Por si no fueran pocas las penurias que atraviesan los trabajadores argentinos, a horas del 1° de mayo la Cámara de Diputados de la Nación le dio media sanción a la ley bases impulsada por el gobierno, que supone una agresión en toda la línea a sus derechos, y darle a Milei las llaves para destruir el país.
Sería un reduccionismo suponer que los trabajadores y sus organizaciones deberían prestar atención exclusivamente al capítulo laboral de la ley, y un error más grave aún pensar que, por habérsele limado algunos de sus aspectos más controversiales por negociaciones entre la CGT y el gobierno, la ley es inocua en ese punto: no contiene una sola norma en todo su articulado que favorezca a los trabajadores, ni les garantice que van a conservar sus derechos, o mejorar su situación.
En la misma ley se le delegan facultades extraordinarias al presidente para desguazar el Estado, despedir empleados públicos cuando lo estime conveniente, y se aprueba un régimen de incentivos a las grandes inversiones provenientes del exterior que además de saquear nuestros recursos naturales estratégicos, destruirá empleos en lugar de crearlos.
Hasta se incluyó una reforma previsional que terminó con las moratorias del gobierno de Cristina para que accedan a la jubilación los trabajadores con años perdidos de aportes, al mismo tiempo que indulta a los empresarios que evadieron esos aportes; que incluso pueden acceder por otra vía a un blanqueo de capitales que muy posiblemente sean fruto -en parte- de esa misma evasión.
Y el paquete fiscal incluye la reposición del impuesto a las Ganancias para los salarios más altos de los trabajadores registrados, y un sideral aumento del monotributo, incluido el social: nos siguen pegando abajo, y arriba también.
Este oprobio -al que le resta aún transitar por el Senado para convertirse en ley- se suma a las constantes agresiones que vienen recibiendo los trabajadores desde que Javier Milei llegó a la Casa Rosada, y que todo indica seguirán recibiendo: por más que en sus alucinaciones el presidente crea que los salarios le están ganando a la inflación, cualquiera que vaya al supermercado sabe que eso no es cierto, y aun falta empeorar el cuadro con los nuevos aumentos de tarifas que se vinieron pisando para lograr dibujar una inflación mensual de menos de dos dígitos.
Toda esta guerra declarada a la mayoría del pueblo argentino (y dentro de ella, a todos los trabajadores en todas sus variantes, formales o informales) no hubiera sido posible sin la claudicación de buena parte de la clase política, y el acompañamiento a desgano de las protestas sectoriales por parte de la dirigencia sindical, en especial la cúpula de los "gordos" de la CGT; que no obstante han convocado a otro paro general para el 9 de éste mes.
Pero el negro panorama no sería completo sin decir que hay muchos trabajadores que votaron esto, y más aun trabajadores que lo festejan, por lo menos hasta que les toque a ellos. Y hay muchos explotados que no solo no se perciben como tales, sino que con orgullo se sienten empresarios cuando son trabajadores, precarizados, negreados y explotados. No es casual que la pérdida de derechos vaya de la mano de la pérdida de la conciencia de clase.
Serán los que vienen por delante años de lucha como lo fueron aquellos de los mártires de Chicago, pero no solo por los trabajadores y sus derechos, sino por la democracia misma como sistema, al menos en su sentido último y no como simple farsa electoral. Porque hay que comprender que nunca estuvieron ambas cosas tan imbricadas, desde 1983.
Muy buena nota compañeros. Y entre las defecciones, agachadas, traiciones o como queramos llamarlas, los votos en contra de la patria y del pueblo en Diputados son unos cuantos. Y me duele particularmente que Fein vote bien y Mirabella ni fue. Será otro Santilli, Ritondo, Pichetto, Randazzo, Scioli o Bullrich, que alguna vez se nominaron como peronistas ?
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