No se trata de postular que no analicemos por que perdimos las elecciones y nos ganó Milei, sino de señalar que no se utilice eso para posponer la acción que se exige en forma inmediata para oponerse a su gobierno y sus nefastas políticas, y para organizar una alternativa política que lo derrote en las urnas. Menos cuando la crisis detonada por el escándalo de Libra y sus derivaciones más el agotamiento del modelo económico que supone el nuevo acuerdo con el Fondo pueden acelerar dramáticamente el proceso.
Sobre todo cuando si algo no tiene el proceso que vive el país es complejidades o zonas oscuras ocultas al análisis: está todo a la vista y con exhibición obscena de su brutalidad y crueldad, sea el plan económico, la profundización de la desigualdad en la distribución del ingreso, el avance de la motosierra sobre los derechos del conjunto, la entrega de la soberanía nacional y los recursos naturales, el autoritarismo, las violaciones de la Constitución, la persecución y la represión de todo disenso o protesta social, la reivindicación de la dictadura y el cipayismo. Y con el episodio de la cripto, también la porosidad a la corrupción.
Se trata entonces de no complejizar las cosas sino de simplificarlas, precisamente porque son graves, apuntando de modo sencillo a las formas de la memoria social como ellos apuntan a la desmemoria, en todos los frentes. Y a la memoria individual, que en las elecciones deviene colectiva y se expresa en el voto.
Reconociendo las dificultades que plantean a esa tarea los prejuicios construidos e instalados durante años y las subjetividades colonizadas por los dispositivos ideológicos del sistema, en lo cual los medios juegan un rol preponderante que nadie con un mínimo de honestidad intelectual puede negar ya. Sin estadísticas ni enumeraciones (como las de la imagen de apertura), sin discusiones bizantinas sobre como se miden la inflación, el desempleo o la pobreza, porque en el fondo esas son también percepciones, y sobre esas percepciones sociales hay que actuar.
Haciendo notar que el país es el mismo con todos los gobiernos, con sus mismos recursos naturales, población y posibilidades. Con un contexto internacional que siempre ayuda y complica, al mismo tiempo: no existen paraísos ni infiernos temporales, ni gobiernos tocados por la varita mágica o mufados. Hay contextos y políticas, que aprovechan o no esos contextos.
Insistiendo -desde ese mismo lugar- en que la gente -cada uno- es más o menos siempre la misma, con sus capacidades, su esfuerzo y sus ganas de estar bien o mejorar su situación, la de su familia y la de sus afectos. Pero que el contexto (el país, la economía y obviamente el gobierno) es lo que cambia, y ayuda o no en esa búsqueda.
Llevar la reflexión a los cuándos: cuando había empleo, y no había miedo de perderlo en cualquier momento, cuando el sueldo alcanzaba para llegar a fin de mes y -a veces- hasta dejaba un resto para ahorrar o darse un gusto. Cuando las preocupaciones eran otras (irse de vacaciones, arreglar la casa, comprarse ropa o cambiar el auto, comprar dólares) y no poder pagar los servicios, comer por lo menos dos veces al día o poder jubilarse el día de mañana. Cuando las fábricas trabajan, agregaban turnos y creaban empleos y cuando enviaron telegramas de despido y suspendían personal, cuando se abrían comercios, empresas, negocios o emprendimientos y cuando se tuvieron que cerrar.
Enfatizar que riqueza -y más en éste bendito país- hubo siempre, pero lo que no hubo siempre fue intención de redistribuirla y hacer que las cargas sean más parejas, y que más argentinos pudieran disfrutar de ella. Y a la inversa, cuando se pudo ver que la intención era la opuesta: concentrar esa riqueza cada vez más en pocas manos, porque es cierto que pobres hubo siempre, pero no siempre hubo la ostensible intención de no hacer nada con ellos, o negarles incluso un plato de comida.
Convocar a pensar cuando el país no era un paraíso con todos los problemas resueltos, y cuando sentimos vivir en el infierno con una realidad que no nos trae a diario más que malas noticias, cuando había acceso más o menos garantizado a la educación, la salud o los medicamentos -aun con deficiencias- y perspectivas de progreso y de ascenso social para mejorar la situación (aunque se lo atribuyeran exclusivamente al esfuerzo personal), y cuando sentimos que no hay futuro ni posibilidades y que la única salida es Ezeiza, por más esfuerzo personal que hagamos.
Si bien las preocupaciones prioritarias de la mayoría de los argentinos son por lo material y las condiciones objetivas de la existencia cotidiana (algo en parte desmentido en las últimas elecciones por las percepciones desde la que se vota), también convocar a la memoria social para evocar cuando se podía decir cualquier cosa del gobierno o protestar contra él sin temor a sufrir represalias, y cuando no. Pero en serio, no imaginando dictaduras inexistentes o libertades incomprobables.
Desde allí -desde la clara y honesta identificación de cuando pasó cada cosa- discutamos todo: los logros y los fracasos, los temas pendientes, las prioridades, los instrumentos de política pública y su eficacia, o como se los puede adaptar o mejorar.
Si la reflexión concluye en que unos "Cuandos" coinciden con el peronismo en su encarnación kirchnerista y sus gobiernos, y los otros con los gobiernos que ha perpetrado el antiperonismo en sus diferentes encarnaciones electorales, hacer el esfuerzo para que se entienda que de eso no se le puede echar la culpa al peronismo, por más errores que pueda haber cometido cuando le tocó gobernar; y que la superación de esos errores nunca se logrará suprimiendo primero todos sus aciertos.
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