lunes, 17 de octubre de 2011

GRONDONA, EL SOCIO DE ASTIZ NOSTÁLGICO DEL ALFONSINISMO


Por Raúl Degrossi

En la columna de Grondona de La Nación de ayer el inefable compañero de Neustadt enlaza su opinión con los exabruptos de Astiz en su alegato en el juicio oral por los crímenes de la ESMA: los dos tienen el propósito definido de deslegitimar a la justicia de la democracia argentina; que con demoras, marchas y contramarchas, está cumpliendo el cometido de juzgar a los genocidas para poder empezar a dar vuelta la página más negra de nuestra historia; pero con memoria, verdad y justicia.    

El kirchnerismo lo ha perturbado emocionalmente a Grondona (en el cual los años van dejando también su huella), porque lo ha hecho despojarse de esa débil costra "democrática" de la que se revistió en la mitad larga del menemismo, cuando la mayor parte de la obra de destrucción masiva del país que él y Neustad contribuyeron a realizar, ya estaba hecha.

Hizo entonces una voltereta en el aire, para que se olvidaran más de cuarenta años de ininterrumpidos servicios a cuanto golpe de Estado asoló a la Argentina, incluyendo además la apologia de López Rega, como había hecho la de Onganía y luego haría la de Galtieri; sin ponerse colorado en ninguno de los casos.  

Se disfrazó de democrático, confraternizó con Verbistky y Lanata (otro perturbado emocionalmente por el kirchnerismo), entrevistó a Scilingo en televisión para que contara los vuelos de la muerte y hasta se fingió conmocionado, como si no supiera nada del asunto.

Fiel a los genes del liberalismo vernáculo, Grondona falsifica la historia a gusto, en compañía de Kovadloff, cuando lo cita diciendo: "está probado que el terrorismo fue el primero en recurrir a la violencia armada y que siguen pendientes de condena los responsables de tantos secuestros y asesinatos cometidos en nombre de esa patria socialista y en desmedro de la democracia y la Constitución".

¿Dónde está probado, quién lo dice, Cecilia Pando?, ¿serán esas "las fuentes que hemos consultado" de las que habla Grondona?

Cuando las organizaciones armadas hicieron su aparición en la escena, la historia argentina ya acumulaba en su haber el fraude sistemático desde 1853 a 1916, y cinco golpes de Estado desde 1930, todos con sus secuelas de persecuciones, torturas y represión; aunque claro -como el mismo Grondona lo reconoce- ningunó alcanzó el sadismo y la crueldad de la dictadura de Videla, Massera y Martínez de Hoz.

La violencia desplegada desde el Estado antes de que el ERP apareciera, o los Montoneros secuestraran y mataran a Aramburu, incluyó el bombardeo de Buenos Aires en 1955, el ocultamiento y vejación del cadáver de Eva Perón y los fusilamientos de 1956;  o la noche de los bastones largos y la represión del Cordobazo y las protestas sociales durante la Revolución Argentina.

Olvida Grondona ex profeso que los dirigentes de la guerrila fueron juzgados por el Camarón de Lanusse y luego aministiados por el Congreso en tiempos de Cámpora, mientras otros fueron juzgados en forma sumaria por los Consejos de Guerra y los tribunales militares en la última dictadura; siempre y cuando no fueran asesinados (fraguando en muchos casos "enfrentamientos" con la complicidad de la prensa, que difundía la versión oficial de los hechos), desaparecidos o detenidos sin causa ni proceso durante años.

Mistifica también la historia reciente: Kirchner no encarceló a nadie ni mandó a hacerlo, sí dio el imprescindible impulso político desde lo más alto de la conducción del Estado (tantas veces claudicante) para anular las leyes de la impunidad y así poder reabrir los juicios; pero las condenas (que siempre parecerán pocas y tardías) las dictaron los jueces de los tribunales de la democracia, dándoles a los condenados -como corresponde- todas las garantías del proceso, que por supuesto ellos jamás pensaron en otorgarles a sus víctimas.

Y si los juicios por los delitos de lesa humanidad se demoraron y demoran más de lo aconsejable, no es justamente por decisión del Estado o de los gobiernos que se sucedieron desde el 2003 (si fuera como él dice, Kirchner podría haberlos encarcelado a todos muchísimo antes); sino de la infinidad de chicanas que han presentado los defensores de los genocidas (si hasta el propio Astiz ha descubierto las ventajas de las garantías consagradas por la Constitución Nacional), y de la extensa red de complicidades de que gozan en la justicia; como el caso del camarista Romano lo ha comprobado hace muy poco.

No es casual que en su intento Grondona se haya abrazado a la teoría de los dos demonios, y se apoye en plumas de la primavera alfonsinista como Kovadloff y Eliaschev: ellos también necesitan sobreponerse a la anomalía kirchnerista, y sentir que alguna vez, fueron progresistas.

En esa teoría de los dos demonios (un exabrupto conceptual, que hizo tabla rasa con la complejidad de cuarenta años de historia argentina previos al juicio a las Juntas) encontró el radicalismo la excusa para autoexculparse de sus traiciones y agachadas históricas, desde la presencia de Zavala Ortíz en un avión de la Marina que bombardeaba la Plaza en el 55', hasta las declaraciones de Balbín sobre la guerrilla fabril en las vísperas del golpe del 76'.

Por eso Grondona aplaude la doctrina alfonsinista de limitación de la responsabilidad por el genocidio; el "corralito" que determinó el alcance del juicio a las Juntas que llevó adelante (entre otros) el mismo Ricardo Gil Lavedra que acaba de presentar en el Congreso un proyecto para declarar crímenes de lesa humanidad a los cometidos por el terrorismo.

Con la excusa de la absurda denuncia yanqui de hace unos días, o los atentados contra la Amia o la embajada de Israel, su intento empalma a la perfección con los jueces que vuelven una y otra vez con la pretensión de declarar crímenes de lesa humanidad a los cometidos por la guerrila, como si fuese lo mismo la insurgencia armada que un Estado terrorista.

Que se entienda bien: no se trata de desconocer la importancia histórica del juicio a las Juntas, ni de encubrir la cobardía de la dirigencia peronista de entonces (que arrastraba sus propios esqueletos en el placard con los crímenes de la Triple A y tantas cosas), sino de ponerlo en perspectiva.

En la formulación de la teoría de los dos demonios estaban ínsitos ya la obediencia debida y el punto final; antes incluso de Rico y Semana Santa.

Y no se diga que en el 87' la democracia estaba en riesgo y eso justificaba el recule alfonsinista (la famosa apelación webberiana a la ética de las responsabilidades); porque en el 83' la cosa era aun más difícil, con una democracia en pañales que nadie acertaba a saber cuanto duraría, y sin embargo Alfonsín decidió igual juzgar a las Juntas.  

Es allí donde coinciden Grondona y muchos alfonsinistas de la primavera democrática: se trata de juzgar el pasado más en términos de consagrar una visión de la historia, que de hacer justicia conforme a las reglas del derecho universalmente aceptadas; aunque estas les sirvan de excusa.

Y esa visión de la historia procura exorcizar al demonio peronista, al que sólo se concibe como capaz de dispensar violencia y no de de padecerla; y cuando esto sucede -como lamentablemente sucedió con frecuencia en nuestra historia- se lo silencia, o se lo justifica.

Grondona percibe la derrota del domingo, e intuye que será de proporciones históricas, y está llamando a los fieles del credo golpista a estrechar filas, con la excusa de la "persecución política del revanchismo montonero", y de paso sondear si hay plafond para volver a las andadas: el golpismo de siempre, disfrazado de ropaje republicano, algo que ya hemos visto muchas veces, y con Grondona y los de su laya, ni hablar.

Lee bien el resultado del domingo próximo Mariano Grondona: un triunfo rotundo de Cristina significará -entre muchas otras cosas- la plena ratificación de la política de memoria, verdad y justicia impulsada desde el 25 de mayo del 2003, con firmeza, sin retrocesos, sin concesiones; ni siquiera en mérito a engañosos llamados "a la unidad nacional".

Lo que no lee bien, en cambio, es el humor social: la política de derechos humanos y el juzgamiento de los crímenes de la dictadura ya forma parte del activo común de la democracia argentina, le guste o no a Mariano Grondona y a los que piensan como él.

1 comentario:

  1. Se acaba, Mariano. Se viene acabando ese juego que te hacía feliz. Y cómo se te nota la amargura...

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