues todas las demás no solo eran sabidas, sino que en buena medida llevaron al peronismo y sus aliados al triunfo electoral y el retorno al gobierno: si el macrismo no hubiera sido un completo desastre, la oposición no lo hubiera derrotado en las urnas, y Macri habría alcanzado la reelección.

De modo que nadie está planteando que las restricciones no existan, o que no deban ser tenidas en cuenta en cualquier análisis o balance del gobierno. Pero precisamente la política existe para lidiar con los problemas, minimizar el peso de esas restricciones, y crear y crearse nuevos escenarios, con otras oportunidades. Vale lo mismo para el remanido concepto de "la correlación de fuerzas" al que se apela cuando no se puede (o no se quiere) avanzar en un sentido determinado.

Asu vez existen restricciones "autogeneradas" por la propia heterogeneidad de la coalición gobernante (con sectores más dinámicos y otros de posiciones más conciliadoras), o por el estilo de conducción del gobierno que impuso Alberto Fernández. Estas no pueden atribuirse al entorno, y deben revisarse cuando impiden avanzar, máxime si se tiene conciencia de que las "externas" no se modificarán en lo sustancial, de inmediato.

Tomemos como ejemplo no el único pero sí el más álgido, el de la economía: ayer Zaiat en Página 12 puntualizaba que el único modo de que la salida de la recesión no sea un simple rebote estadístico que nos lleve a los niveles de actividad previos a la pandemia, era una estrategia de recomposición de salarios y jubilaciones que les permita recuperar poder adquisitivo, y así empujar la demanda agregada.

Las jubilaciones éste año le ganarían a la inflación por un par de puntos, pero con el macrismo perdieron más de 20 puntos de poder adquisitivo; y el Senado acaba de aprobar un índice de movilidad en el que tuvo que intervenir Cristina para mejorar la pobre propuesta del Poder Ejecutivo. Los salarios, en cambio, volverán a perder contra la inflación, mientras el ministro de Trabajo dice que está contento con como evolucionaron.

El presidente se ha reunido en su primer año de mandato más veces con los empresarios que con los sindicalistas y movimientos sociales, pero los resultados no demuestran que se haya tratado de una estrategia eficaz: la pandemia que disminuyó drásticamente la conflictividad laboral y posibilitó una contracción de los salarios reales compelidos los gremios por la amenaza de despidos y suspensiones, no detuvo los aumentos de precios (sobre todo en los alimentos y bienes sensibles), ni mermó las rentabilidades de los sectores más concentrados y con posición dominante en el mercado.

Esa estrategia de pedirles paciencia a unos (los propios) e intentar seducir a otros (los ajenos a la coalición social que expresa el FDT), no solo que no funciona sino que, a las puertas de un año electoral en el que se juega buena parte del destino futuro del gobierno pues debe revalidar su legitimidad en las urnas, simplemente no se sostiene. Ni en términos económicos (sería el camino más seguro para prolongar la recesión), ni sociales (llevaría a profundizar la inequidad en la distribución del ingreso), ni políticos, porque socava al gobierno en la base de su núcleo duro electoral.

Lo hemos dicho antes, lo repetimos ahora: hay ciertas premisas "duhaldo/lavagno/massistas" de la estrategia presidencial que se han revelado, sencillamente, erróneas o falsas: no hay "salida exportadora" a la vista ni siquiera devaluando, no hay ampliación de las bases de sustentación del gobierno vía un "pacto social" con sectores que no quieren ceder nada de sus intereses y privilegios, no hay bolsones de "oposición responsable" con la cual establecer ciertos acuerdos, y no hay (ni en los medios ni el la corporación judicial) la más mínima intención de deponer las prácticas de jaqueo y erosión permanente al gobierno.

Y si no hubo nada de eso en el primer año de la gestión, mucho menos lo habrá en un año electoral, cuando esos factores de poder deben redoblar sus esfuerzos para esmerilar al gobierno, e intentar compensar el desdibujamiento de la oposición "institucional".

Insistimos: sin dejar de reconocer la existencia y el peso de las restricciones "externas" al accionar del gobierno, es hora de poner el foco en las "internas", y revisar ciertas premisas. Algo de eso (mucho en realidad) está planteando Cristina en sus cartas, cuando habló primero de los "funcionarios que no funcionan", y cuando advirtió después que el rol de la Corte Suprema (que el gobierno ni siquiera rozó en la reforma judicial que duerme en Diputados y la ministra de Justicia no quiere defender) va mucho más allá de sostener el aparato del "lawfare" o la situación de los presos políticos; cosas que a su vez el gobierno minimiza: en realidad van por el cuello del presidente, si lo creen necesario, ellos o sus mandantes.

1 comentario:

  1. "funcionarios y FUNCIONARIAS que no funcionan". Aquí no usó el "inclusive".

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