Por Raúl Degrossi
Las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), que se realizarán el 14 de agosto son parte de la reforma política impulsada por el kirchnerismo tras los resultados de las elecciones legislativas del 2009, que se plasmó con la Ley 26.571; parcialmente vetada por Cristina para mantener su propósito original: que rigiera en estas elecciones, y no en las del 2013, como había dispuesto la sanción original del Congreso por presión de la mayoría opositora.
A dos años vista, quedan claras las razones de la intención del conglomerado opositor de posponer la reforma: desde el patético alineamiento de Alfonsín y el radicalismo con la chequera de De Narváez, hasta el espectáculo del frente progresista que se prometió amplio y terminó chiquito; pasando por las dificultades de muchas estructuras partidarias con enorme visibilidad mediática para conseguir el piso de afiliados que les permita seguir manteniendo la personería, el panorama en el anti kirchnerismo es desolador.
En la misma medida en que las encuestas traducen como inevitable un triunfo de Cristina, la oposición compite en un torneo de exabruptos -como el de De Narváez sobre la muerte de Kirchner- lanzados a un fantasma que no está allí para replicarles, pero al que contribuyen todos los días a convertir en mito; y en una rueda sinfin de descalificaciones mutuas, en la que todos se enrostran claudicaciones programáticas (o se atribuyen a su turno, la coherencia en las ideas), simplemente porque fueron cagados en la rosca de las candidaturas.
La reforma política del 2009 fue ninguneada y despreciada por los opositores, con el sonsonete del "traje a medida del kirchnerismo"; y Margarita Stolbizer llegó a pedir que las internas se suspendieran, porque no tenían sentido ya que todos los partidos irían con un candidato único. Tremendo alarde de republicanismo.
Los radicales -fieles a su historia desde Del Mazo para acá- ensayaron para deslegitimarla una interna propia que nunca despegó porque Cobos no quiso participar, y Sanz protagonizó un récord: la candidatura presidencial más fugaz de la historia argentina. El peronismo federal ensayó un impresentable mamarracho de votación con papelitos, sin padrones ni boletas oficiales, que terminó con Duhalde bajándose de la elección luego de haberse dado arrumacos en público con Rodríguez Saá.
Pero Kirchner ya no está, y el primer puesto cómodo de Cristina en todas las encuestas no es fruto de la reforma ni de la viudez, precisamente. Por otro lado y por lo bajo, los opositores usufructuan los beneficios que la Ley 26.571 trajo aparejados; como la izquierda que -forzada por las exigencias de la reforma- confluyó en una candidatura unitaria (la de Altamira), algo que no supieron construir por sí mismos en casi 30 años de democracia.
La fragmentación en pedacitos del progresismo testimonial tiene también allí su trasfondo: como el 50 % del dinero que el Estado destina a los partidos para financiar las campañas se reparte por partes iguales entre todos (la otra mitad es proporcional a los votos obtenidos en las elecciones anteriores), al menos en este aspecto el kirchnerismo les ha garantizado una vía segura de financiamiento a las pymes, en este caso electorales.
Con las elecciones de Tierra del Fuego y Misiones, se cierra un ciclo de comicios provinciales con un amplio predominio del kirchnerismo, con resultados que seguramente se repetirán (corregidos y aumentados) en las elecciones presidenciales de octubre.
Las internas serán el 14 de agosto, precedidas por un cronograma de eleciones provinciales en distritos dificultosos para el gobierno nacional: el 10 de julio es la primera vuelta de las elecciones porteñas, el 24 la elección de gobernador en Santa Fe, el 31 de julio el balotaje de la CABA (algo que parece inevitable), y el 7 de agosto se cierra el ciclo con la elección provincial en Córdoba; todos distritos con flojas perfomances oficialistas en el 2009, y núcleos del conflicto agropecuario del 2008.
En ese ciclo están puestas buen parte de las esperanzas de Clarín, Techint y los demás miembros de la AEA de instalar el mito del balotaje; aunque eventuales victorias opositoras serían protagonizadas por fuerzas distintas: en Buenos Aires por el PRO (que no presenta candidatura nacional y hasta ahora no adhirió a ninguna), y en Santa Fe y Córdoba por el socialismo y el Frente Cívico, que virtualmente no existen más allá de las dos provincias.
El cierre de listas en el oficialismo -con los previsibles reclamos de los que perdieron en el reparto- añade otro elemento, y por eso las sirenas de Clarín y La Nación han comenzado a sonar fuerte hacia el interior del peronismo, tratando de alentar el síndrome de la "bajada de brazos", para que los excluidos no aporten en la campaña; y el peso de esta recaiga exclusivamente sobre el núcleo duro de cercanía a Cristina.
Pero hay otro dato a considerar: en los últimos días previos al cierre de listas, Carrió y Duhalde -dos borderizos, una de la psiquiatría, el otro del respeto al orden constitucional- comenzaron a instalar la idea de revalorizar las internas de agosto, con la idea de convertirlas en una suerte de primaria abierta opositora.
El esquema sería repetir la lectura de las legislativas del 2009: que Cristina obtenga menos del 40 %, sumar a toda "la oposición" como una sola cosa, para instalar la idea de que el mito de la invencibilidad de la presidenta no existe, y es posible vencerla en un eventual balotaje.
La diferencia radicaría en que Carrió (una criatura que se solaza en la pura contemplación de la destrucción creada por ella misma) se limitaría a constatar el resultado que imagina con su compulsión obsesiva por los pronósticos; y Duhalde saca de él la conclusión de que todos los opositores deben alinearse detrás del candidato más votado, para derrotar a Cristina.
Como los plazos para oficializar alianzas y candidaturas ya vencieron, la apelación del piloto de tormentas está hecha más bien al "voto útil" del electorado, confiando además en ser él el segundo, capitalizando la deserción de Macri y el derrumbe del radicalismo.
Implícitamente hay un llamado a bajarse a aquéllos candidatos opositores que, superando el piso del 1,5 % del total del padrón de los votos emitidos en la interna de agosto (lo que incluye a los votos en blanco, no a los anulados), no registren un caudal que haga suponer que competirán con alguna chance en la general de octubre.
Curioso: Carrió se autoproclamó la reserva moral del país, y viene descalificando desde hace meses al resto de la oposición por ser funcionales o claudicantes ante el kirchnerismo; Duhalde repite siempre que el país tiene una dirigencia política de mierda, en la que -antes, no tanto ahora- se incluía él mismo. Los dos parecen haber olvidado esas sentencias fulminantes, para soñar con una especie de resurreción del "Grupo A", esta vez en clave electoral.
Cabría preguntarse si cualquiera de los dos -que creen que Dios y la Patria les hablan al oído para transmitirles sus deseos- estarían dispuesto a deponer su ego (y bajar sus candidaturas) para acompañar a otro candidato opositor, si fuera más votado en las internas del 14 de agosto.
Eso demuestra la consistencia de la estrategia, que ya fracasó estruendosamente cuando el Grupo A, armado para tomar por asalto las comisiones y los cargos del Congreso, estalló en pedazos cuando comenzaron a perfilarse las candidaturas presidenciales.
Si eso pasó cuando todos se diferenciaban creyendo que ganaban y de sus filas saldría el futuro presidente, es poco sensato pensar que la estrategia tendría éxito ahora, cuando todas las encuestas le auguran un amplio triunfo a Cristina en primera vuelta, y eso ha motivado que se acelere la diáspora opositora y la bajada de seis precandidatos presidenciales de la competencia.
Porque si hay algo claro (y la discusión del progresismo de Binner y Solanas es aleccionadora al respecto) es que todos saben que Cristina gana por paliza, y están corriendo hacia los botes para salvarse del naufragio electoral, aferrándose a alguna banca legislativa, y se matan a piñazos por conseguirla; como los sobrevivientes del Titanic porque había pocos botes y salvavidas, y eran muchos.
Sin embargo no hay que menospreciar la estrategia, sobre todo porque el cronograma de elecciones distritales complicadas que se vienen para el gobierno y los crujidos internos que dejó el cierre de listas le dan una plataforma de despegue; y el kirchnerismo debería tomar nota del asunto, difundiendo claramente el sistema de las PASO, y sobre todo enfatizando que es obligatorio concurrir a votar; máxime teniendo en cuenta que la experiencia se aplicará por primera vez en el orden nacional.
Las internas abiertas y obligatorias fueron originariamente diseñadas por Néstor Kirchner para contener a los sectores disidentes del peronismo, obligándolos a ir por adentro para comprometerlos con el resultado (algo parecido a lo que se hizo en Santa Fe); riesgo que hoy no existe, pero extraer de eso la conclusión de que ya no tienen importancia, es un razonamiento equivocado.
Por eso hay que militar y organizarse para lograr que la gente participe y ganar las internas, aunque Cristina no compita contra nadie dentro del oficialismo; y aunque el cierre de listas haya dejado disconformes -como siempre pasa-, o el armado no seduzca a muchos; como acá en Santa Fe donde la lista del FPV deja bastante que desear.
Porque un triunfo amplio de la presidenta el 14 de agosto, superando holgadamente el piso del 40 % y con gran distancia con el segundo -si es posible perforando el techo del 45 % que establece la CN para ganar en primera vuelta- generaría el efecto inverso al imaginado por Duhalde y Carrió: aceleraría el derrumbe opositor ante la constatación de que las encuestas reflejaban la verdad, desarticularía la estrategia que pretenderán instalar Clarín y sus aliados, y aumentaría más aun las expectativas de voto para Cristina para las elecciones de ocutbre.
Porque en ese caso habrán sin dudas mucho "voto útil" que fluirá hacia ella, y eso incrementará no solo el margen de su victoria, sino la cantidad de legisladores del oficialismo que ingresarán al Congreso; dos cuestiones políticamente claves para su segundo mandato, y para encarar las transformaciones pendientes que consoliden la profundización del modelo que iniciara Néstor Kirchner el 25 de mayo del 2003.
Por eso hay que ganar las internas, lo más contundentemente que se pueda, y si a alguno le quedan dudas, que lea esta columna de Pagni y estas declaraciones de Ricardito Alfonsín.
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