jueves, 27 de junio de 2024

PREMIO NOBEL DE ECONOMÍA

 

Esta semana se conocieron los indicadores oficiales de las principales variantes de la economía durante el primer trimestre del año, es decir en los primeros meses desde que el ex panelista televisivo tomó el comando del Poder Ejecutivo nacional.

Los resultados son todos desastrosos, por donde se los mire: el PBI cayó más de 5 puntos, el desempleo subió más de dos puntos en tan breve lapso, los salarios perdieron brutalmente poder adquisitivo y la desigualdad aumentó a niveles que no se veían hace casi 20 años ,y crecieron en forma paralela la pobreza y la indigencia.

Resultados directos de una política económica nefasta que produjo esos mismos efectos cada vez que se aplicó, lo que autoriza a suponer que -en tanto no se modifique- cuando se vuelvan a conocer los índices que correspondan a los meses transcurridos desde la medición difundida, todos empeorarán. Lejos está de vislumbrarse no ya un atisbo de recuperación -cosa que empiezan a reconocer hasta los que siempre defendieron este tipo de políticas-, sino el fondo del pozo.

Se dirá que son efectos deseados y buscados al aplicar esas políticas, por ejemplo porque aumentar el desempleo permite forzar salarios a la baja y resolver brutalmente la puja distributiva a favor del capital. La pregunta es cuanto tiempo esa dinámica es sostenible no ya en términos políticos o sociales, sino estrictamente económicos, bajo la propia racionalidad del capitalismo.

La respuesta a la pregunta parecen estar dándola otros indicadores como la brecha cambiaria, la pérdida de valor de los bonos soberanos y de las acciones de las empresas argentinas que cotizan en los mercados de capitales acá y en el extranjero; tanto como las presiones devaluatorias combinadas del complejo agroexportador -sentado sobre una pila de dólares- como del FMI, que elogia el rumbo pero advierte los riesgos, y no suelta un dólar.

Todo indica que mientras la economía real se cae a pedazos, el casino financiero montado por Caputo está a punto de estallar, con consecuencias imprevisibles. O perfectamente previsibles: más dolor, sufrimiento y privaciones para la mayoría de los argentinos.

Y en ese contexto, el presidente reclama para sí y su principal asesor un futuro premio Nobel de Economía por estar reescribiendo la doctrina, sumido en una espiral de delirio que incluye viajar por el mundo con la nuestra y sin autorización del Congreso, para recibir premios falopa de fundaciones inexistentes, o que nuclean a otros psicópatas como él. Esa sería en apretada síntesis una descripción de la realidad nacional.

O no: faltaría agregar que en ese mismo contexto, la oposición "dialoguista" y "responsable" se apresta a votar en el Congreso una ley por la cual se le cederán a ese presidente facultades extraordinarias para profundizar esta misma política económica que ya está produciendo desastres, y para terminar de desguazar desde adentro a un Estado al que odia y ha declarado su enemigo. Tanto que promete seguir con el despido masivo de empleados públicos, arrojando al desempleo a miles de personas que no podrán ser absorbidas por un sector privado que no solo no está creando empleo, sino que lo destruye a pasos acelerados.

Un paquete que incluye además reponer el impuesto a las Ganancias sobre un tramo de los salarios hoy exentos -en momentos en que la pérdida del poder adquisitivo es notoria-y disminuir la carga del impuesto a los Bienes Personales para los más ricos, cuando aumenta exponencialmente la desigualdad. 

No se llega a tamaño nivel de complicidad sin la íntima convicción -se diga o no en público- que el rumbo elegido por el demente de Milei no solo es el correcto, sino el único posible. Y que es mejor -aunque tampoco esto convenga decirlo en público- que los costos políticos de la motosierra los pague él, haciendo el trabajo sucio que en un futuro aprovecharán otros.

Todo mientras se desmantela toda forma de política social de protección, sea por el desfinanciamiento o lisa y llanamente, por su eliminación. Después hay quienes se sorprenden cuando todo vuela por los aires, o buscan culpables no en las absurdas teorías económicas que aplican, sino en la realidad que una y otra vez, se les resiste. No sea cosa que un estallido social les impida aspirar a ser laureados con el premio Nobel. 

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