Si algo no vamos a hacer acá es rasgarnos las vestiduras por el conflicto diplomático que provocó Milei con España, o para salir en defensa de Pedro Sánchez y su mujer. Menos con los problemas graves que hay en estos momentos en el país, por ejemplo lo que está pasando en Misiones.
El episodio, sin embargo, permite algunas reflexiones sobre las cosas que pueden pasar cuando un desquiciado como Milei llega a ocupar funciones tan importantes. Un tipo con claros y evidentes trastornos de salud mental- no es necesario ser psicólogo para advertirlo-, con conflictos personales no resueltos y resentimientos oscuros, sobre los que suma un marco teórico de ideas apolilladas y absurdas para explicar el mundo, que a él se le ocurren -en su alucinación- la única racionalidad posible.
No se trata de que el presidente no se pelee con ningún gobierno o mandatario extranjero, sino que si lo hace, sea por defender los intereses del país: si Milei hubiera discutido con el premier español en defensa de nuestra soberanía o recursos naturales, hubiera merecido nuestro apoyo.
Pero si la tirria nos traslada acá las peleítas de su club de fachos con ideas tan apolilladas como las de él, la cosa pasa a importarnos tres belines. O si está proponiendo por iniciativa propia -aunque no haya sido su gobierno el que escribió el proyecto, claramente- un régimen de beneficios para grandes inversiones en el que les está regalando nuestros recursos naturales, y concediéndoles incluso más beneficios de los que jamás pidieron, o pensaron obtener.
Concederle -como hacen algunos- cierta racionalidad a sus acciones sobre la base de que lo el tipo en realidad quiere es convertirse en una especie de líder y gurú internacional de la derecha es dar por el pito más que lo que el pito vale; desconociendo en el camino el peso real que nuestro país tiene en el contexto internacional.
Lo que si es importante es advertir que Milei se pelea con Sánchez (como antes lo hizo con Lula, Petro o López Obrador) por las mismas razones por las que dice que los salarios le están ganando a la inflación, o que el país está a las puertas de su recuperación económica: porque está total y absolutamente desquiciado, y ninguno del coro de paniaguados que lo rodea (en el gobierno y en los medios) se atreve a decírselo de frente, con todas las letras.
Y también -y sobre todo- porque estar loco y hacer locuras, hasta acá, le viene saliendo gratis: no tiene siquiera un pedido formal de juicio político presentado por los legisladores en el Congreso nacional, aunque ha venido acumulando más de una causa para que proceda, desde que comenzó su mandato.
Más y peor que eso: pese a que da todo el tiempo evidentes muestras de no estar en sus cabales, hay una parte importante de la política que ahora mismo, en estos momentos, está pensando seriamente en concederle facultades extraordinarias, asumiendo atribuciones propias del Congreso, para hacer casi literalmente lo que le plazca.
Milei sigue siendo todo el tiempo el personaje border que compuso (o es) para sobresalir en las redes y los medios y desde allí saltar a la política, donde sigue actuando como si fuera un panelista de la tele. Y alguien podría decir -no sin razón- ¿por qué habría de cambiar, si mal no le ha ido?
El problema es que el tipo no es panelista televisivo aunque se comporte como tal: es nada más ni nada menos que el presidente de la república, elegido por casi 15 millones de votos en el balotaje, por cuatro años. En los que -de seguir por éste rumbo- no va a dejar un país, sino tierra arrasada.
Y a propósito de sus votantes: un día -no sabemos si antes de cumplir su mandato, o cuando lo concluya- Milei se irá, y ya no será presidente. Pero nos quedarán esos millones de argentinos que volverán a votar en las siguientes elecciones, y que votaron esto, cuando ya era esto: nadie puede decir que el tipo los engañó, o que disimulaba los aspectos más controversiales de su personalidad y sus ideas. Que son todos.
Y nos quedarán también los intereses concretos, puros y duros que están detrás de Milei, que es solo un instrumento. Al que sostienen pese a sus evidentes disparates, porque les conviene y mientras les convenga. Para poder rajarlo de un voleo en el orto cuando ya no les sirva, y echarle la culpa del fracaso, como si ellos no hubieran tenido nada que ver.
Hace poco decíamos en ésta entrada:"...al final no era tan así que les daba "vergüenza como nos ven en el mundo", o lo que podían pensar afuera. Desde el presidente a los embajadores pasando por la impresentable canciller suman un o varios papelones diarios y nos han hecho pelear con todo el mundo, excepto Estados Unidos, el Reino Unido, Israel y Ucrania; o sea todos los que votan siempre en nuestra contra en la ONU por el tema Malvinas. Y les chupa un huevo.". A propósito: en esos temas (la guerra en Ucrania, el conflicto en Gaza) Pedro Sánchez y el gobierno español piensan exactamente lo mismo que Milei; por si algún despistado se embandera en su defensa.
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Los leo todos los días. Es muy oportuno el recordatorio acerca de la conducta de Sánchez por Ucrania e Israel, es decir la coincidencia con este sujeto en los temas principales. Lo veo una y otra vez y pienso cómo pudo ser ? cómo nos pasó ? Y, dolorosamente, me vienen a la memoria Macri, Bussi, Granata, Rico, Losada, Del Sel, Lombardi, Ciciliani, Pullaro, Pichetto, Bullrich, Lemoine, Mondino, Randazzo, Scioli, Massa, Fernández e ainda mais. Votados eh ! Ajo y agua ? Dios dirá
ResponderEliminarMe corrijo: parece que España acaba de pronunciarse a favor de la existencia de Palestina como Estado. Ojalá
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