lunes, 15 de agosto de 2011

P.A.S.O., PA.S.O., SE VINO EL CRISTINAZO


Por Raúl Degrossi

Triunfo rotundo, contundente y categórico de Cristina, sin discusiones: superando el porcentaje y los votos del 2007, ganando en todo el país menos en San Luis, superando el 50 % de los votos de una elección que -no siendo general- concitó la participación de más del 77 % del padrón; y acumulando más de diez millones de votos.

Triunfo que le pertenece, porque los votos son suyos: superó en Salta a Urtubey, en Buenos Aires a Scioli, duplicó en votos a Das Neves en Chubut, y en Córdoba -donde había perdido en el 2007- ganó ampliamente la interna del peronismo, habilitada por la ambigüedad especulativa de De La Sota.  

En Santa Fe le ganó a Binner (por noventa mil votos, si se excluye a Rosario la diferencia orilló los noventa y cinco mil); y sacó tres veces y media más votos que Duhalde con el apoyo de Reutemann, Obeid y Del Sel; de modo que -si por un lado tiene vedada la reelección en el 2015-, por el otro está en inmejorables condiciones para conducir el PJ, y abortar toda tentativa de reconstruir el peronismo federal. 

Con relación a San Luis, habrá que considerar en serio permitirle constituirse como un Estado libre asociado, y acreditar embajadores: saldría más barato, porque nos ahorraríamos mandarle la parte que le toca de la coparticipación federal.

Tan rotundo ha sido el triunfo de ayer, que nos hace olvidar que implica la ratificación de un gobierno al que -a las cuarenta y ocho horas de asumido- le tiraron con la valija de Antonini Wilson, y desde entonces con el conflicto por la 125, cinco meses de rutas cortadas, la crisis financiera internacional, la sequía, el dengue, la gripe A, la derrota en las legislativas del 2009 y la muerte de Néstor Kirchner; sin dejar de mencionar la crisis dentro de la crisis mundial, por el fracaso de los planes para enfrentar la crisis en Europa y los EEUU, el caso Schoklender y la operación Zaffaroni.

Todo eso viene soportando Cristina estos cuatro años; y sí: más de mil tapas de Clarín en contra, las que al lado de las dificultades de verdad que mencioné antes, son poca cosa.

Y a todo eso le ganó, y como.

Pero cuando alguien gana, otro alguien pierde: ayer sacaron número varios en ese rubro, empezando por lo más obvio: el radicalismo en su conjunto, y su inverosímil candidato a presidente, escribieron un capítulo más de una triste novela que los conduce, firme y seguro, a su desaparición; al menos en el plano electoral.

Después de haber perdido Catamarca ya no le quedan gobiernos provinciales si excluímos Corrientes y Río Negro -con un radical K-, y nada hace pensar que recupere alguno en el futuro; Alfonsín disminuyó el porcentaje de Gerardo Morales como consorte de un peronista en el 2007, terminó quinto en la CABA, tercero en Buenos Aires a 43 puntos de Cristina y obtuvó un escuálido 6,55 % en Santa Fe, donde le quiere disputar al socialismo el gobierno del que forma parte en los papeles desde el 2007.

Avanzada la madrugada, el final del escrutinio le dio al hijo de Alfonsín una módica alegría: se impuso por un margen estrecho en la interna del duhaldismo, contra la línea fundadora.

Y si de derrotados se trata, como no mencionar a Carrió: al bochorno electoral (previsible) le sumó otro gesto de deserción democrática que superó con creces a aquella "legitimidad segmentada" del 2007 que le retaceaba méritos al triunfo de Cristina.

No creyó necesario dar la cara ante el desastre, y mandó al frente a la corte de eunucos que le llevan la comida a la cama, y van a terminar siendo lo único que quede en pie salvado de su furia destructiva; al menos hasta que consiga un mejor delivery.

Dilapidar cuatro millones de votos en cuatro años, con una tarea constante, concienzuda y militante como la que emprendió Carrió desde el 2007 es, sin dudas, algo que merece un lugar en los manuales de lo que no se debe hacer en política.

Junto al hecho de haber concretado las internas con altísima participación, contra el ninguneo y el sabotaje de los medios y de la oposición, el derrumbe electoral de Carrió es un enorme logro para la democracia argentina: que un personaje que se movió siempre en los bordes del piso común de la competencia política tenga este final, es justicia poética.

Macri mirando la elección desde Europa demostró ayer el olfato político de Durán Barba al sustraerlo de la competencia presidencial, y de definirse por un candidato de la oposición; Pinedo al hacer sapo en la elección de diputados (sacó menos del 16 %, la cuarta parte de los votos de Macri en el balotaje y la tercera parte de la primera vuelta porteña), demostró que el PRO es Mauricio, que es Macri.

Ni siquiera Del Sel se salva de la conclusión: del 35 % que sacó para gobernador, pasó a compartir el 11,62 % de Duhalde en Santa Fe con Reutemann y  Obeid; datos que no hay que perder de vista cuando se empiece a desplegar (¿la tercera será la vencida?) el sueño presidencial amarillo.

Binner cerró la noche con un saldo positivo: ganó la interna del gobierno en Santa Fe entre los socialistas (que están adentro) y los radicales (que hace cuatro años miran desde afuera), ganó la interna de los clubes de bochas progresistas contra Pino Solanas, y la interna de su propio frente contra el módico aporte en votos de Juez en Córdoba, y de Stolbizer en Buenos Aires.

Pero no todas fueron buenas: perdió en Santa Fe contra Cristina, perdió en 17 de los 19 departamentos de la provincia, perdió la interna del gabinete contra Bonfatti (que para gobernador sacó más de cien mil votos más que él para presidente), y la interna del socialismo contra Lifschiz, que sacó en el Departamento Rosario (límite geográfico de la expansión del socialismo por América Latina) para senador, 107.000 votos más que Binner para presidente.

Alcira Argumedo fue abandonada a su suerte por Solanas, y su suerte era poca: le faltó la astucia de Altamira para entender la importancia de las redes sociales, probablemente tapada por el humo de los documentales de Pino; y la gillotina del 1,5 % pospuso por tiempo indeterminado la nacionalización del petróleo, y la solución del tema de la minería.

Altamira logró el milagro de llegar al piso, el milagro de que dejara de delirar con el derrumbe del capitalismo y la inminencia de la revolución socialista mundial parece más difícil de concrerar; pero digan la verdad: a la madrugada, todos hacíamos fuerza para que superara a Carrió.

Lo más difícil para el frente de izquierda viene ahora de cara a octubre: evitar pelearse entre los dos componentes de la fórmula y llevarse cada uno el 1,2 % a su casa; y resolver rápidamente la interna entre los militantes de la Facultad de Sociales de la UBA, y los que simplemente pelotudean en Facebook.

Y ojo como la cierran, no sea cosa que les pase como al congreso de unidad del PJ provincial acá en Santa Fe, y los facebookeros terminen orientando el voto a favor de la Mole Molli; y pierdan caudal.

Dejo para el final a Duhalde: su discurso de anoche logró despejar el sambenito de narcotraficante que lo acompaña como estigma desde hace años; por lo que dijo, parecía mas bien un consumidor. 

Cuando mencionó a las banderas de las organizaciones subversivas, más que en un comando de campaña, parecía arriba del palco de Ezeiza agitando el rifle; pero al final es verdad que tiene algo de talla (con perdón del chiste fácil) de estadista: al igual que Obama, el siempre fue Triple A.

Tanto repetir que las primarias eran una interna abierta de la oposición terminó creyéndoselo, y se enzarzó en una polémica absurda con Alfonsín para ver cual de los dos sacaba más centésimas para quedar segundo, a treinta y ocho puntos de Cristina.

¿Recuerdan cuánto se comentó en la política argentina el costo de cada uno de los votos de Julio Chamizzo, el candidato de Alsogaray en las elecciones del 73'?

A partir de ayer, la nueva anécdota será cuanto le costó a Magnetto cada tenedor de aquella famosa cena en su casa, con los referentes del peronismo federal.

Pasaron las primarias, se vienen las generales y todo parece indicar que la cosa pinta bien; pero el gobierno debería prestar atención a ciertos detalles a mejorar, porque hacen a la calidad institucional: en algunas mesas de la elección de ayer, faltó tinta para los sellos de los presidentes de mesa, para asentar el voto.

Y también faltaron votos para un montón de sellos de goma, pero esa es otra historia.

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