martes, 20 de diciembre de 2011

AHORA CARRIÓ DICE QUE NO SABÍA


Vemos en el GDA que reapareció (aunque no en público) el trueno naranja, convocada por la justicia para declarar en la causa en la que se investiga si los hijos de Ernestina son apropiados de desaparecidos en la dictadura.

La jueza Arroyo Salgado la citó a declarar en razón de sus declaraciones a un canal de televisión de Río Cuarto meses atrás, en las que Carrió daba a entender que no solo sabía que Marcela y Felipe no son hijos de desaparecidos, sino que sabe perfectamente quienes son sus padres biológicos.

Emplazada a contestar por la jueza como lo sabía, Carrió lo negó; como Pedro a Cristo, y descargó la responsabilidad en una información que le habría acercado su asesor de prensa sobre los resultados de las pruebas de ADN: ella sería entonces un simple megáfono que se limita a reproducir cual propaladora lo que le cuentan.

Del mismo modo procedió en su momento cuando fue llevada a la justicia por Duhalde -por haberlo acusado de narcotraficante- y por un empresario pesquero chubutense, por haberle endilgado un asesinato.

Y para peor Clarín (de quien fue todo el tiempo un simple instrumento)  titula de un modo tal que hace parecer que la jueza está investigando una caso de conspiración del gobierno en contra suya , y no de supresión de identidad y delitos de lesa humanidad (iniciado antes de que existiera el kirchnerismo); como asimismo dándole credibilidad a las palabras de esta mitómana, como si hubiera aportado pruebas contundentes a la causa de sus afirmaciones.

Acá podemos ver el video del canal cordobés que motivó el pedido de la jueza Arroyo Salgado para que Carrió declarara, vean sobre todo a partir del minuto 3 (no se lo van a tragar todo), el gesto, la postura, el guiño cómplica y banana de la que se las sabe todas, la que está en el ajo como quien dice, una marca registrada de Carrió.

No es ésa justamente la actitud de alguien que no sabe de lo que está hablando, o que sólo repite lo que le contaron, como declaró ahora en la justicia.



Más allá de su personalidad fronteriza y de su (afortunadamente) irrelevancia política actual, sirvan estos hechos para medir la catadura ética de quien se proponía como la garante de un contrato moral entre los argentinos; y que presumía (y presume) de incorruptible reserva ética de la patria: poco más que una vulgar comadre de barrio.

En realidad, menos que eso: las comadres de barrio no tienen tantas ínfulas morales.

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