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El periodismo vive una extraordinaria
revolución. Los periodistas hoy filman, editan imágenes y sonidos (en realidad eso lo hacen los camrógrafos) y por
supuesto escriben, (lo cual en algunos casos -como Majul por ejemplo- es ciertamente de lamentar) en una convergencia apasionante que a la vez cambia
conceptos que pasaron a ser arcaicos.
No hay concentración ya en el sentido
viejo del término: (bueno, no te adelantes tanto, Clarín tiene hasta el 7 de diciembre para devolver las licencias que le sobran de acuerdo a la ley de medios) Facebook o Twitter o cualquier blog o ciudadano tomando una
foto de valor informativo para la sociedad es un medio en sí mismo. (obvio, y son lo mismo que 293 canales de aire y de cable, múltiples señales y operadores, radios de AM y FM y productoras de contenidos, ahora sabemos quien le dio a Lanata la idea de los twitteros K truchos con 3 seguidores, que forman agenda y opinión pública) En todo
caso, interactúan con los periodistas profesionales que como siempre, antes y
ahora, trabajan no para comunicar lo que el poder quiere sino para informar a
la gente de lo que pasa. (¿y si el poder quiere que informen a la gente que hay que pagar impuestos o vacunarse obligatoriamente contra la gripe A no lo informan entonces?. ¿antes en la dictadura también trabajaban "no para comunicar lo que el poder quiere sino para informar a la gente de lo que pasa"?, mirá que tenemos guardadas las tapas con los muertos en enfrentamientos fraguados, y más acá no te olvidés de "La crisis causó dos nuevas muertes")
En la última aparición de la Presidenta
ante periodistas en la sala de prensa de la Rosada estalló un acto fallido:
dijo que no respondería preguntas porque no iba a declarar contra sí misma (más que un acto fallido, es una garantía constitucional, derivada de la presunción de inocencia, o sí querés, un mínimo de sentido común, pero claro, ustedes son periodistas y eso por ahí les resulta difícil de entender) ¿Lo
sería contestar sobre lo que preocupa a los argentinos como la corrupción, la
inseguridad o la inflación? (no, lo sería pretender que les diga "sí, ustedes tienen razón, mi gobierno es un desastre, la corrupción está por todos lados y no podés salir a la calle porque te matan", sería como si Duhalde le hubiera dicho a Mirta Legrand -cuando le preguntó "¿usted está en la droga?"- "sí, señora, tengo la fábrica de cocaína en el quincho del fondo, al lado del asador") Su primer deber como gobernante es el de responder. (no, su primer deber como gobernante es ...gobernar) Rendir cuentas. Es un mandamiento para ella y sus funcionarios. Pero también
con los medios, el Gobierno trabaja para desmentir lo que había prometido:
mejorar la calidad institucional. (ah, y sólo se rinde cuentas ante los medios, haciendo conferencias de prensa y contestando preguntas del periodismo. Bien, cerremos los tribunales y el Congreso, y nos ahorramos un montón de guita)
Usa el éxito electoral para hacer lo que
quiere. (bueno, es uno de los usos posibles del 54 % de los votos, ¿o lo tendría que usar para lo que quieren ustedes, o Biolcatti o los caceroleros?) La prensafobia instaló la idea de que los medios no adictos no
defienden valores sino intereses. (ah, claro, la instaló nomás, porque no existía ni existe, lo tuyo es puramente vocacional, porque además ustedes les reconocen a los medios "adictos" que defienden valores, y no son unos simples mordedores del monedero del Estado, claro. Interesante además lo de "adictos" y "no adictos", ¿tiene algo que ver con el proyecto de despenalización del consumo?) Como diría Borges: “Dentro del patriotismo
sólo se toleran las adhesiones”. (y dentro del capitalismo también, por eso existen los contratos de adhesión, ) El problema de la prensafobia es que se
contagia: cronistas de varios medios fueron agredidos por matones en un
hospital de Malvinas Argentinas. (sos tan canalla que le cargás a Cristina que haya matones de un intendente que jugó primero con Duhalde y ahora con Macri, que les pegaron a periodistas de "medios adictos", por preguntar y ejercer su oficio de "decirle a la gente lo que pasa y no lo que el poder quiere transmitir", pero al parecer el "somos periodistas, queremos preguntar" sólo correría para los medios "no adictos". Y los tipos son matones, pero se dan manija con la "prensafobia" que transmite el gobierno, hasta el día antes eran boy scouts, mirá que interesante)
La violencia se transmite, (si es posible, las 24 horas del día, con repeticiones y cámara lenta, porque como sabemos, tiene excelente ráting) como lo saben
los periodistas usados como carne de cañón en programas oficialistas,(¿o sea que los de los programas opositores lo hacen de boludos nomás?) escraches, carteles difamatorios o farsas de juicios callejeros. (¿y qué periodistas participaron de los escraches, carteles y juicios públicos?, ¿desde cuándo alguien que participa de un escrache o un juicio público es carne de cañón, no se supone que está ahí porque comparte la idea?) Castigo para
los que piensan diferente. (¿lo estás pidiendo?) Hoy es nuestro día. (¿el del que pide castigo para los que piensan diferente, no era el día del periodista?) ¿A qué aspira un periodista? (depende si es adicto o no, por lo de aspirar, viste) A
tener más parte de razón que de menos: nunca se la tiene del todo. (ah, o sea que no es contarle a la gente lo que el poder quiere ocultar, sino hacerle la cabeza digamos) Y a ayudar a
la vida de la gente. (haciéndole la cabeza, para que te dé la razón y haga lo que decís) Para eso es imprescindible no confundir nunca el
periodismo con la propaganda. (eso, explicáselo a Magnetto que no lo entiende, y los hace derrapar todo el tiempo con operaciones de prensa, venta de pescado podrido y todas esas cosas que cuando estudiaban periodismo les decían que no había que hacer)
Y como parte de los festejos del "Día Del Periodista Que Se Mira Todo El Tiempo Su Propio Ombligo Y Cree Como En El Aleph de Borges Que Allí Está Contenido Todo El Universo", Pablo Sirven escribe esta columna en La Nación de hoy; para explicarnos por qué con Menem, estábamos mejor.
Y si de lo que hablamos es de justicia independiente, división de los poderes, transparencia republicana y respeto por la libertad de prensa, incomparablemente mejor, al parecer.
Y todo porque en la época del innombrable el podía denunciar a Sofovich por currar en ATC y ahora no puede; debe ser porque no existe más ATC y Sofovich no es funcionario, pero no: al parecer sería porque ahora no se lo puede denunciar a Boudou por el caso Ciccone.
Que alguno le avise a Sirven que -si es por eso-deben haber mil o dos mil denuncias contra Boudou por el caso Ciccone y aledaños, muchas de ellas hechas por ¿periodistas? como Cristian Sanz por ejemplo (eso siempre y cuando se lo considera a ese pibe periodista, al parecer Sirven no lo hace, será un problema entre ellos).
Ahora si a lo que apunta Sirven es que, porque a un tipo lo denuncia un periodista ya está probado todo lo que dice la denuncia, y la justicia de inmediato lo tiene que poner preso, bueno, la cosa se complica un poco.
Es interesante cuando Sirven dice (con su propio ejemplo en el caso Sofovich, contrastado con el caso Ciccone-Boudou) que en los tiempos de Menem estaban más protegidos "para defenderse de los funcionarios".
Primero porque los funcionarios no los atacan (ni lo atacaba Sofovich cuando lo denunció: el mismo reconoce que después se encontraron y mantienen una relación cordial y respetuosa, algo que ahora no se consigue), y segundo porque es otra muestra de ombliguismo periodístico: si un funcionario es corrupto o coimea, no "ataca" a los periodistas, sino está cometiendo un delito, que perjudica al conjunto de la sociedad.
Y además porque el amigo Sirven (inmerso en la ya insoportable victimización ombliguista del periodismo militante opositor) omite un dato esencial: en aquéllos tiempos que él añora, existía en el Código Penal la figura de las calumnias e injurias cometidas a través de la prensa, y los funcionarios promovían querellas contra los periodistas cuando se sentían ofendidos por sus críticas: el propio Menem justamente utilizó el recurso contra Horacio Verbistky por ejemplo.
Figura que hoy no existe en el Código Penal porque fue derogada por el Congreso en el 2009, a instancias del gobierno de Cristina; gracias a lo cual -por ejemplo- los periodistas pueden no sólo denunciar, sino calumniar e injuriar a través de la prensa, sin sufrir ningún tipo de consecuencias.
Pero claro, para gente como Roa o Sirvén, eso no califica como un aporte a la calidad institucional.
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