Curioso como los analistas que hablan del esfuerzo del kirchnerismo por retener su bastión en la PBA aun en caso de una derrota nacional, no digan lo mismo del PRO y sus desesperados esfuerzos por retener CABA, ante el mismo riesgo. Sin eso no se entiende la pelea Macri-Larreta.
— La Corriente K (@lacorrientek) April 10, 2023
Todo esto me chupa menos que un huevo, que se maten entre ellos, si no fuera porque -de un extraño modo- los pitos cortos lo interpretarán como un signo favorable para seguir adelante con sus delirios electorales, incluida la reelección de Alberto: https://t.co/99dNHecThA
— La Corriente K (@lacorrientek) April 10, 2023
Y en un punto tiene lógica: el kirchnerismo fue el modo de salir por arriba de la crisis del 2001, con la política recuperando su vocación de representar intereses generales, y hacer lo que la gente votó, incluso más. Antes y después del ciclo kirchnerista es esta nada que vemos.
— La Corriente K (@lacorrientek) April 10, 2023
Ojo que entre el "Que se vayan todos" y el "Me chupa un huevo quien gane las elecciones, total son todos iguales" hay bastante cercanía, parentesco y similitud. Tanta que son casi lo mismo.
— La Corriente K (@lacorrientek) April 10, 2023
Estamos viviendo los efectos de la reforma electoral Sabag Montiel.
— La Corriente K (@lacorrientek) April 10, 2023
Después del derrocamiento de Perón en 1955, la Argentina gorila emprendió la tarea de constituir un país sin peronismo, que en la práctica significaba volver al país pre-peronista: bien lo explicaba el contraalmirante Rial cuando decía que la Revolución Libertadora se hizo "para que el hijo del barrendero muera barrendero". En ese ensayo perdieron 18 años, y al país le costó sangre, sudor y lágrimas, hasta que Lanusse comprendió que era imposible y se rindió ante el peso de los hechos.
En el camino, hicieron varios intentos de testear el funcionamiento del sistema político con la mayoría electoral proscripta en una democracia ficcional, suponiendo que -más tarde o más temprano- el voto peronista se diluiría, absorbido por los partidos del régimen. La convención reformadora de la Constitución de 1957, las elecciones de Frondizi primero y de Illia después y las elecciones provinciales de 1962 (en especial en Buenos Aires) fueron hitos que marcaron el fracaso de la estrategia, que obligaba a la oligarquía vernácula a volver echar mano del partido militar, para tratar de "desperonizar" a palos.
Lo que nunca intentó el gorilismo -porque iba en contra de su naturaleza intrínseca- fue eliminar al peronismo superándolo, es decir removiendo las causas que lo generaron allá por 1945: la injusticia social, el coloniaje económico y la absoluta falta de soberanía política en el plano interno y exterior. En lugar de aplicar el precepto de "desaparecidas las causas, desaparecerán los efectos" prefirió apelar a la máxima de Isaac Rojas: "muerto el perro, se acabó la rabia". Los genocidas del 76' no harían más que retomar esa misma tradición profundizándola hasta extremos hasta entonces impensados.
Salvando las distancias que median entre esos tiempos y los actuales -y con la decisiva influencia de esos tiempos en éstos, en la política y en la sociedad- algo parecido sucede desde hace dos décadas con el kirchnerismo, el modo político en el que salimos de la mega crisis del 2001, y la encarnación de un peronismo que superara la cooptación por el régimen de la fuerza creada por Perón, que representó la experiencia menemista.
Y lo que pasaba con Perón -no hay que tener miedo ni vergüenza de decirlo- pasa con Cristina: es desde hace tiempo el elemento ordenador de la política argentina, a ambos lados de la mal llamada "grieta". Tanto así que el programa político de la derecha argentina puede reducirse hoy a una simple formulación: terminar con el kirchnerismo y más específicamente con Cristina (Lanata acaba de decir que logrado esto, lo otro ocurrirá por consecuencia), tal como en su momento se propusieron terminar con el peronismo.
En el peronismo, Cristina -antes Néstor- obtura la tendencia a la fragmentación en tolderías comarcales o distritales, sin la visión nacional propia de un movimiento de ese carácter, que nació para luchar por la liberación nacional. Probablemente más por su propio volumen electoral (que hace que muchos puedan combatirla pero no ignorarla, como se comprobó en la conformación del FDT en 2019) que por el acatamiento a su liderazgo político; pero así son las cosas, y a juzgar por lo que vemos, así seguirán siendo.
Porque lo que estamos viendo es que, corrida Cristina de la grilla electoral, y sin muestras públicas y visibles (reiteramos: públicas y visibles) de su parte de ejercicio del liderazgo del conjunto del peronismo y sus fuerzas aliadas, lo que queda es lo que vemos, que no es mucho. Ni en términos electorales, ni en términos políticos; como que estos son la causa de aquellos, y no al revés, como usualmente nos quieren hacer creer; porque la política siempre es -aunque se lo niegue- un asunto de representación de intereses, no un laboratorio de la comunicación política o las técnicas de márketing electoral.
Y tal como pasó con Perón y el peronismo, Cristina y el kirchnerismo solo serán "eliminados" cuando sean superados, es decir cuando alguien (sea una fuerza política, un conjunto de fuerzas, un dirigente, o todo eso junto) asuma en serio la representación de los sectores sociales que se referenciaron en el kirchnerismo y se expresaron en las urnas -cuando pudieron hacerlo- votando tres veces por Cristina, en elecciones presidenciales resueltas en primera vuelta, y con considerable distancia del segundo.
Mientras tanto eso no suceda, seguiremos padeciendo esta hoguera de pequeñas vanidades que vemos a diario, en el oficialismo y en la oposición nacionales; más allá de la conformación de alianzas y candidaturas, e incluso del resultado de las elecciones. Porque ganar una elección -bajo ciertas y determinadas circunstancias- la gana cualquiera, pero no cualquiera puede gobernar en serio (es decir, sin limitarse a administrar una crisis tras otra, sin resolverla) este país, menos en éste contexto.
Quizás también haya que buscar ahí la persistencia del fenómeno Cristina, y el vacío que generaría el hecho de que su nombre no esté en la principal boleta electoral.
coincido 200 %
ResponderEliminarA la candidatura de Cristina la impone la necesidad histórica de su conducción.
ResponderEliminarSin Cristina, hoy Argentina es inviable.