miércoles, 2 de mayo de 2012

NO HAY PEOR CUÑA QUE LA DEL MISMO PALO



Seguramente muchos habrán visto en la edición de ayer de "6 7 8" el comentario sobre la nota que firmaron Silvina Walger y Laura Di Marco (la autora del libro sobre La Cámpora) en la revista española XL Semanal.

Para los que no lo hayan visto, acá pueden leer la nota, que dicho sea de paso ahora figura como de exclusiva autoría de Walger: una increíble sucesión de berretadas de peluquería (y no necesariamente de barrio), levantadas con avidez por un medio español senacionalista (uno de tantos, empezando por los diarios "serios" de la ex madre patria) con el upite ardido por la expropiación de YPF.

Hasta aquí, un clásico medio pelesco -en éste caso de Walker, adepta al género como decíamos acá- nacional: la necesidad irrefenrable de sostener la autoestima propia a partir de la validación por el extranjero (una de las más arraigadas tradiciones culturales del cipayaje nacional), aun al precio de incurrir en las zonceras autodenigratorias de las que también nos hablaba Jauretche, como si no fueran parte del propio país sobre el que echan toneladas de mierda; aunque obviamente no se sienten tales.

Pero decíamos que desapareció de la nota la firma de Laura Di Marco, y en ésta columna de La Nación de hoy la ¿escritora? trata de explicar las razones: se vio sorprendida en su buena fe por el sensacionalismo amarillista del medio español, la sacaron de contexto, mezclaron sus respuestas ante el reportaje, con las afirmaciones de Walger, y concluye adhiriendo a la teoría del "funcionalismo": el último favorecido con el desaguisado de los españoles resulta ser el pérfido kirchnerismo, porque esto da pasto a los medios oficialistas para criticar al "periodismo independiente".  


Desde el lugar de la corrección política, Di Marco cuestiona a los españoles de XL como si el periodismo marrón que estos ejercen, difiriera mucho del propio: nula existencia de fuentes comprobables, hechos afirmados con autoridad que son absolutamente imposibles de corroborar pero garantizan el impacto sensacionalista que se busca, berretización de la argumentación política reduciendo toda explicación de los hechos a un psicologismo también berreta que incursiona en el curanderismo periodístico.

En fin, nada que no hayamos visto, oído o leído todos estos años, incluso en La Nación, o de la propia Di Marco; sobre todo de ellos y los medios y periodistas que entienden como ellos el oficio, ése que ahora Di Marco entiende agredido por los españoles.

Tanto que Walger no ha desmentido que sean suyas las idioteces publicadas por el semanario español, y no podría hacerlo, porque son perfectamente consistentes con las que desde hace años viene perpetrando por los medios locales.

Y consistentes con las que han dicho mucho otros, incluida la ahora ofendida Di Marco, letras más, calificativo menos; prestos además a abrir la boca por unos buenos morlacos, y si es en dólares o euros, mejor.

Con lo que queda claro que a cierta gente no le molesta la ética más o menos borrosa con que se ejerce la profesión periodística (es más: tienen pocos blasones que exhibir al respecto), sino que les hayan dado a probar una cucharada de su propia medicina.

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