Con la escasa paciencia que lo caracteriza, a esta altura de su gobierno Javier Milei esperaba contar con la ley bases aprobada a libro cerrado (recordemos que mandó retirar la ley ómnibus del Congreso cuando le sugirieron cambios), ratificado el DNU por ambas cámaras, firmado el pacto de mayo con los gobernadores y eventualmente -sobre todo si le preguntaban antes de asumir- levantado el cepo y con la dolarización en marcha.
Por errores propios de conducción política, por las limitaciones objetivas de la realidad y por la brutalidad de las propuestas, hoy por hoy solo tiene el DNU atrincherado en la Cámara de Diputados resistiendo su derogación, la ley bases navegando en la incertidumbre -si se aprueba en el Senado será con cambios y por estrecho margen-, el pacto de mayo tuvo que reemplazarlo por un show musical en el Luna Park y tanto él como Caputo acaban de decir que el levantamiento del cepo nunca fue un objetivo del gobierno sino que lo es la dolarización; para el cual -como diría Onganía- no hay plazos, lo que es lo que mismo que decir en términos prácticos que no se sabe si se hará.
Claro que nada de eso le impide anunciar 4000 (sic) reformas estructurales que ni siquiera él sabe en que consisten, cuando preside un gobierno huérfano de todo otro horizonte que no sea la motosierra; y por eso repite semana a semana la fábula de la zorra y las uvas: lo que hasta días antes era imprescindible e innegociable deja de ser relevante y listo, pasemos a otro tema.
Milei tiene legitimidad de origen, porque llegó por los votos, pero esa legitimidad rápidamente se consume si no se revalida en el ejercicio con resultados concretos, que la sociedad pueda percibir como mejora en sus condiciones materiales de existencia. Más cuando su mayoría electoral fue construida con un electorado volátil, con necesidades insatisfechas de todo tipo: de la esperanza a la decepción median miles de imponderables que impiden avizorar cuanto se tarda en pasar de la una a la otra, pero lo construido esencialmente sobre la insatisfacción con los resultados de la democracia (en todos los gobiernos), requiere sostenerse sobre la base de que esas necesidades (las que sean) sean satisfechas. Dicho de otro modo: a una parte al menos del electorado de Milei no le basta con haber conseguido evitar que volviera a votar el peronismo, y quiere resultados.
Milei no inventó la idea de gobernar basado solo en el respaldo que arrojan los votos, las redes y las encuestas, sin preocuparse en contar con una fuerza política organizada que lo respalde, otros lo intentaron antes, en especial cuando -como él- eran outsiders venidos por fuera de los partidos tradicionales.
Sin embargo, no es lo mismo ganar con esos medios una elección presidencial en un balotaje (menos si enfrente está el gran ordenador de la política argentina, que es el peronismo) siendo oposición y "lo nuevo", que una elección legislativa de medio término siendo gobierno, y en medio de un ajuste que todos empiezan a sentir en mayor o menor medida en cuero propio: la motosierra gana elecciones desde el llano, y cuando todos piensan que el tronco será otro.
Los dadores voluntarios de gobernabilidad que hoy hacen cola para ayudarlo -voraces lectores de encuestas todos ellos- llegará el momento en el que - acaso mirando esas mismas encuestas- dirán "Gracias, ya dimos"; porque lo quieren antes todo no es dar, sino llevarse. No es gente que se caracterice por quedarse en el Titanic a repartir chalecos, sino más bien de los que saltan primero; y algo de eso se puede leer en el llamado de Macri a respaldar la ley bases. Y Milei tampoco tiene espaldas -ni resultados concretos- para prescindir de ellos, dar el portazo hacia el fujimorazo definitivo o el cesarismo pleno, que es lo que realmente desearía y más de una vez dejó entrever.
El apoyo discreto -y no tanto en algunos casos- del círculo rojo tiene fecha de vencimiento, porque revalidarlo exige de resultados concretos a corto plazo porque sus tiempos no son los de la política: los que más tienen son gente que no está acostumbrada a esperar, y a pagar para que otros hagan los trámites por ellos. A esos no los va a conformar con varios Luna Park, menos si los nuevos negocios que esperan por la ley bases no se concretan, y el plan económico termina afectando los actuales porque se desploma la economía.
El ataque sistemático a los sindicatos y organizaciones sociales (más visible el segundo, pero el primero salta apenas surge un paro, o la CGT despierta de su letargo) se le puede volver en contra al gobierno en caso de estallidos sociales: en esos casos es mejor que la gente esté organizada y encuadrada con planteos concretos, y no vaya por la suya a la rebatiña. Esa la diferencia entre una huelga o un piquete, y los saqueos; aunque para la brutalidad represiva de Patricia Bullrich todos merezcan gases y balas de goma. La misma política represiva no puede sostenerse en el tiempo, ni en términos operativos ni -fundamentalmente- políticos.
Hasta una fuerza política nacida y crecida en las redes sociales como LLA debería saber que éstas no agotan ni expresan toda la vida real, y que no es lo mismo la "domada" en el intercambio digital, que la solución de los problemas. O que hay cosas que no se resuelven puramente en el dominio de la subjetividad propia de cada uno, sino que demandan respuestas concretas y reales, como comer. Guardar millones de kilos de comida en un galpón puede alimentar a la monada propia en las redes, pero la gente tiene hambre y además se entera que está guardada y no se reparte, justamente por las redes y los medios.
La rebeldía, la cultura border, todas esas presuntas manifestaciones rupturistas que llevaron a Milei y LLA donde están, tienen otro contexto cuando se cumplen responsabilidades institucionales y hay que jugar con ciertas reglas, que rigen para todos. Si además no se pueden exhibir resultados, sucede que lo que hasta ayer era visto con sorna y hasta complacencia -como el noviazgo del presidente con una vedette, o sus inclinaciones por el show- termina siendo una ordinariez grasa, mersa y mal vista, de un pelotudo que pierde el tiempo sin atender los deberes de su importante cargo.
Todo lo sólido se desvanece en el aire, decían Marx y Engels en el Manifiesto Comunista, que quizás Milei no haya leído porque no forma parte del canon de sus sagradas escrituras, y seguramente le debe parecer herético. Imagínense lo que nunca fue demasiado sólido.
Excelente nota. Los dos últimos párrafos son de antología. Y ya que estamos: en qué se diferencia Scioli de las dos ex funcionarias de Perotti con cargos en el staff del ex Franja Morada Pullaro ?
ResponderEliminarEn nada. Dos saltimbanquis impresentables que han ido y venido todo el tiempo por donde quisieron. Micropymes de la política.
ResponderEliminarCoincidimos, compañeros. Y gracias por responder.
ResponderEliminarScioli
ResponderEliminarNos insultaban por no querer votarlo