sábado, 9 de julio de 2011

HISTORIA DE DOS CIUDADES IV


Por el Chino Garcé

Después de un tiempo de no tener noticias de él, he recibido correspondencia de mi amigo Mobutu quien me pone al tanto de las últimas novedades ocurridas en Johannesburgo y Soweto.

Al parecer, el alcalde Van Barlett ha decidido (lo cual ya es una novedad en sí, me acota mi corresponsal) suspender por el momento y sin precisar hasta cuando, la licitación que convocara con el objeto de otorgar las concesiones del servicio público de autobuses, con el pretexto de la crisis financiera internacional.

Sus detractores señalan que, en realidad, Van Barlett ha pospuesto el llamado porque los autobuses son el medio de transporte más utilizado por los pobladores de Soweto y por ende, el servicio que prestan no interesa en lo más mínimo a los acomodados residentes de Johannesburgo, los cuales en su mayoría al único autobús al que han subido en sus vidas es al de doble piso importado desde Londres por el alcalde, para realizar paseos turísticos.

Otros señalan que, en realidad, la suspensión obedece a las presiones ejercidas contra el Ayuntamiento por los empresarios que son los actuales permisionarios del servicio, quienes para lograr sus propósitos comenzaron a deteriorar cada vez más las condiciones de su prestación (suponiendo, claro está, que alguna vez hubiese sido mínimamente correcta) reemplazando las unidades más modernas por otras antiguas y en condiciones cada vez más deficientes de funcionamiento.

Advierten que Van Barlett se percató de esas oscuras intenciones cuando los autobuses regulares del servicio comenzaron a ser crecientemente reemplazados en las horas pico (cuando los habitantes de Soweto se dirigen en gran número a sus trabajos en las minas y plantaciones) por vehículos con tracción a sangre, movilizados por famélicos jamelgos que a duras penas podían hacerlos circular.

Me cuenta Mobutu que, tras la gran expectativa que despertaran en un principio los paseos en un lujoso catamarán por los parajes ribereños aledaños a Johannesburgo, el interés del público por la novedad ha decaído, lo que algunos atribuyen a la recesión en ciernes fruto de la crisis internacional, y otros a la proliferación de roedores con aptitudes acuáticas en la embarcación.

Otra tema que ocupa periódicamente la atención de los habitantes de ambas ciudades (en especial de Soweto) son los anegamientos producidos como consecuencias de las lluvias, y el deficiente estado de la red de desagües.

Recientemente una lluvia que Van Barlet no dudó en calificar como “histórica, sin precedentes”  aunque no superó los 150 milímetros, puso en aprietos al sistema de desagües de la ciudad, y al presunto plan de contingencia diseñado por el alcalde para esas eventualidades.

Sus dichos en relación a los nulos inconvenientes que la lluvia habría ocasionado gracias a sus previsiones fueron duramente rebatidos por los ciudadanos, quienes le enrostraban que parecía referirse exclusivamente a lo ocurrido en Johannesburgo, sin haberse siquiera tomado la molestia de recorrer alguna zona de Soweto.

Ante esto, Van Barlett cambió su estrategia comunicacional y, con el apoyo de periodistas adictos como Koni Chorrep y Willy Tapper, decidió descargar el peso de la responsabilidad en los propios vecinos, no ya por arrojar basura a los desagües y vías de drenaje, sino por vivir en áreas inundables. Hay quienes aseguran haberle oído decir en la intimidad “qué carajo quieren esos negros de mierda, quien los manda a vivir ahí” (mi traducción del inglés puede ser defectuosa).

Como eso no hiciera más que enardecer a la población de las barriadas de Soweto (aun cuando los dichos de Van Barlett recibieran, por el contrario, el más amplio apoyo de la minoría blanca de Johannesburgo), el alcalde cambió de discurso y lanzó vagas acusaciones de intencionalidad política en la obstrucción deliberada de los albañales, por parte de grupos políticos vinculados al JP (Justiciary Party), con el objeto de desprestigiar su imagen con fines electorales.

Obviamente esas afirmaciones no hicieron más que provocar la reacción furiosa de los aludidos, quienes por toda respuesta señalaron en declaraciones periodísticas que “la acusación es absurda, ¿para qué habríamos de tomarnos el trabajo de arrojar colchones en los desagües si podemos conservarlos para repartirlos en futuras inundaciones, y por otra parte, para qué haríamos algo para desprestigiar la imagen de Van Barlett y su administración, si de eso se viene encargando el mismo desde que asumió el gobierno, con bastante eficiencia?”.

Lejos de arredrarse, Van Barlett convocó a una rueda de prensa en la que acompañó tomas fotográficas de los anegamientos producidos por las últimas lluvias en diferentes zonas de Soweto, y los que provocaran en esos mismos lugares precipitaciones anteriores.

“Como pueden ver ustedes perfectamente -dijo Van Barlett señalando con un puntero las diferentes imágenes-, en anteriores gestiones cuando llovía tal cantidad en estos lugares que estoy mostrando la gente se ahogaba o era arrastrada por las aguas, mientras que en esta oportunidad pudo asomar perfectamente la cabeza sobre el nivel del agua”.

Los vecinos de los barrios afectados también controvirtieron sus dichos sobre el verdadero nivel al que llegaron las aguas con motivo de las lluvias. “Fíjense -señalaba uno de los vecinos en declaraciones a la televisión- que si las aguas hubieran alcanzado la altura que dice el Alcalde, no hubiera enviado rescatistas montados sobre zancos a sacar de sus casas a los afectados”.

Otro aspecto que suscitó duras críticas fue, precisamente, el plan de contingencia implementado por Van Barlett para paliar las consecuencias de las lluvias, en especial por las condiciones en que fueron alojados y tratados los damnificados en los centros de refugiados habilitados.

Es que -me dice Mobutu- era lógico pensar que, tras largas horas de espera en esos lugares sin recibir alimentos o vestido, los afectados que ansiaban volver a sus hogares intentasen linchar a los mimos enviados por el Ayuntamiento para entretenerlos.

Mi corresponsal termina su carta contándome el último tema que parece ocupar los desvelos de Van Barlett, y que es la presunta invasión de palomas que merodean por el edificio del Ayuntamiento, causándole molestias.

Tras intentar en vano resolver el problema por otras vías, ha acudido a los servicios de una empresa que cría gavilanes adiestrados para la persecución de las columbiformes aves, con el objeto que la presencia de éstos las aleje del palacio municipal, sin necesidad de provocar una matanza entre las aves.

Esta nueva preocupación ecológica del Alcalde (recordar su fallido operativo de rescate de tortugas) ha sido motivo de chanzas entre los habitantes de la ciudad, y circulan varios chistes relativos al tema.

Así hay quienes dicen que, afortunadamente, lo que ha invadido al Ayuntamiento son palomas y no ratas, pues de lo contrario Van Barlett hubiese considerado la opción de enviar una manada de leopardos u otros felinos propios de la Unión Sudafricana (como los leones) para acabar con ellas, y hay quienes sostienen que, en rigor, lo que pretende el alcalde es “ser el único capaz de cagar a la gente desde lo alto del edificio del Ayuntamiento”.

Otros se preguntan si los gavilanes (aves rapaces al fin) serán capaces de distinguir, desde lo alto en sus vuelos sobre el palacio, entre las ratas y los empleados municipales a la hora de fijar sus objetivos.

Finalmente otros más sarcásticos han pintado en los muros céntricos de Johannesburgo y en algunos de los barrios alejados de Soweto graffitis con la leyenda “Van Barlett es más boludo que las palomas”. 

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