sábado, 25 de febrero de 2012

SEGUIDO ATENTAMENTE DESDE LONDRES


Vía el Grupo de Expertos en Todo accedemos acá al tan anunciado documento de los "intelectuales" (que incluyen a especímenes como Lanata, Eliaschev, Noriega y Fernando Iglesias) sobre Malvinas, apoyando el planteo de los kelpers sobre la autodeterminación.

Nos vamos a detener un poco en el documento en sí (nada memorable, a menos que alguien piense en escribir una antología de las zonceras de la cipayería argentina), como en el rol que esta gente pretende ocupar, y que se traduce en la decisión de publicar su particular opinión, justo a partir del tema Malvinas.

El documento no podría tener un alineamiento (conciente o no, eso es secundario) más claro  con las posiciones británicas, ni un desconocimiento más palmario (en realidad, parece una deliberada sustracción) de muchas cuestiones centrales que tienen que ver con la historia de la usurpación inglesa de las islas.

Y mistificaciones varias (como introducir el tema de la falta de autocrítica social por haber acompañado la aventura militar de la dictadura) para ocultar lo esencial de la línea argumental del texto. al decir que "la comprensión de que esa decisión y la derrota que la siguió tienen inevitables consecuencias de largo plazo" no sólo se está erigiendo a la victoria militar inglesa de 1982 como fuente de derecho (ése es justamente el corazón del colonialismo: la fuerza da derechos), sino se está indultando la usurpación de 1833, aunque no se lo diga.

Resulta ahora que el gobierno argentino es el único que incurre en contradicciones en este caso, y se lo equipara en todo momento a los dislates de Cameron, que tildó a la Argentina de colonialista y reforzó el ya imponente despliegue militar inglés en las islas, incluyendo el despliegue de armas nucleares, y peor aún: en ningún momento el texto separa el abismo de legitimidad que separa a un gobierno constitucional democráticamente elegido (y por una amplísima mayoría), de una dictadura violadora sistemática de los derechos humanos, para reclamar internacionalmente por derechos qyue cree le asisten.

Exactamente la misma operación mental que hacen los ingleses, que pretenden vivir anclados en 1982, para seguir usufructuando lo que robaron en 1833. 

El eje kirchnerismo-antikirchnerismo obnubila tanto el juicio de esta gente, que obvian el detalle de que los argumentos que hoy exhibe el gobierno de Cristina para reclamar las Malvinas, son los mismos que vienen plateando todos los gobiernos argentinos desde la recuperación democrática, y que se inscriben dentro de lo que la propia ONU ha señalado desde 1965 como cauce para la solución del problema.

El sistema multilateral presidido por la ONU sufre desde hace años una profunda crisis que resiente su ya limitada eficacia, y sin embargo ni así ha consentido en la formulación teórica de los instrumentos que lo conforman (la praxis política de los Estados es bastante diferente por cierto), que las situaciones de fuerza puedan crear derechos, algo a lo que el texto pasa sorprendentemente por alto.

La mención a los pactos internacionales de derechos humanos que tienen rango constitucional es -contextualmente- risible, si no sonara ignorante. ¿o acaso si los kelpers fuesen incorporados al conjunto de los habitantes de la Argentina no gozarían de los mismos derechos que su Constitución les reconoce a todo en el plano jurídico?

La suposición de que gozarían en ese caso de una suerte de "capitis diminutio" legal (algo que padecieron durante años por parte de la corona inglesa, hasta la guerra del 82´) sólo cabe en la cabeza de gente superficial como Lanata, afecta más a las bobadas cancheras (como decir que los haríamos esclavos) que al razonamiento profundo.

Extremando el argumento (reiteramos: esgrimido desde siempre por los ingleses) de la autodeterminación llegan al punto de desdoblar la cláusula constitucional, de resultas de lo que lo secundario (la obligación del Estado argentino de respetar el modo de vida de los isleños) se sobrepone a lo principal (reclamar la soberanía) hasta anularlo, que es lo que por otra parte se postula cuando se dice:  "La afirmación obsesiva del principio “Las Malvinas son argentinas” y la ignorancia o desprecio del avasallamiento que éste supone debilitan el reclamo justo y pacífico de retirada del Reino Unido y su base militar".

Cabe preguntarse si no es en nombre del reclamo de soberanía, desde donde se pediría el cese de la presencia militar inglesa en las islas, o la gestión compartida de los recursos naturales, ¿tal vez apelando a Greenpeace y el salvataje de ballenas?

Dijimos antes que el documento se inscribía en una antología del zonzaje cipayo nacional al mejor estilo jauretcheano de los términos: gente que en el fondo se siente exiliada en su propio país, sobre todo cuando éste toma en sus manos su propio destino y tratar de guiarlo hacia donde la parece a la mayoría de la gente que en él vive que -causa o efecto, pero es así- no suele ser el que prefieren ciertos "intelectuales".

Pero en esos pequeños intelectos (algunos) y grandes egos (todos) hay otra cuestión, que los ha llevado no casualmente a que hayan elegido a Malvinas para proyectarse públicamente.

Porque da la casualidad que es un tema donde muchos opositores (afortunadamente la mayoría) se alinearon con el gobierno -como debe ser-, hecho hasta demostrado con la concurrencia de muchos de ellos a la Casa Rosada, respondiendo a la invitación de Cristina.

Hete aquí que esta gente entonces pretende cumplir un rol político, por fuera y al costado del propio sistema de partidos (como cuando los medios hegemónicos batallan por vertebrar a la oposición al kirchnerismo), y sobre todo cuando éste por un momento (como en este caso) depone la lógica "oficialismo-oposición": el documento hasta llega a denostar despectivamente la noción de "políticas de Estado" (una zoncera que muchos de ellos llegaron a difundir profusamente todos estos años), justo en este caso.

Confluyen en el grupete de aspirantes a la notoriedad académicos celosos del protagonismo político que cobraron otros (como Carta Abierta), algo incómodos con el kirchnerismo porque los ha dejado en ciertas compañías poco gratas (aunque en algunos casos como el de Beatriz Sarlo, parecen sentirse a sus anchas allí); junto con periodistas "desalengados" en estos mismos años desde el 2003 para acá (caso Lanata y Eliaschev), porque de golpe se descubrió que de transgresores no tenían mucho más que las encuestas sobre el tamaño del pene y las plumas del Maipo.

Todo aderezado con una moderada reivindicación del clima cultural del alfonsinismo original (tan caro a los sentimientos de la propia Sarlo, o del inefable profesor Romero), en clave de desmalvinización -otros de los legados de la época-, bastante de institucionalismo a lo Carrió y mucha nostalgia del clima anti-político de los cacerolazos del 2001.

Y todos ellos desalojados -por decirlo de algún modo- por el ciclo kirchnerista de poltronas que ocupaban cómodamente y sin demasiado esfuerzo: los denunciantes del régimen menemista, la intelectualidad crítica y progresista; y hablando desde el "no lugar" que implica su presunta neutralidad partidaria, lo que creen es un cómodo atajo a las previsibles réplicas que sus opiniones van a generar.

Pocas razones, poco peso (aunque el caso de Lanata sugiera literalmente otra cosa), poco vuelo argumental, para tanta pretensión de protagonismo.       

Pero seguramente -como dice la nota de Clarín que ilustra el post- seguido atentamente desde Londres; para llevar agua para su molino, o para agregar alguna pieza a la colección del British Museum.

A menos que ya tengan allí bastantes boludos importantes en su colección.

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