Se cumplen hoy 9 años de la terrible inundación de Santa Fe por las aguas del Salado, que cubrieron más de la tercera parte de la ciudad. y se llevaron la vida y los sueños de muchos santafesinos; y en muchísimos casos, lo poco que tenían los que siempre sufren por tener poco.
A casi una década de aquellos días terribles, al dolor de las pérdidas se le suma la bronca por la injusticia y la impunidad de los responsables políticos de la tragedia, con el entonces gobernador y hoy senador Carlos Reutemann a la cabeza.
Impunidad garantizada por un sistema judicial perverso, pensado para proteger a los poderosos; y que los que vinieron después de aquéllos fatídicos días -tres gobiernos, dos signos políticos diferentes- no se atrevieron a desmontar.
También pasaron los años sin que se cumplan aquéllas promesas de campaña con las que algunos pretendieron capitalizar políticamente la tragedia: este post que escribimos en Nestornautas hace once meses -uno de los más leídos en los últimos tiempos- conserva dolorosa actualidad y vigencia; nada ha cambiado sobre lo que allí contábamos.
Pero como pasa en todas las tragedias, la inundación de aquel 29 de abril de 2003 reveló lo mejor y lo peor de la condición humana.
Al lado de los responsables -por acción u omisión- del desastre, o de los que siempre medran especulando con el dolor y la necesidad ajenas, los santafesinos fuimos testigos y protagonistas de innumerables muestras de solidaridad y generosidad con los que sufrían.
Ante la ausencia de un Estado desertor y la cobardía de una dirigencia política que demostró no estar a la altura de las circunstancias -cargando con una condena social que ningún aparato de impunidad les podrá evitar- esa solidaridad que anida en el corazón del pueblo llano fue la que nos mantuvo a salvo, y generó y genera las reservas para salir adelante.
Para continuar organizándose y luchando para que éstas cosas no vuelvan a repetirse, para hacer visibles a los ojos del poder a los eternos invisibles, que siguen en muchos casos tan postergados e ignorados hoy como entonces.
Y para seguir peleando para que no haya impunidad para los culpables de la tragedia, como aprendimos de unos pañuelos blancos de la dignidad en otra tragedia.
Es lo menos que se merecen las víctimas.
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