Tal vez ustedes sean chicos y no se acuerden, pero en un tiempo un trastornado llamado José Natanson dijo -y escribió- que había prestarle atención al fenómeno de la "nueva derecha moderna y democrática", que revalorizaba bienes públicos como la educación y la salud, y hasta tenía un discurso reivindicador de la democracia y los derechos humanos.
Por supuesto que sabíamos entonces y sabemos ahora que la derecha real es muy distinta a como él la describió, y no se le parece en nada: son básicamente brutos, toscos, primitivos y con un limitado arsenal conceptual del que no parecen dispuesto a salir. Hace poco veíamos acá el caso de nuestro empresariado nucleado en la UIA, que propone siempre las mismas soluciones, sin importar los contextos o las épocas.
Días atrás el "tractorazo" de sectores del campo privilegido vinculados al PRO proponían que "les devuelvan el país de principios del siglo XX", o sea un país sin leyes laborales, ni voto secreto, ni voto femenino, por ejemplo.
Ahora apareció un producto de la farandulización de la política como Amalia Granata a proponer la vuelta del servicio militar obligatorio, una rémora del pasado que siempre aparece como la panacea para vaya a saber uno que, y que fue eliminado hace 27 años por un gobierno que comulgaba con el neoliberalismo, miren si habrá atrasado.
En breve seguramente reaparecerá la propuesta de reinstaurar la pena de muerte, frente al incremento del delito: otro de los fetiches que periódicamente agitan nuestros extraños liberales, que reniegan de las garantías individuales consagradas por la muy liberal Constitución de 1853.
Espert -por citar solo uno de los esperpentos más famosos de nuestra derecha, pero no es el único- reclama la eliminación de las paritarias "por ser un concepto fascista", lo cual sorprende: de ser así, él las apoyaría. O en todo caso no sorprende: no debe entender muy bien que fue el fascismo, pese a que lo practica a diario.
Milei -el nuevo muñeco pergeñado por el sistema para vendérnoslo como anti-sistema- va por la vida diciendo que si fuera presidente incendiaría el Banco Central, que en la Argentina fue creado en 1935 durante el muy conservador gobierno de Justo, y desde entonces -salvo en los gobiernos de Perón- fue un coto de caza de los bancos privados, más al amparo de la ley de entidades financieras de Martínez de Hoz, que sigue vigente.
Como dijimos, no hay modo de sacarlos de tres o cuatro clichés que repiten cíclicamente, como la dolarización -con la vienen hinchando los huevos desde que estalló la convertibilidad-, la reforma laboral flexibilizadora o el voto calificado: por estos días reflotaron aquello de negarle el voto a quienes perciben un plan social
Durante la pandemia nos pusieron a discutir las vacunas y medidas elementales de protección sanitaria como el barbijo o la cuarentena, y al paso que vamos estaremos discutiendo si la esclavitud debe volver o no, o si el fuego y la rueda fueron realmente avances para la humanidad: atrasan, siglos.
Pero a no engañarse: a fuerza de los desencantos de la democracia (el tema sobre el que viene martillando Cristina en sus últimas apariciones), esas ideas mohosas y simplistas, que solo pueden tener cabida en un país con la tercera o cuarta parte de la población de la que tiene hoy nuestro país (porque el resto sobra, si se implementan las políticas que pregonan), tienen un extendido consenso en vastos sectores de la sociedad, incluso en los sectores populares.
Lo que ellos harán si vuelven al gobiernor está muy claro, y ya ni se toman el trabajo de negarlo u ocultarlo: Macri les dijo a los empresarios en la convocatoria del Llao Llao que haría de nuevo lo mismo, pero más rápido, y las "internas" entre ellos son para ver quien es más brutal y primitivo en sus planteos: la "oposición razonable y constructiva" con la que soñó el gobierno es prima hermana de la "nueva derecha moderna y democrática" de Natanson.
El asunto es que pensamos hacer nosotros, para impedírselo. Parecérseles, o aceptar la discusión en el terreno en el que ellos quieren plantearla no parece ser el camino.
El "amigo" Horacio, mientras se prueba el traje, dijo que el próximo gobierno debe hacer los cambios no en 100 días, sino en 100 horas.
ResponderEliminarYa dejó de sobreactuar moderación.
Los cambios son pulverizar los derechos de las mayorías. Y si los dejan, restablecer la esclavitud.
¿que vas a discutir con estos primates?
El Colo.