— Luis D'Elia (@Luis_Delia) November 19, 2021
Hace muchos años atrás, y a propósito de la necesaria -y aun pendiente- democratización de las fuerzas de seguridad, decíamos en ésta entrada: "La eterna discusión entre "mano dura" y "garantismo", además de falsa y reducccionista, termina frustrando todo intento de establecer políticas de seguridad serias y perdurables; así como el complejo de cierto progresismo por hablar siquiera de la seguridad como problema importante que demanda políticas públicas adecuadas, posibilita el avance de las ideas de derecha; porque además las visiones alternativas no tienen la capacidad de sostener siquiera las mínimas reformas que emprenden.".
"Pensemos que el día anterior a que comenzara el conflicto en Córdoba que luego se generalizó a buena parte del país, las miradas de los argentinos sobre la policía oscilaban entre el rechazo que generan los casos sonados de corrupción y connivencia con el delito organizado, y la empatía con los reclamos de esa misma policía, para que se le "desaten las manos" para poder combatir con más eficacia al delito; mientras es común ver en el espacio público protestando -a veces simultáneamente- a las víctimas de la inseguridad, con las del gatillo fácil."
"De allí que la democratización de las fuerzas de seguridad supone un desafío mayúsculo para nuestra continuidad democrática, sino más grave que el planteó en su momento subordinar al partido militar, seguramente más complejo; porque además deberá encararse en un contexto en el que el miedo y desconfianza de muchos ciudadanos comunes hacia quienes han sido armados por el Estado para protegerlos, son más profundos que nunca.".
Más acá en el tiempo y a propósito del caso Chocobar, se dijo acá: "Si las fuerzas de seguridad (territorio hostil a los avances democratizadores si los hay) pueden hacer estragos cuando los mensajes del poder político son ambiguos, ni hablar cuando son claros y terminantes, y no dejan lugar a segundas interpretaciones. En ese plano, lejos de condenar el gatillo fácil el gobierno pasó a silenciarlo, encubrirlo y encomiarlo, sin solución de continuidad. Peor aun: hay quienes no solo aprueban que las fuerzas de seguridad empleen la fuerza letal que les confía el Estado según su pura discreción en cuanto a las situaciones, sino a los potenciales blancos y objetivos; es decir, así como aplauden que fusilen a un caco, no les parecería mal que también lo hagan con un piquetero, un mapuche o un trabajador despedido que reclama por su empleo. Una forma de pensar que se remonta generacionalmente a la dictadura, pero se mantiene hasta hoy en quienes siguen justificando sus aberraciones.".
"Podrá decirse que estos últimos (los partidarios del gatillo fácil en cualquier circunstancia) son los menos, pero no son pocos: de lo contrario una propuesta política de derecha como la que nos gobierna desde 2015 no superaría el nivel de la testimonialidad electoral; aunque no sea el discurso manodurista el único soporte de los votos de "Cambiemos", así como también en este aspecto hay transversalidad: hay gente que no votó ni votaría a Macri, pero respalda el gatillo fácil.".
El asesinato de Lucas González a manos de agentes de la Policía Metropolitana (una fuerza de seguridad íntegramente gestada en democracia, pero bajo los peores cánones de formación de las dictaduras: en cinco años acumulan 121 casos de víctimas de gatillo fácil por su mano) no sucede en cualquier contexto; sino a días de unas elecciones legislativas caracterizadas por un deprimente retroceso en los términos en los que está planteado el debate político en la Argentina, en los que los discursos de mano dura que avalan el gatillo fácil, estuvieron a la orden del día.
Como lo marca el tuit de apertura de Luis D'Elía, formaron parte del reducido y primitivo núcleo de ideas de los "libertarios" como Milei o Espert, pero es obvio señalar que en "Juntos por el Cambio" no son ajenos a esa visión. Con absoluta liviandad y sin medir las consecuencias, llaman a ejercer la violencia institucional a las fuerzas de seguridad del Estado sin apego a leyes, códigos o reglamentos de ninguna especie, que son "rémoras garantistas" que impedirían proteger a los ciudadanos de los delincuentes, e incluso de los sospechosos de serlo.
Que decir de los medios hegemónicos, que cumplen en el dispositivo de la derecha política el rol de la "intelectualidad orgánica" orquestando su discurso: que hechos como el que le costó la vida a Lucas tienen siempre su raíz ideológica allí, sin que por supuesto jamás de los jamases se hagan cargo de la parte que les toca de responsabilidad. Peor aun: horas después de que se supiera como fueron las cosas, seguían intentando justificar lo injustificable o "contextualizarlo" (como si eso fuera posible), cuando ya no podían seguir encubriendo a Larreta porque era como tapar el sol con la mano.
Sin embargo, el problema que se nos plantea como sociedad es el grado de consenso social que esas ideas tienen, como quedó dolorosamente demostrado en las últimas elecciones; aun cuando haya que decir que, por ejemplo, el discurso de odio del gatillo fácil, las balas generosas y el queso gruyere no le alcanzó a la derecha para ganar en Rosario o La Matanza, como tampoco les alcanzó la manipulación política y mediática de las muertes violentas, en ambos casos.
De hecho es altamente probable que en breve, al siguiente caso sonado de inseguridad ciudadana que se cobra una víctima, otra vez vuelvan a instalar los discursos de odio que son la plataforma bajo la cual se montará el siguiente caso de gatillo fácil, sin solución de continuidad, y sin reparar en un hecho público y notorio: las fuerzas de seguridad siguen siendo un bolsón resabio de la dictadura en plena democracia, siguen abundando en ella los policías que sienten que están socialmente legitimados para resolver todo a los balazos, pero la inseguridad no cede ni el delito disminuye. La dolorosa perversión de los discursos mágicos de los irresponsables de la política.
Dentro mismo del FDT hay sectores que apoyan el punitivismo y la mano dura. Las fuerzas de seguridad son la guardia pretoriana del establishment, de la clase alta y de la clase dirigente. Son el reasuguro qie tienen para mantener sus privilegios.A estos se le suman los sectores desclasados y aspiracionales que descargan su frustracion adoptando el discurso del odio cuando en realidad ellos terminan siendo victimas de las fuerzas de seguridad y del punitovismo. El ciudadano de a pie a esta a merced de cualquier injusticia.
ResponderEliminarTodo lindo cuando no vivís en un barrio o villa dónde a cada rato se cagan a tiros y tenés que tirarte al piso para no ligar una bala perdida.
EliminarDesde esos barrios se piensa en punitivismo y todos son desclasados y coso. Nunca está desclasado el pelotudo de belgrano que estudia psicología social en la UB; ese pelotudo no es un desclasado, ese pelotudo tiene conciencia social.
Y mientras ese pelotudo pregona antipunitivismo desde el centro, en las villas los laburantes tenemos miedo todo el tiempo. Miedo de ir, de venir, de dejar la casa sola, de los pibes de la esquina, de la tuya, de todo.
Los chorros que andan matando laburantes no son la pobreza. La pobreza somos los que queremos salir adelante y sabemos que no se puede.
Métete la conciencia social en el ojete. Los pobres queremos seguridad, queremos paz. Y si eso es mano dura, dame mano dura hermano. No se puede vivir más en las barriadas.