Sigan bailando en el Titanic y operándola a Cristina desde este pasquín de la embajada: https://t.co/qfeSjuIcJi
— La Corriente K (@lacorrientek) December 12, 2021
El viernes en Plaza de Mayo Cristina no dijo nada distinto de lo que viene diciendo sobre la deuda con el FMI en los dos años del gobierno del "Frente de Todos". Más aun: dijo exactamente lo mismo que viene diciendo desde que se armó el FDT y ella eligió a Alberto para encabezar la fórmula, y lo mismo que dijo cuando en el 2018 Macri contrajo el préstamo, al cortársele a su gobierno el chorro del financiamiento externo.
Desde entonces y siempre, en todas las instancias y ocasiones en que se refirió al tema, planteó dos interrogantes, que siguen sin respuesta: como y quienes van a pagar la deuda, sentado que nunca ganó cuerpo al interior de la coalición oficialista no pagarla, o desconocerla. "Como" indaga sobre las condicionalidades y exigencias que el país debería soportar para obtener un acuerdo más o menos ventajoso sobre el pago del mega-préstamo, y "quienes" (la pregunta más importante), sobre las espaldas de que sectores de la sociedad debe recaer el mayor esfuerzo a esos fines.
En éste segundo caso, en público y en una plaza repleta, Cristina se ahorró los eufemismos: la tienen que pagar los que pidieron la tarasca, para luego fugársela, y la tienen en el exterior. Es decir, el núcleo económico del poder en la Argentina, que utilizó a uno de los suyos en el gobierno, para hacer lo mismo de siempre: transferirle a la sociedad sus pasivos, socializándolos.
Y aquí aparece un primer elemento destacable: Alberto en su discurso habló mucho de la primera pregunta, y nada de la segunda; lo cual podría no ser en sí mismo motivo de preocupación, si no fuera porque el gobierno viene dando -una tras otra- señales "amistosas" a esos mismos sectores, con políticas "ofertistas" caras a sus intereses, porque pueden proveer los dólares que se necesitan para pagar la deuda.
Alguien podría preguntarse por qué Cristina eligió la escenografía de la Plaza, con la militancia y la presencia de líderes regionales como Lula o Mujica, para decirle al presidente lo que le dijo, y las explicaciones al respecto pueden ser muchas: desde que estaba previamente pactado entre ambos para contener a los díscolos (que se sentirían representados por CFK), hasta que buscó marcarle la cancha a Alberto sobre los límites que tiene desde el oficialismo para negociar con el Fondo, o -en la interpretación de la oposición y los medios dominantes- está tratando de despegarse del acuerdo para no pagar los costos, y preservar su capital político a futuro.
También es posible que lo haya hecho porque advirtió que crecían (y crecen) las chances de que el acuerdo sea más de lo mismo de siempre con el FMI, y que éste (a diferencia del relato de Guzmán) no sea tan "bueno" como parece con su actual conducción. Lo cierto es que las preguntas de Cristina flotaron tanto tiempo en el aire (reiteramos, desde el mismo momento en el que Macri pidió el préstamo) que volvieron en forma de definiciones políticas: pasado el momento de preguntarse quienes van a pagar la deuda, CFK está diciendo quienes deben hacerlo.
Y su definición no difiere un milímetro de lo que fue la propuesta electoral del FDT, para ganar las elecciones presidenciales: "Entre los bancos y los jubilados, me quedo con los jubilados", decía el entonces candidato, hoy presidente. Como tampoco difiere la apelación de Cristina a la militancia y las bases electorales del oficialismo para salir a la calle en defensa de sus derechos cuando los sientan en peligro o vulnerados, de lo que el propio Alberto decía al comenzar su mandato: "Si me equivoco salgan a la calle para hacérmelo saber".
No hay aquí entonces demasiados misterios: Cristina, como liderazgo, síntesis y expresión de los sectores populares en la Argentina, está diciendo (y le está diciendo al presidente y al gobierno) que ella está para garantizar el cumplimiento del contrato electoral, no para hacer digerible una reculada mayúscula o una arriada definitiva de las banderas, al interior de la base electoral del oficialismo.
Porque en éste punto tampoco hay misterios: cuando Cornejo (un personaje menor, convencido del procerato, de la inverosímil UCR) dice que ellos no apoyarán el acuerdo si Cristina no lo hace antes explícitamente, no está diciendo que acuerdan con CFK en el punto de quienes deben hacer el mayor esfuerzo para pagar la deuda: eso sería atentar contra su base electoral, y sus valedores económicos.
Lo que está pidiendo es que Cristina (reiteramos: la síntesis, garantía y esperanza de los sectores populares en la Argentina) se incinere pagando los costos del ajuste contra sus representados, para erosionar su capital político y electoral, y allanarles el camino al retorno del gobierno en el 2023. Por extraño que parezca (o no) hay en esto un punto de contacto entre la oposición y el "albertismo" no nato: ambos giran en descubierto sobre un capital político que no es propio, sino de la vicepresidenta.
Y para concluir, si de representaciones hablamos, un dato no menor: las gremiales del poder económico no vacilan en ejercer lobbies y presiones en defensa de sus intereses, a cielo abierto: ahí anda la Mesa de Enlace virtualmente cooptándolo a Julián Domínguez para sus filas, o la COPAL instrumentando a Kulfas para defender sus intereses. Por eso en lugar de discutir como bajar el precio de los alimentos esenciales, el gobierno está discutiendo como liberar sus exportaciones, o bajarles las retenciones a los que se exportan.
Por contraste, la CGT (la emblemática representación de los trabajadores, hoy bastante venida a menos) se privó de ir al acto en la Plaza el viernes, donde hubo miles de trabajadores (es decir, sus representados) porque tienen más problemas con Cristina, que los que tuvieron con Macri cuando gobernaba: nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. Tuit relacionado:
Lógica pura sería que lo pagaran ustedes, que pidieron el préstamo. https://t.co/7uA8tbmYhI
— La Corriente K (@lacorrientek) December 12, 2021
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