Estos días que faltan hasta el balotaje de las elecciones presidenciales transcurrirán bajo el misma clima de trinchera en el que estamos desde diciembre de 2015, cuando concluyó el segundo mandato de Cristina: intentando articular respuestas políticas frente al avance de la derecha, más que viendo como profundizar las transformaciones pendientes, para construir un país más justo y soberano. Y en un punto no está mal que así sea: la amenaza es real y concreta, los riesgos son altos, y lo que está en juego no es ya solo un modelo de país con el que comulgamos, sino la misma existencia de la democracia tal como la conocimos estos 40 años. Y no es una exageración.
Ese contexto y las cifras que arrojó la primera vuelta electoral determinan el tono de la campaña, los guiños a determinados sectores de la dirigencia política y (lo que es más importante) del electorado, ciertas ideas/promesa a futuro como las de un "gobierno de unidad nacional"; ideas y promesas que habrá que ver si tienen éxito en el propósito buscado (ganar la elección), pero que no serán inocuas para el futuro, si ese objetivo prioritario y primordial finalmente se consigue: como ganemos (si ganamos) o como leamos el triunfo, perfilará el gobierno que emerja de las urnas.
Pero también fueron y son parte del contexto de ésta campaña ciertos comportamientos de los actores extrainstitucionales cuando mínimo sospechosos, o sugestivos: desde la corrida cambiaria que llevó el dólar "blue" cerca de los 1200 pesos hasta el desabastecimiento de combustibles, pasando por las remarcaciones de precios. Es como si esos actores jugaran a que todo se pudra, como si eso no incidiera en las elecciones, o precisamente por eso. O a mostrarle los dientes al futuro gobierno, sea cual fuere.
Es que esa cultura de la trinchera en la que vivimos desde hace ya unos años moldea las líneas de fuerza a uno y otro lado de esa otra trinchera: un poder económico cada día más fuerte y robustecido para imponer sus exigencias, frente a un poder político cada vez más fragmentado y débil para resistirlas, e intentar disciplinarlo. Hay ciertas actitudes de Massa frente a ésto (como pasó con la corrida o el desabastecimiento de nafta), volviendo incluso sobre sus propios pasos anteriores, que invitan a un moderado y prudente optimismo, y marcan una dirección posible y deseable a futuro.
El mismo día de las PASO, allá por el mes de agosto, decíamos en ésta entrada: "Esta campaña electoral -tan parecida en muchas cosas a la del 2015- transcurrió bajo el eje de "votemos para que no vuelva la derecha", y la perspectiva (o amenaza) de que eso suceda es real, y concreta. Y por si alguno no sabe lo que eso significa, ellos mismos se ocupan de recordárnoslo a a diario, corriendo las fronteras de su horriblidad.".
"Dicho todo esto, lo cierto es que el peligro cierto de que vuelva la derecha se ha convertido en la principal -si no la única- razón para votar por "Unión por la Patria" hoy, y en las generales de octubre. No es poco, y una de las justificaciones históricas del peronismo y sus distintas construcciones frentistas ha sido siempre cerrarle el paso a la instauración de la Argentina gorila. Sin embargo, queda la sensación de que con eso solo no alcanza, y que si nos limitamos solo a esto, estamos conduciéndolo -al peronismo, al movimiento nacional y popular en su conjunto- hacia su definitiva esterilización histórica.".
"Algún día -no necesariamente hoy, pero más temprano que tarde- tendremos que reflexionar en forma colectiva como es que nos hemos colocado en ésta trampa, de la que parecemos no poder salir desde aquel 9 de diciembre de 2015 en que Cristina se convirtió en calabaza: constreñidos siempre a votar más por temor que por convicción, o por el mal menor para evitar uno mayor, más que con la esperanza real de transformar esta realidad injusta.".
"Nadie está pidiendo imposibles, ni el asalto del Palacio de Invierno, ni revoluciones inimaginables en la Argentina de hoy. Simplemente llamamos a la reflexión sobre un fenómeno que no puede llegar para quedarse, porque los resultados serán los que estamos teniendo. Incluso una derrota a manos de esa derecha que ya nos venció una vez, y lo volvió a hacer en las legislativas del 2021.".
Las reflexiones -se nos ocurre- tienen la misma validez hoy, a menos de dos semanas del día en el que los argentinos elegiremos a nuestro próximo presidente. Que sea la oportunidad no solo para frenar a la derecha, sino para empezar a salir de las trincheras y pasar a la ofensiva, construyendo de una buena vez por todas las herramientas políticas y el programa de gobierno que posibiliten un país en el que esa derecha o esperpentos como Milei no tengan cabida, ni anclaje social, ni puedan convertirse en el vehículo de la frustración y el descontento social.
"Serás lo que debas ser, sino no serás nada", sentenció Don José de San Martín Libertador de América. Y la compañera Evita, en sintonía afirmó "El peronismo será revolucionario o no será nada". En mi humilde saber y entender, creo que eso es lo que nos está pasando, nos hemos convertido en un "partido" social demócrata en lugar de ejercer la "democracia social". Con eso de "mirá que viene el cuco" no alcanza, hemos perdido la esencia. Como decía el compañero
ResponderEliminarGermán Abdala en un reportaje de la revista Crisis en 1987 “Los liberales nos suelen acusar de estatistas. Un día, Neustadt me llamó el último estatista. Para la estrecha concepción de ellos somos estatistas, porque nosotros decimos: el Estado tiene que ser más fiscalizador, programar más, dirigir más e incidir más en áreas que son clave en la economía argentina. ¿Cómo puede ser que tengamos un noventa por ciento de los yacimientos mineros tapados, ni siquiera los minerales que necesitaríamos para producir insumos?”
Y en ese sentido, remarcaba: “Necesitamos un Estado que resuelva estos problemas, ellos lo llamarán ‘benéfico’, nosotros le llamaremos un Estado con rol social, un Estado popular, un Estado al servicio de las mayorías”.
Germán también nos decía: "Los poderosos no necesitan de la política porque ya tienen el poder, ya sea a través del dinero, de las armas o de las corporaciones. El pueblo sí necesita la política, porque es la
ResponderEliminarúnica manera que tiene para construir poder y cambiar las cosas" "A nosotros nos queda la militancia". Desgraciadamente nos hemos ido edulcorando, arrimando el bochín a "los poderosos", como será que hasta le "legalizamos y legitimamos la gran estafa, el latrocinio que fue la "deudita" que nos dejó el Mafio-Gato, mamaaaa....