El injustificable bochorno periodístico protagonizado por Crónica al publicar las fotos de la muerte de Jazmín De Grazia (con la imprescindible colaboración policial que se requiere para acceder al material) desató entre los medios las reacciones que son habituales en estos casos: todos (hasta los mercenarios que hacen del tráfico con la intimidad de la gente su profesión habitual) se rasgan las vestiduras con hipocresía, pontifican sobre los límites éticos del periodismo y -por lo bajo, y sin que se note- más de uno se lamenta por no haberle ganado de mano al diario con el material, para tener la primicia.
Otros -como Pablo Sirvén en su columna de hoy en La Nación- aprovechan para llevar agua para su molino, que en realidad es el de sus patrones: el intento de vincular al gobierno de Cristina y a la propia presidenta -a que como dé lugar- con la deleznable publicación de Crónica de hoy es increíble.
La nota llega a sugerir que los dueños de Crónica (el grupo Olmos) se sintieron respaldados por un elogio de Cristina a una nota en una de sus publicaciones (Democracia), para decidirse a publicar las fotos de la pobre piba muerta: un auténtico espanto lo tuyo, Sirvén.
Ríos de tinta corren desde La Nación, Clarín o los medios de Fontevecchia (de cuyo periodismo cloacal Sirvén ensaya una elíptica defensa, si bien se mira, en el mismo artículo) para denostar al kirchnerismo por generar un clima de crispación, una lógica dialéctica de amigo-enemigo o un enfrentamiento permanente.
Pues bien, el artículo de Sirvén chorrea todo eso: hay "periodismo independiente y crítico" (en el cual por supuesto se incluye él y el medio en el que escribe) de un lado, y del otro, "operadores formales e informales del oficialismo", "oficialismo más furibundo" y toda la sarasa: falto la infaltable mención a los dinerillos que -como todos sabemos- son lo único que puede mover a alguien a apoyar al gobierno nacional; mientras sus detractores lo hacen solamente por convicciones.
Incluso toma nota Sirvén del repudio de Aníbal Fernández a la publicación de Crónica (¿qué otra cosa esperabas, Sirvén, pensás que son todos retorcidos como vos?), pero lo desdeña como algo al pasar, ni siquiera digno de destacarse; obviando que, apenas se conoció la muerte de Jazmín De Grazia, fue el mismo diario en el que Sirvén es columnista (envuelto como dijimos hasta los codos en la lógica de periodismo militante que dicen combatir), el que se ocupó de destacar que la modelo había tenido un entredicho con Aníbal.
Por cierto Sirvén, acá Lucas Carrasco (que escribe en Crónica, y a quien vos no dudarías en calificar de "operador informal del oficialismo") te demuestra que no todo en la vida cabe en la lógica binaria (que ustedes y sus medios instalaron, háganse cargo) de "kirchnerismo/antikirchnerismo".
¿Escribirías vos, Pablo Sirvén, -tan rápido a levantar el dedito de la corrección periodística, y a recorrer las redes sociales con el moralómetro- una nota como el post de Lucas en su blog, cuestionando al diario donde escribís por algo repudiable desde el punto de vista ético o periodístico, o tan siquiera distinto a lo que pensás?
Para atacar al gobierno Sirvén defiende lo indefendible, porque en el caso de Fontevecchia la miserabilidad periodística (y fundamentalmente humana) no es un exceso reprochable, sino la verdadera línea editorial.
Con columnas como ésta, no sólo queda claro porque en La Nación echaron hace poco al responsable de la crítica cinematográfica, sino que virtualmente intervinieron la sección de espectáculos: cualquier espacio de los medios hostiles al gobierno (aun el más banal) se convierte en una trinchera desde donde lanzarle misiles al kirchnerismo.
Dice Sirvén al final de la nota: "El debate de estos episodios siempre es saludable, en tanto que los que intervengan lo hagan de buena fe y no escondan intenciones más aviesas y encubiertas, funcionales a otros móviles".
La frase le cabe a él mismo como anillo al dedo.
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