miércoles, 27 de julio de 2011

DURMIENDO CON EL ENEMIGO


Esta nota de Página 12 del domingo -donde Sandra Russo anticipa el libro sobre Cristina que escribió y acaba de salir-, motivó esta carta abierta de Alberto Fernández en La Nación de hoy.

No vamos a entrar en el terreno de la discusión sobre quien dice o no la verdad, porque es casi cuestión de fe: unos le creeremos a Cristina (¿cuál sería la razón por la que mentiría ahora sobre el punto?), otros le creerán al ex Jefe de Gabinete porque lleva agua para su molino, y jamás creerán lo que diga el gobierno o la presidenta: ver los comentarios de los lectores de La Nación al pie de la nota para corroborarlo.

Supongamos además que nosotros adherimos a la idea de desconfiar de la interpretación de los procesos históricos ateniéndose para eso exclusivamente a los testimonios de sus propios protagonistas.

El asunto es otro, y tiene que ver con la construcción política del kirchnerismo desde el 2003 para adelante, sus luces y sus sombras.

Nadie puede dudar que Néstor Kirchner en el 2003 -con apenas el 22 % de los votos- debió apelar a personajes y estructuras disponibles para abrir su propio camino hacia la conquista del poder y su consolidación, luego de que Menem desertara del balotaje para dejarlo herido en su legitimidad y fortaleza política.

Tampoco hay dudas respecto a que, en esas condiciones de acumulación política, emprender desde el primer día una lucha frontal contra los factores de poder económico hubiese sido suicida, y Kirchner no cometió un suicidio: hizo política; abriendo brechas, ganando espacios y acumulando masa crítica para ir -paso a paso- reconstruyendo la autonomía de la política y el poder del Estado, junto al rescate del sentido profundo de la investidura presidencial. 

Y esos fueron justamente sus mayores méritos históricos, construidos de modo paciente y perserverante desde el 25 de mayo del 2003, hasta dejar la Casa Rosada y mucho después; hasta su muerte inclusive, y la democracia argentina le debe por eso un homenaje de gratitud: creó un activo que todos los dirigentes políticos que aspiren a conducir sus destinos debieran saber aprovechar.

Tampoco nadie -ni siquiera el kirchnerista más acérrimo- se atrevería a discutir que -en ese contexto- sus relaciones con el Grupo Clarín no fueron iguales a través del tiempo, pasando de la cercanía -como que era el candidato elegido por Duhalde, a quien el GDA debía la ley de bienes culturales y la pesificación asimétrica- al distanciamiento, y el enfrentamiento abierto: desde la prórroga de las licencias a la ley de medios, para ponerlo en ejemplos.

Pero esa es la dinámica de la política real, así funciona; lo demás es puro chamuyo de los que la comentan, desde afuera y desde adentro de las estructuras partidarias. 

Es posible además que el propio Kirchner haya comprendido cabalmente con el transcurso del tiempo en el poder, como funciona verdaderamente el monstruo Clarín, o hasta donde estaba dispuesto a llegar esa pistola puesta en la cabeza de la democracia, como muy bien lo calificó una vez Luis D'Elía. 

Y cuando lo comprendió, y su propia acumulación de fuerza se lo permitió, decidió que era el momento de ponerle límites, básicamente a partir del lanzamiento de la candidatura de Cristina primero, y del impulso de la ley de medios luego del conflicto con las patronales del campo, y el rol decisivo que jugó allí el Grupo.

Correspondiendo a esa evolución del proceso, Alberto Fernández lo acompañó durante toda su gestión como Jefe de Gabinete, lo que revela algunas cosas: merecía su confianza -un valor que en política nunca es inalterable-, le abría las puertas de relaciones con sectores empresarias y medios en Buenos Aires a un desconocido gobernador santacruceño, y conocía los metieres cotidianos de la gestión administrativa que se pueden delegar.

Recalcamos: los que se pueden delegar, porque si hubo un presidente para el cual el Jefe de Gabinete (ese engendro propio del sistema parlamentario injertado por Alfonsín en la reforma de 1994) fue una figura poco relevante, fue Néstor Kirchner. Ni Alberto Fernández ni nadie podrá arrogarse jamás la paternidad de las decisiones de Kirchner como presidente, ni las acertadas ni las equivocadas; y si no pregúntenle a Lavagna como le fue cuando intentó hacerlo.

Pero si uno repasa lo que ha venido haciendo Alberto Fernández desde su salida del gobierno para acá, encuentra un contexto de credibilidad a las palabras de Cristina en el libro de Sandro Russo: sin un peso político propio (como tal Alberto Fernández es inexistente, lo era antes y lo sigue siendo) se ha dedicado con perseverancia a transitar los medios hegemónicos denostando al gobierno desde la defensa de una supuesta "pureza" del legado kirchnerista, de la que él se ha autonombrado albacea.

Fernández nos dice "yo reivindico todo lo bueno que hizo el gobierno, que pasó mientras yo estuve, y critico todo lo malo, que empezó cuando me fui". Una posición astuta, mezquina y oportunista; mentirosa además, y si no vean a Graciela Ocaña (arrimada por Fernández al gobierno de Kirchner): de sanear la corrupción de Nosiglia y Barrionuevo en el PAMI, a subirse políticamente a cualquier bondi que la deje bien, incluyendo a Francisco De Narváez, candidato a gobernador radical en Buenos Aires, en una rosca urdida por el "Coti".

Y así como nosotros nos preguntábamos más arriba cual sería la razón por la que Cristina mentiría sobre el rol que jugó Alberto Fernández durante su gobierno, pudiendo omitir el tema, nos cuestionamos también por que él elige tildarla de mentirosa en una carta abierta, astutamente escrita en La Nación -hubiera sido obsceno publicarla en Clarín, pero Papel Prensa permite esas facilidades-, a pocos días de las internas abiertas.

Es decir: ¿a quién beneficia objetivamente la carta de Alberto Fernández, al gobierno nacional, a Cristina o a Clarín y a los que compiten electoralmente con ella el 14 de agosto, con muchos de los cuáles -como con Duhalde- mantiene desde siempre vínculos fluidos? 

Es probable incluso que las palabras de Cristina a la panelista de "6 7 8" hayan estado dirigidas al ex Jefe de Gabinete, buscando provocar una respuesta como la carta de hoy en LN, porque es la mejor confirmación de que Alberto Fernández siempre fue -efectivamente y por encima de todo- un hombre del Grupo Clarín.

Tanto como la confirmación de que el kirchnerismo estuvo demasiado tiempo durmiendo con el enemigo, un error que puede volver a repetir con otros protagonistas, si no pone la construcción política propia a la altura de las transformaciones que ha impulsado en el país desde el 2003 para acá.

4 comentarios:

  1. La verdad es que Alberto Fernández jugó bien en su momento la carta de "kirchnerista crítico" que "rescataba lo bueno y cuestionaba lo malo". Yo recuerdo las entrevistas de él con Aliverti a comienzos del 2009 (se presentaba como "liberal de izquierda" y sugería recetas para "salvar" al kirchnerismo, y me da rabia darme cuenta que me engrupió bastante.Pero me parece que ya está gastado: sólo su vanidad lo hace creerse importante... en ese sentido, aunque beneficie al grupo Clarín, él siempre fue partidario de sí mismo.

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  2. Alberto es igual a Lilita Carrió.
    Empleados de Clarin,y figuras mediáicas inexistentes electoralmente.
    Buscan a través de declaraciones escandalosas y delirantes, polemizar con quien jamás les contestará, porque no tienen capacidad ni elementos reales para esa polémica.
    Son elementos descartables (descartados hace mucho tiempo).
    Solamente tienen un lugar de privilegio en el Museo del Ridículo.
    El Colo.

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  3. No se... lo que vuelca la Russo en SU libro es verdad revelada???... No se... y si así fuera, mi adhesión a Cristina no cambia, porque yo que tengo una vida a ras del piso tengo un montón de defectos, renuncios y muchas veces acomodo los comentarios a como mejor me dejan parado. Hace falta tanta vanidad de una periodista, con un libro prestado por las anécdotas que otro que sí es interesante y que le cuenta?... No se... Digo vanidad porque si sos militante -no deja de decirlo- nunca te toca pensar si suma o resta la obra de tu vanidad... No se ..Yo a A. Fernández lo respeto y más respeto respetar lo que otro dice, máxime cuando, desde mi punto de vista se esforzó por ser crítico -lo que es su derecho- con alguna altura -o toda la que pudo. Pero si ahora el que saca chapa porque está sentado en 678 te puede maltratar, yo entiendo que el tipo reaccione, y como al libro lo debe haber leído Cristina antes, le reconozco al tipo el derecho de decir su verdad. O se va a jugar fuerte y hay que esperar que los aludidos se manden a mazo... No se.. así fuera cierto todo lo de A. Fernández y que Cristina malinterpretó o decididamente comentó a partir de la bronca por lo que vaya a saber porque tiene guardada, yo a Cristina la banco, porque le reconcozco estatura de estadista pero la puedo ver humana, de carne y hueso, con sus debilidades y fortalezas, y son esas debilidades -se quedó sin su compañero de toda la vida con una obra común inconclusa- las que me la muestran en toda su dimensión, porque hay que ser fuerte pàra dar tantas batallas todos los días si venís de semejante pérdida, sos mina y te quieren desbancar. Ni tan demonio Fernández, ni tan heroica la Russo... por lo menos no para mi. Los que bancaron a NK desde el comienzo siempre serán merecedores de mi consideración, máxime cuando yo asumí la evidencioa de la transformación que conducía cuando faltó físicamente y me sentí en riesgo... No se... perdonen

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  4. No hay nada que perdonar, pero me parece que no entendiste el post: no habla de Sandra Russo, y lo que viene haciendo Alberto Fernández desde que se fue del gobierno, habla por él mismo, y no parecen justamente críticas con altura, porque la altura no pasa por el modo en que se dicen las cosas, sino que es lo que se busca al decirla. Y eso es lo que Alberto Fernández no puede nunca terminar de explicar.

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