En el 2007 Lilita Carrió obtuvo 4.401.981 votos (el 23,04 %) en todo el país, y el pasado domingo (con el 96,84 % de las mesas escrutadas) apenas 671.327 (el 3,24 %); es decir 3.730.654 votos menos, en cuatro años.
No es una cifra menor: todos juntos, en un sólo candidato, hubieran sido la segunda fuerza en las primarias, superando a Alfonsín, Duhalde y Binner; en todos los casos por más de un millón de votos.
Lo que lleva a preguntarse ¿dónde fueron esos votos?
Habría que descartar a priori que a Cristina, aunque algunos votantes de la pitonisa naranja podrían haber votado así, podridos de los oráculos fallidos; pero es poco probable.
Tampoco a Rodríguez Saá, que expresa un voto fiel y sumó apenas 231.547 votos entre el 2007 y el 2011.
El radicalismo repitió este año el esquema de la anterior elección presidencial: competir en la interna del duhaldismo, compartiendo la fórmula con un economista vinculado al peronismo, disidente del kirchnerismo.
Su espectacular recuperación (al decir de ellos mismos) luego de la muerte de Alfonsín le permitió -en esta ocasión- poner el primer término de la fórmula, lástima que eligieron mal, pensando nada más que en el apellido. Tampoco es que tuvieran un semillero de cracks disponibles, eso está claro.
Supongamos entonces que buena parte de los 3.229.648 votos de Lavagna se repartieron entre Alfonsín y Duhalde, que juntos sumaron 5.037.172 votos; de modo que la diferencia (1.807.524 votos) podrían ser votos de Lilita en el 2007, que se repartieron entre las dos fórmulas del peronismo federal: la oficial y la colectora.
Pero eso nos deja sin explicar 1.923.130 votos fugados de la Coalición Cívica entre una y otra elección, lo que nos lleva a volver a ver la foto que ilustra el post, para recordar quien fue el compañero de fórmula del trueno naranja en el 2007: "Pechito" Giustiniani.
Recordemos entonces que el domingo pasado Binner sacó 2.124.675 votos; por lo que no es para nada descabellado pensar que provinieron -en su enorme mayoría- de los fugados de Carrió, con algún aporte de los que se le escaparon a Pino Solanas.
Si eso fuera así -y si no, escuchamos las opiniones de los lectores- ¿cuán "progresista" puede ser un Frente cuyos votos vienen en su mayoría de Elisa Carrió, o que creen que Binner es lo mismo?
Y no nos digan que Carrió giró a la derecha desde el 2007 para acá, porque ya entonces fue la más dura opositora al gobierno de Kirchner.
Un gobierno que reinstauró la discusión por el salario Mínimo, Vital y Móvil, reimplantó las paritarias, derogó la flexibilización laboral de la ley Banelco, implementó un plan de inclusión previsional que posiblitó a dos millones y medio de argentinos acceder a una jubilación, anuló las leyes de la impunidad, renovó la Corte Suprema de Justicia, sancionó la ley de financiamiento que permitió llegar al 6,47 % del PBI en inversión educativa, adoptó la no represión de la protesta social como política de Estado, reglamentó la ley de defensa nacional, rechazó el ingreso al ALCA o sancionó una nueva ley de educación.
Nada de eso bastó para que Carrió le reconociera al kirchnerismo el más mínimo acierto, y por el contrario lo fulminara como la encarnación misma del mal; y a esa visión del proceso político abierto el 25 de mayo del 2003 adhirió el socialismo poniendo nada menos que el compañero de fórmula; y esa visión obtuvo más de cuatro millones de votos convirtiéndose por entonces en la segunda fuerza política.
Si se concuerda con nuestra hipótesis -tema obviamente abierto a la discusión- de que de esos millones de votos que fugaron de Carrió proviene la mayor parte de los que obtuvo Binner el domingo cabe preguntarse una vez más de que hablamos, cuando hablamos de progresismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario