jueves, 4 de julio de 2024

LA PERPLEJIDAD DE LOS IDIOTAS

 

Un autodenominado plan de estabilización resulta ser un ajuste salvaje, que transfiere ingresos de los sectores asalariados y los jubilados a los más concentrados de la economía, provocando una profunda recesión que hace caer el nivel de actividad mientras destruye salarios y puestos de trabajo.

La recesión provoca la caída de la recaudación y compromete el objetivo de alcanzar el equilibrio o superávit fiscal, como una frazada corta que destapa los pies si cubre la cabeza. Los malabares financieros para generar un ancla cambiaria a la inflación (que nos venden como un fenómeno exclusivamente monetario) terminan explotando por la falta de dólares, que retacean los que los tienen que son los que dicen apoyar el experimento: los fondos de inversión, los bancos, los exportadores.

La inversión se desploma por más concesiones y regalos que se prometan al capital, porque el capital es miedoso y -sobre todo- no es zonzo, y no va a enterrar plata en una economía que se cae a pedazos, más allá de manotear algún activo interesante que les resulta barato, o a precio de ganga. 

Se empieza por una devaluación porque "el tipo de cambio real estaba atrasado", y se termina apelando a una tablita cambiaria para intentar contener las presiones devaluatorias realimentadas por la inflación que -en lugar de contener- se llevó a las nubes liberando precios y tarifas. Hasta que un día no queda más remedio que volver a devaluar, todo termina de explotar por los aires y hay que volver a empezar, en medio de los escombros.

Los que alguna vez Alfredo Zaiat llamó brokers de negocios disfrazados de analistas económicos expresan su perplejidad porque las ideas que siempre pregonaron como la única solución para todos los problemas del país no están funcionando en la realidad, y le empiezan a echar la culpa a la realidad, que se les resiste. Y empiezan a desmarcarse del experimento, sobre la base de que en realidad esas ideas se desvirtuaron en su aplicación, o el gobierno no tuvo la decisión de ir a fondo con las políticas de shock, sin gradualismos inconducentes. 

Todo esto sucede pese a que se hace todo lo que el capanga económico de turno dice que hay que hacer para sacar al país adelante y dar certidumbre a los mercados: pagar la deuda, privatizar cosas, achicar el Estado, reducir salarios, entregar recursos naturales, otorgar poderes extraordinarios, despedir empleados públicos, enajenar el patrimonio nacional. Nada calma a los inestables dioses del mercado.

En líneas generales -palabras más, palabras menos- esa es la situación actual de la economía argentina bajo la conducción del Messi de las finanzas, en la presidencia del experto en hacer crecer la economía con o sin dinero, que tenía 30.000 palos verdes en un celular. Cositorto era más digno, o al menos no estafó a tanta gente.

Lo mismo se podría decir -con los matices de cada caso- de los "planes de estabilización" de Martínez de Hoz y Cavallo (con Menem y De La Rúa), y con el más reciente experimento macrista. En todos los casos se formularon las debidas advertencias del caso, que fueron no solo desoídas, sino desacreditadas como casi expresiones de terraplanismo económico, o algo por el estilo. O perseguidas con todo el despliegue del aparato represivo del Estado. 

Y todo estos experimentos -en términos económicos- no terminan explotando por la resistencia social o la oposición política, sino por el fuego amigo: los empresarios apoyan pero remarcan y no invierten, los fondos del exterior les palmean la espalda pero no la traen, el campo aplaude pero se sienta sobre los silos bolsa esperando la devaluación, y los bancos...son los bancos: como hemos comprobado en nuestra historia, es más posible que caiga un presidente, a que quiebre alguno.

La particularidad de éste caso (o lo que lo diferencia de los anteriores experimentos similares) es que más de 14 millones de argentinos lo creyeron viable y lo acompañaron con su voto, pese a todas las advertencias en contrario. Y lo votaron además sobre la idea de quien encarnaba estas viejas ideas era lo nuevo, que venía a terminar con la casta; que -como empiezan a comprobar algunos con asombro- resultaron ser los trabajadores, los jubilados, los científicos, los estudiantes universitarios.

Todo indica que el experimento con seres vivos que ensayan Milei y su pandilla de lunáticos y vividores está más cerca de su fin que de su perduración, y crece la perplejidad entre los que lo creyeron viable, o hicieron como que lo creían, para hacer sus negocios. El tema es que nos va a salir carísima la perplejidad de los idiotas, y la de los vivillos. 

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2 comentarios:

  1. Lo peor del caso es que te puede engañar Macri porque los desastres de políticas similares a las suyas, ya quedaron en el olvido.

    Pero con la memoria fresca de lo que hicieron Macri y Caputo, votar a Milei es de una imbecilidad atroz (salvo para los de siempre).

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  2. En todos lados hay. Pero 14 millones de boludos es demasiado.
    14 millones de boludos. Que lastre.
    Y cuando todo estalle, se los podrá ver con cara de no entender que pasa.
    Nunca entendieron, ni antes ni después.
    El Colo.

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