viernes, 18 de noviembre de 2011

CADENAS VIRTUALES


Esta editorial de La Nación de ayer (reiterada en el diario de hoy) sobre el panorama de las radios en el país muestra hasta que punto los medios hegemónicos se han visto sacudidos e interpelados por el proceso político abierto en la Argentina a partir del 2003.

Tomando como partida lo que sucede en las radios de la Capital Federal, la "tribuna de doctrina" extiende su análisis a todo el país (aunque sin precisiones), transitando todos los clichés trillados: el periodismo militante versus el "periodismo profesional", la existencia de una presunta red de medios para-estatales sostenidos con publicidad oficial, los avances sobre el periodismo independiente, la distribución arbitraria de la pauta oficial.

La circunstancia de que en este caso en particular la nota se centre en la situación de las radios (mencionando incluso puntualmente a las que compiten por la audiencia capitalina) permite advertir que una vez más La Nación -como tantas en su historia- bajo el ropaje de la presunta defensa de valores como la libertad de expresión, se presta a convertirse en house organ de grupos empresariales con intereses concretos; con algunos de los cuáles además comparte negocios, como Clarín, con el que converge en Expoagro y Papel Prensa.

A propósito de Papel Prensa: en ese caso parece no preocuparle al diario que fundó Mitre que el Estado (es decir todos, con nuestros impuestos) aportemos parte del dinero para mantener la empresa que les subsidia a los dos principales diarios del país el costo del papel, mediante el abuso de una posición no ya dominante, sino monopólica en el mercado. 

Al parecer, solo preocupan los fondos públicos destinados a la publicidad oficial, cuando van destinados a medios que se definen como oficialistas, o para-estatales.

Es curioso que La Nación recuerde la vigencia de la ley de medios en los artículos que refieren a las estaciones de radio que operan en condiciones de ilegalidad, omitiendo toda referencia al resto de su articulado; y afirmando con una llamativa contundencia que todas las radios privadas "independientes" tienen sus papeles en regla.

Cualquiera que conozca un poco la situación del mercado de la radiodifusión sabe que eso no es así, y que sobran los ejemplos de licencias caducas o vencidas, transferencias de acciones de sus propietarios no autorizadas por el Estado, testaferros o falsos propietarios de las licencias que encubren a los verdaderos y otras tantas perlitas; a la que grupos mediáticos como Clarín no son ajenos.

Grupos que además resisten por todos los medios en la justicia la aplicación del nuevo ordenamiento, por ejemplo el artículo 45 que establece los límites a la acumulación de licencias (que ya excedían incluso con la ley de la dictadura), o el artículo 63; justamente el que pone límites a la formación de "cadenas" radiales, mecanismo por el cual muchas emisoras del interior son meras repetidoras de las capitalinas, cuya programación reproducen como un parlante. Cadenas reales por cierto, no virtuales como dice el título de la nota.

Pero además de la hipocresía cínica de La Nación de invocar la ley de medios, al extender su análisis a todo el país, lisa y llanamente miente.

Al menos acá en Santa Fe (y suponemos que se debe repetir en muchas provincias argentinas) los medios hegemónicos suelen ser los diarios más tradicionales, instalados desde hace años, que fijan la agenda a la cual se remiten las radios -sobre todo- y los canales de televisión, en lo que refiere a noticias o programación de tinte político.

Esos diarios a su vez (valga el ejemplo de El Litoral y La Capital de Rosario) se nutren de los cables de las agencias informativas nacionales (controladas por Clarín u otros grupos), y tienen con los principales multimedios un entramado de negocios cada vez más denso (como en el caso del diario de Víttori); o son lisa y llanamente propiedad de grupos multimediales, como el caso de La Capital que es de Vila y Manzano, como todos saben.

Esa realidad se extiende -en no pocos casos- a las radios y canales de televisión, sobre todo en el mercado de las señales de cable; de modo que si La Nación busca "cadenas" que replican en multiplicidad de medios un mismo discurso, puede empezar por allí.

Otro tema interesante (en el que también es falaz el planteo de la editorial) es el que relaciona la asignación de publicidad oficial con la línea editorial del medio, solo cuando aquélla proviene del gobierno nacional.

En el interior del país (Santa Fe es un excelente ejemplo para demostrarlo, porque además está gobernada por la oposición al gobierno nacional) esa relación se da entre los medios tradicionales instalados (fundamentalmente los diarios, y las radios de AM) y los gobiernos provinciales; como que es la publicidad de éstos la que verdaderamente pesa en la facturación de los medios.

Eso les ha permitido a tipos como Galassi (el Secretario de Comunicación Social de Binner, futuro ministro de Gobierno y Reforma del Estado de Bonfatti) construir una muy eficiente red de protección mediática -rayana hasta hace poco en la impunidad- mediante el abundante uso de la billetera oficial, repartiendo pauta publicitaria con generosidad; para que los medios y sus periodistas se conviertan en panegiristas del gobierno, loros replicantes del discurso oficial.

Y si no pregúntenle por caso a los oyentes de LT 10 (la radio de la Universidad Nacional del Litoral, que todos pagamos con nuestros impuestos, como le gusta decir a Majul), o a Rogelio Alaniz o el "Coni" Cherep.

Con lo cual se da la paradoja de que acá por ejemplo, el discurso alternativo al del "poder" (entendiendo por tal al gobierno, provincial o municipal, para adoptar el discurso simplista con que se mueve esta gente) o el "periodismo independiente" (aquel cuya línea editorial no estaría influenciada por tener o no publicidad oficial) estaría mucho mejor representado por medios públicos, como Radio Nacional.

Medios gracias a los cuáles -por ejemplo- se pudieron conocer desaguisados de Binner o Barletta que los medios tradicionales barrieron bajo la alfombra por cuatro años (como antes lo hicieron con los que a su turno cometieron Reutemann, Obeid o Balbarrey), con la boca cerrada por la abundante publicidad oficial.  

Por no mencionar que el entramado de negocios entre los medios y los gobiernos en la escala provincial es bastante más intrincado y complejo, como lo demuestra el caso del puerto de Santa Fe y la saga de los terrenos de Víttori, o el caso de la impresión de las boletas electorales en AGL, la empresa que El Litoral tiene en sociedad con Clarín.   

Por todo eso, el discurso maniqueo de "periodismo independiente/crítico/opositor al gobierno nacional/que actúa por convicciones/coincidencia con la línea editorial del medio donde trabaja" por un lado y "periodismo militante/obsecuente del gobierno nacional/que actúa movido exclusivamente por plata" por el otro, resulta de un simplismo tan absurdo que no resiste el menor análisis.

Menos todavía cuando -en un giro idiomático como el que hace la editorial- se reemplace "independiente" por "profesional": ¿es acaso Majul más profesional periodísticamente hablando que Víctor Hugo Morales, o Leuco un periodista más serio que Mario Wainfeld?

Poco serio.

Tan poco serio como el hecho de que el propio diario constata que los medios "para estatales" no tendrían audiencia porque la gente preferiría los "profesionales".

¿Cuál es entonces el problema?

¿Necesitan de la publicidad oficial para subsistir, o la esperan para cambiar de línea editorial, con lo cual quedaría claro que la que sostienen ahora responde a los intereses de sus anunciantes?
¿Dónde queda entonces el "profesionalismo" y el "periodismo independiente"?

Lo real es que desde el 2003 para acá vienen perdiendo paulatinamente en la disputa por la construcción de sentido de la sociedad, y las elecciones del 23 de octubre lo dejaron bastante claro.

Y es también muy claro que les molesta, porque ven amenazado un mandarinato cultural hegemónico que ejercieron por décadas, pretendiendo decirnos a los argentinos de que hablar y de que no, como pensar y como actuar.

Y no lo ven amenazado justamente por la proliferación de medios con línea editorial afín al gobierno nacional,sino por sus propios derrapes y exabruptos, en los que fueron mostrando la hilacha como lo que son: grupos económicos, con intereses bien concretos, intereses que determinan su línea editorial; grupos que además tienen la intención decidida de influir en la agenda política y social, y no están dispuestos a renunciar a ejercerla.

Algo que desde el "¿qué te pasa Clarín?" de Néstor Kirchner para acá, pasando por el debate de la ley de medios, está tan claro que ni siquiera la gente que no la votó a Cristina, se atrevería a negarlo.

2 comentarios:

  1. 100% de acuerdo. Muchas gracias por lo que nos toca.

    Nacional Santa Fe

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  2. De nada che, se merece; y salúdenmelos a los de "Entre el ruido" y "La Pulpo" cuando los vean. Y a los de "Se hace tarde" también, que si no la negra Romina se pone celosa y cobramos.

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