Que Moyano haya decidido ayer (apremiado por las circunstancias, aislado en el peronismo y en buena parte del sindicalismo y acorralado por la decisión de Cristina) levantar el paro del transporte de combustibles y reemplazarlo por un paro y movilización la semana que viene a Plaza de Mayo reclamando por Ganancias y las asignaciones familiares no es algo para celebrar demasiado; aunque ciertamente es mejor que la prolongación de la huelga, que perjudicaba gravemente a la gente común y el funcionamiento general del país, con el consiguiente costo político para el gobierno.
La herramienta del paro potencialmente desasbastecedor (y desestabilizador) estaba disponible, y Moyano demostró que está dispuesto a utilizarla: que haya fracasado no significa que no lo intenten nuevamente, si entiende que las circunstancias lo habilitan.
Y eso obedece a que la escalada del líder de una parte de la CGT para disputar poder político con Cristina, mientras defiende su sillón en la central e intenta ingerir en la ya abierta interna dentro del peronismo por la sucesión presidencial, se inscribe claramente en el contecto del lock out de la Mesa de Enlace de hace días, las movidas por el dólar o los cacerolazos porteños.
Todos tienen un ojo puesto en la coyuntura y otro en el mediano plazo, en el final del mandato de Cristina y la imposibilidad de reelección; la diferencia es que algunos están más apresurados y parecen no poder esperar a diciembre del 2015, porque el almanaque les impone plazos más apremiantes como el 7 de diciembre de éste año: la proximidad de la desinversión obligatoria que marca la ley de medios exacerba la pulsión destituyente del Grupo Clarín por encontrar el sujeto social y político en el que anclar su estrategia de supervivencia como estructura de negocios, y para el caso parece dar lo mismo un camionero que una señora cacerolera de la Recoleta.
Y al mismo todos (Moyano, los desesperados por el dólar blue, los cacerolos, los millonarios panzones de la Mesa de Enlace) suponen que pueden aportar su granito de arena al tembladeral, con la expectativa de ser los únicos y definitivos beneficiarios de la sacudida: de allí que se sucedan unos a otros en una especie de corsódromo del quilombo, aun sin haber mediado un previo concierto para articular sus acciones; aunque esto no pueda tampoco descartarse de plano.
El problema con ese planteo es que cuando las diferencias de intereses objetivos son tan grandes como las que pueden mediar entre un reclamo sindical (aunque sea expresivo de una porción menor del universo de los laburantes) y una queja de la clase media urbana por ciertas restricciones que impactan en lo que hace con sus ahorros, es muy difícil -si no imposible- coagular políticamente esa fuerza dispersa, en un único sentido.
Sin embargo seguirán intentándolo, y ése será el contexto en el que transcurrirá este mandato de Cristina hasta su finalización en diciembre del 2015, lo que nos impone a nosotros -los militantes de a pie- estar atentos y vigilantes, y al gobierno tomar nota del asunto para actuar en consecuencia.
Y en ese contexto, percibir claramente las amenazas, y el hecho de que los gestos simbólicos tienen tanto valor como los hechos concretos: en el año de la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central Moyano para el transporte de caudales, y a dos semanas del cierre del proceso de expropiación de YPF, bloquea la salida de los camiones con nafta; lo que implica que -se lo haya propuesto o no- lo que está impugnando es el rumbo del proceso político que conduce Cristina, más allá de un reclamo sindical.
O Scioli blanquea sus aspiraciones presidenciales, y emprende un oportuno viaje al exterior justo cuando el camionero desata su ofensiva contra el gobierno, con la excusa de no cerrar una paritaria que luego terminó definiendo en diez minutos: si la cosa no estuvo arreglada de antemano, se pareció bastante a eso.
Que Cristina haya tenido que regresar precipitadamente desde Brasil para ponerse al frente del operativo para normalizar el suministro de combustibles amenazado por el paro revela que tuvo clara percepción de la gravedad del asunto, tanto como la precariedad política de un dispositivo gubernamental que funciona movido en base a su exclusiva voluntad.
Por eso no hay mucho que festejar con el levantamiento del paro (aunque Cristina le haya ganado hasta acá claramente la pulseada a Moyano), porque además se viene una semana cargada de tensión con la movilización a Plaza de Mayo, con una convocatoria tan variada e inverosímil (desde Barrionuevo a Michelli, pasando por Buzzi y el "Momo" Venegas, los grupos de izquierda o Libres del Sur), que sería un milagro que no derive en incidentes de imprevisibles consecuencias: ahí está el drama de Lugo en el Paraguay a la mano, para demostrar la importancia de estar atentos y vigilantes.
Como habrá que estar de acá al 2015, sobre todo si el proceso político sigue el curso de profundizar las transformaciones emprendidas desde el 2003, e impulsar las que están pendientes. De hecho, todo indica que esto es como la bicicleta: si el proceso no profundiza la velocidad de los cambios (de acuerdo a lo que la relación de fuerzas y la disponibilidad de medios permita en cada circunstancia) pierde impulso, y tiende a perder el equilibrio.
Y eso exige del gobierno gestionar lo mejor que se pueda, y comunicar claramente lo que se hace y por qué se hace, como dijimos en el caso de las restricciones a la compra de dólares y lo reiteramos ahora: si la crisis viene pegando fuerte y hay que prepararse para tiempos aun más difíciles, no hay que tener miedo a decirlo con claridad, confiando en la respuesta de -si no todos- al menos la inmensa mayoría de los que conforman el 54 % que votó a Cristina.
En los sucesivos fracasos de las ofensivas que se vienen sucediendo desde el 23 de octubre (claramente destituyentes, en tanto expresiones de rebeldía anti democrática contra la legitimidad de un mandato que emana de una contundente expresión de la voluntad popular) subyace la falta de un acompañamiento social significativo a las demandas corporativas o sectoriales que se van planteando, sea desde el sindicalismo, las patronales del campo privilegiado, o ciertos sectores de la clase media que salen a cacerolear.
Y en esa falta de acompañamiento hay un implícito reconocimiento de que el horno no está para bollos, y de que siguen siendo Cristina y éste gobierno los más capacitados para manejar el país en éste contexto: sobre esa intuición hay que machacar, hasta transformarla en certeza; porque ése será el mejor antídoto contra cualquier maniobra destituyente futura.
Pero no sólo a Cristina y al gobierno le toca parte de la responsabilidad, ni la que les cabe tampoco se agota en gestionar y comunicar mejor: hay que organizar y organizarse políticamente para -como decía Perón- transformar el número en fuerza, y constituir una verdadera base de sustentación política (no simplemente electoral) del gobierno; algo que en el medio del balurdo con Moyano pareció frágil, si no inexistente.
Y organizarse políticamente exige algo más que movilizarse para llenar la cancha de Vélez: exige formar, encuadrar, conducir, revisar estilos de construcción política (incluso de la propia Cristina), trabajando para sostener el proceso hasta el 2015, y para hacerlo perdurar más allá; dándole la capacidad de trascender políticamente la restricción constitucional de la re-reelección de Cristina, y hasta su propio deseo personal de buscar o no un nuevo mandato.
Suscribo plenamente esta opinión y agrego que la situación del país solo puede ser desestabilizada con hechos de violencia programada por los sectores anti-modelo, para luego erigirse como salvadores de la patria. Ya la conocemos lunga a estas jugadas pero no hay que bajar la guardia. Ni banderazos ni cacerolazos. Militancia de cara a la gente.
ResponderEliminarESPERO ANSIOSA EL JAQUE MATE DE CRISTINA A ESTE NUEVO OLIGARCA QUE HACE UN PARO EXTORSIVO A UN GOBIERNO PERONISTA, TIENE QUE SONAR EL ESCARMIENTO.
ResponderEliminarRodolfo P. está ansiosa.
ResponderEliminarHoy escuché un rato de Bravo en continental, desde expo expo de máquinas allí en Santa Fe, entrevistó a Venegas, a Macri y a del Sel, (veo que a Buzzi también) todos ultra Moyanistas!, no tiene desperdicio. El tipo ya empieza a hacer la propaganda 2015 de la cara a sus amigos, en el sitio de la radio se puede escuchar.
ResponderEliminarQue tipo tan mal parido (nunca entendí a Silvana Di Lorenzo, o bueno, quizás cuando lo largó) vomitivo, con ese tono de ganso, esa voz de pelotudo, se hace el bueno, y habrás tanto boludo y boluda que lo sigue...