martes, 12 de abril de 2011

PAISAJE SANTAFESINO II: EL FRENTE PROGRESISTA


Por Raúl Degrossi

El análisis que iniciamos en una entrada anterior estaría incompleto si no se incluyera en él la interna del Frente Progresista Cívico y Social que gobierna Santa Fe desde el 2007, y que está alcanzando una temperatura insospechada hace apenas unos meses.

En efecto, a los cruces subidos de tono entre Binner y Giustiniani (los reales contendores de la interna del socialismo) se les han sumado las manifestaciones de Barletta y de importantes dirigentes del radicalismo, denunciando la utilización del aparato estatal en beneficio de la candidatura de Antonio Bonfatti impulsada por el gobernador, y detrás de la cual se ha alineado todo el gabinete provincial.


Las tres candidaturas a gobernador más expectantes del FPCyS (las de Bonfatti, Giustiniani y Barletta) parecen disputar a priori una interna más reñida que la de sus pares del peronismo analizadas en la entrada anterior, buscando cada uno sus apoyos al interior de la coalición gobernante: Bonfatti en el aparato gubernamental y los acuerdos con sectores del radicalismo (sobre todo intendentes y presidentes comunales del interior provincial); Giustiniani en la estructura partidaria del socialismo, la democracia progresista y el GEN (fuerza en retroceso electoral la primera, con escaso desarrollo la segunda más allá de los  dos principales centros urbanos), y Barletta en la fracción mayoritaria del radicalismo (los acuerdos que logró Bonfatti con sectores de la UCR le impidieron ser ungido como el candidato único del partido) y la Coalición Cívica de Elisa Carrió, que aportó a su candidato a vicegobernador.

En el 2007 la figura de Hermes Binner se impuso por su propio peso, como el único candidato capaz de vencer al PJ (que por entonces concurrió unido e identificado como Frente Para La Victoria), supliendo en ese carácter a Horacio Usandizaga; condición que le permitió imponerle a un radicalismo en crisis (tras la salida catastrófica del gobierno de la Alianza y el 2 % de Moreau en las elecciones presidenciales del 2003, que lo llevaron a no tener un candidato propio en las del 2007, acudiendo a Lavagna), la candidata a vicegobernadora (Griselda Tessio) por encima del elegido por la convención partidaria.


Cuando los tiempos electorales del 2011 comenzaron a acercarse, los radicales santafesinos se sintieron en condiciones de imponer otro reparto de poder en el Frente Progresista, cuyo gobierno ciertamente ha sido hegemonizado por el socialismo, con una participación menor de la UCR y prácticamente inexistente del resto de las fuerzas que integran la coalición; circunstancia que no es ajena a la poca receptividad que han tenido en la Legislatura provincial, muchas iniciativas surgidas del Poder Ejecutivo, aunque muchas veces no sea percibida de ese modo, sino se atribuya le hecho a la oposición de los diferentes sectores del peronismo.

La recuperación del radicalismo que se avizoraba hace unos meses con el ascenso de Cobos a partir de su voto "no positivo" (hoy definitivamente eclipsado) y el surgimiento de la figura de Ricardo Alfonsín, entonaron a los dirigentes santafesinos de la UCR para plantear la alternancia de cara a las elecciones de éste año y un reclamo firme: el próximo candidato a gobernador por el Frente debía ser un radical.


Barletta se apuró a reclamar para sí ese derecho exhibiendo una unaminidad partidaria en torno a su figura que no existía, y de ese modo cometió un error garrafal: les dejó el camino libre a Binner y Bonfatti para explorar disidencias en el radicalismo que podrían capitalizar a su favor, como terminaron finalmente haciendo para ponerse a tiro de ganar la interna.


Impedido de presentarse a la reelección por la Constitución provincial, Binner no se ha resignado a ocupar un lugar secundario en la campaña: por el contrario, como lo hiciera con la candidatura a senador de Giustiniani cuando compitiera contra Reutemann en el 2009, se la ha puesto al hombro involucrando su peso electoral (su imagen positiva está bastante por encima de la de su propio gobierno, y de la del resto de la dirigencia política santafesina) en favor de su ministro de Gobierno y Reforma del Estado.

Y para eso ha apelado a una estrategia de pinzas: su compromiso personal y público con el candidato (presentándolo como el único capaz de dar continuidad al plan de gobierno), y la utilización sin complejos del aparato estatal con el fin de potenciarlo. Lo primero apunta a doblegar la resistencia que -hacia el interior del socialismo- expresa la candidatura de Giustiniani, lo segunda a disciplinar y alinear a los disidentes del radicalismo que no se sintieron contenidos por la de Barletta; sobre todo como se dijo, intendentes y presidentes comunales del interior provincial.

Tampoco es ajena a la estrategia electoral la aceitada relación del gobierno provincial con los medios de comunicación de Santa Fe y del país: la propaganda es un factor clave de su método de acumulación política, y la relación ha ido más allá de lo estrictamente vinculado con la distribución de la pauta publicitaria oficial; como lo corrobora la participación protagónica de la administración socialista en Expoagro, o la decisión de otorgarle la impresión de parte de las boletas electorales a una sociedad conformada por Clarín y El Litoral. 

Si la estrategia es eficaz o no lo dirán los resultados de la interna (las encuestas revelan hoy como mínimo un final cerrado entre los dos postulantes socialistas, que tiene a Binner subido al ring y redoblando la presión a diario), pero pocos -empezando por el propio Binner- parecen haber sopesado las consecuencias institucionales de una derrota de Bonfatti.

En efecto, el gobierno provincial fue, desde el mismo origen de su gestión, más del socialismo que del conjunto del Frente Progresista, y más claramente aun: de la fracción del partido de la rosa que se referencia con Binner y Bonfatti, por oposición a la nomenclatura partidaria conocida como "la familia", cuyo liderazgo ejerce Giustiniani.

Como consecuencia de eso, no sería para nada descabellado pensar que, tanto el senador nacional como el intendente de Santa Fe -de resultar vencedores en la interna-, reclamen rectificaciones del gobierno de Binner (que incluyan cambios de nombres en el gabinete, empezando por el del propio Bonfatti) para alinearlo con el candidato electo, exponiendo en público disidencias que hasta hoy permanecen en reserva; mientras al Gobernador le quedarían siete meses de gestión con una certeza que no depende del resultado electoral de julio: sería sucedido por alguien que no es de su confianza, aunque obviamente no le resultará indiferente que sea del peronismo o del Frente Progresista.

Por supuesto que, si el candidato de Binner vence en la interna, los réditos para él son múltiples: confirmaría su condición de gran elector provincial, y podría arbitar desde una posición de fuerza en la conformación de una coalición opositora al gobierno nacional desde el pan radicalismo o la "centroizquierda", por acordar con la denominación usual, aunque no expresa la verdadera naturaleza del espacio. La importancia de lo que está en juego explica entonces su decisión de protagonizar personalmente la campaña.    


Está por verse en que medida estos cruces de la interna afectan el desempeño electoral del Frente Progresista en las elecciones generales. A priori pareciera que su capacidad de alinear a todos los votantes del espacio detrás del vencedor de la primaria es mayor a la del peronismo, por lo explicado al analizar a éste y porque el componente de voto anti-peronista es fuerte en todos los partidos coaligados; y eso le otorga a priori una ventaja sobre el PJ. 

Por el contrario y conforme a lo dicho al analizar la interna peronista, el FPCyS puede sufrir una fuga de votos de los santafesinos (que no fueron pocos) que en el 2007 votaron a Hermes Binner como gobernador, desencantados con las sucesivas gestiones peronistas -o que directamente no son peronistas-, pero que ven con simpatía el proceso político abierto por Néstor Kirchner a partir del 2003 y -en no pocos casos- votaron también por Cristina.

Esos sectores (politizados, de clase media urbana) podrían facturarle al socialismo y a Binner su postura en el conflicto con las patronales del campo y sus vínculos privilegiados con el Grupo Clarín, además de decepciones más concretas con el resultado de la gestión de gobierno, que ciertamente no es brillante ni mucho menos.

Paradójicamente la sangría de votos por ese lado sería mayor si el candidato del Frente fuese Giustiniani o Barletta, y no Bonfatti, el elegido de Binner; y por contrapartida si el candidato fuese Barletta, el oficialismo provincial podría captar parte del "voto Reutemann" sobre todo en el centro y norte provincial, y en la ciudad capital.

Sin desconsiderar el panorama nacional y su influencia (Santa Fe no es inmune al "efecto Cristina"), en quien capture esa porción del electorado (reteniendo además la base propia) y en cuanto alcance a sumar la candidatura de Miguel Del Sel (lo que está directamente vinculado justamente con el comportamiento de ese sector que expresaba electoralmente Reutemann), más el modo en que se resuelvan los interrogantes que  plantea el sistema de boleta única (para los propios electores en primer lugar) están las claves de las elecciones a gobernador del 24 de julio.

Y hablando de la boleta única, puede suceder con el Frente Progresista lo mismo que se señalaba para el peronismo: que los promotores de una alquimia electoral con tufillo a anti política terminen siendo víctimas de su implementación, porque desarticule territorialmente la integración de los esfuerzos de los candidatos locales con los postulantes al nivel provincial.

En ese sentido la estrategia de seducción de Bonfatti hacia los referentes distritales del radicalismo (para ensanchar sus bases electorales) se hubiera avenido mejor con el viejo sistema de votación.

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