Desde aquella consigna de Montoneros en los 70' hasta los debates en el feminismo con motivo de la discusión por el aborto, han abundado los ejercicios teóricos de historia contrafáctica -con todos los límites que eso conlleva- para intentar determinar que haría Evita hoy, si viviera entre nosotros.
En la mayoría de los casos, el que los hace intenta llevar agua para su molino a menos, claro está, que abomine de ella como lo hacen de Perón, que no falta gente que haga ambas cosas, con la misma intensidad hoy que en vida de Eva.
Lo que sí nos queda y sobre esos tenemos más certezas, es la vida concreta de Evita y sus enseñanzas, que si hubiera que resumirlas, las reduciríamos a una sola, pero esencial: la rebeldía contra la injusticia. Cuando decía que nunca se había dejado arrancar el alma que traía de la calle, estaba diciendo eso: que no la iban a domesticar, ni seducir con los oropeles del poder.
Evita, que luchó por el voto femenino con la misma pasión que puso en todas sus luchas, seguramente hubiera celebrado la ley de cupo pero hubiera seguido peleando hasta obtener la paridad en la representación política.
Pero también -se nos ocurre- lucharía por la igualdad de las mujeres en todos los planos: los trabajos, los salarios, las oportunidades de progreso. Y no es difícil imaginarlo porque lo hizo, en sus tiempos.
Le dolerían seguramente -como le dolieron en vida- la pobreza, la indigencia, el abandono de la niñez y los ancianos, la desigualdad. Ese dolor transformado en rabia y en pasión, fue lo que la hizo Evita, ni más ni menos. Que algunos hayan visto resentimiento donde hubo profundo amor por el pueblo llano y sencillo, habla más de ellos, que de Eva.
Evita no hubiera pensado que los piquetes y cortes de calle son un problema de tránsito sino una expresión de la injusticia social, ni hubiera denunciado a la justicia a las madres que llevan sus hijos las marchas, si no se hubiera preguntado por qué lo hacen, y que se podía hacer para que no tengan motivos para protestar para que se visibilicen sus reclamos.
Tenía bien en claro que hay gente con la que no se puede dialogar ni consensuar nada, nunca. Y vio mucho antes que sucedieran, la traición en el peronismo y al peronismo, la desnaturalización del legado y el proyecto de Perón, las deserciones de la burocracia sindical.
Evita fue "Mi mensaje" y "La razón de mi vida", las dos cosas: un lúcido cuadro político, y el fuego inextinguible de la pasión por la justicia. Por eso la frase que titula el post quizás no sea del todo correcta: Evita vive y es eterna por lo que fue, y lo que invita a ser: hay que animarse a reemplazar el ejercicio teórico de la especulación contrafáctica, por el ejercicio práctico y militante de la emulación.
Como ella misma decía "Si el pueblo fuera feliz y la patria grande, ser peronista sería un derecho. En nuestros días, ser peronista es un deber...". Y si lo decía entonces, imaginemos la vigencia de la sentencia ahora, en nuestro tiempo. Serlo, no decirlo, ni proclamarlo, ni parecerlo. Como hizo ella.
Milagro Salas presa en el gobierno de Alberto Fernandez, que mira para otro lado. Si Evita viviera, Milagro no estaría presa.
ResponderEliminarEl Colo.