sábado, 7 de julio de 2012

INTERNAS ABIERTAS, FRACTURAS EXPUESTAS


La política santafesina ingresa a la semana en que -por fin- ha de discutirse en el Senado provincial la meneada reforma tributaria impulsada por el gobernador Bonfatti, curiosamente a partir de un pedido de preferencia presentado por algunos senadores del PJ.

El proyecto más controversial de los siete meses de la gestión que sucedió a la de Hermes Binner será discutido en un contexto de fraccionamiento del arco político, tanto en el oficialista Frente Progresista Cívico y Social, como en la oposición mayoritaria expresada en el PJ; que hace dificultoso -hoy por hoy- avizorar el resultado final de la discusión, y los contornos definitivos del proyecto si resulta aprobado; aunque a esta altura es seguro que no será el original que llegó desde la Casa Gris.

En el peronismo, el desafío de los senadores del PJ a la conducción partidaria se tradujo en la moción de preferencia para el tratamiento de la reforma; que le marcó claramente la cancha al flamante presidente del partido José Luis Freyre que los representantes departamentales tienen juego propio con el Ejecutivo socialista, más allá de la estrategia trazada por la conducción partidaria.

En espejo con ese ejercicio de autonomía, los ocho bloques en que está dividido el PJ en Diputados, lejos de intentar consensuar una postura común, comenzaron a rivalizar entre sí con declaraciones públicas tendientes a demostrar cuál de ellos expresaba una oposición más frontal al proyecto: una forma poco sutil de subirse el precio en la negociación que suponen debe replicarse en la Cámara con el gobierno, si el proyecto es aprobado por el Senado.

Claro que esos gestos no hacen sino aumentar las dificultades de Freyre y el consejo provincial del PJ para llevar adelante una estrategia uniforme, pues además deben contener los intereses de los intendentes y presidentes comunales peronistas, que necesitan con urgencia que alguna modificación tributaria prospere, para oxigenar sus recursos en un año complicado.

En la semana que cierra mientras el peronismo santafesino exhibía en el tema de la reforma su fragmentación -que le costará mucho revertir- y en la que se produjo la histórica condena a Videla y otros genocidas por el plan sistemático de apropiación de bebes, José Luis Freyre anunció que recibirá a los integrantes de H.I.J.O.S. para brindarles un reconocimiento por su larga lucha por los derechos humanos, que se les negó por años desde las estructura del partido que aportó muchos muertos y desparecidos en la dictadura, pero albergó también a muchos represores y colaboradores civiles en la democracia.

El propio Freyre manifestó su intención de expulsar a éstos, y a los que ocuparon cargos en la dictadura, del padrón de afiliados partidarios: inmediatamente todos pensaron en Juan Carlos Mercier, múltiple ex funcionario del último gobierno de facto en la provincia, pero además ministro de Hacienda y Finanzas de Carlos Reutemann en sus dos gobiernos, diputado y senador provincial, y fallido candidato a gobernador, con los colores del PJ: todo un símbolo del cambio de los tiempos en el peronismo santafesino, y del irremediable ocaso del reutemanismo como corriente política gravitante en él por más de dos décadas.

Por el lado del Frente Progresista, mientras el gobierno debe lidiar con el conflicto con las empresas constructoras (en el que no logra acordar un mecanismo de cancelación de la deuda que se abulta con el paso de los meses, y tiene paralizada la obra pública), ya recibió el reclamo de los gremios (primero UPCN, luego los docentes privados y estatales) de reabrir la discusión salarial en paritarias; lo que el propio Bonfatti negó de plano.

En el frente partidario, la crisis entre socialistas y radicales en Rosario (con la renuncia del radical Challe, Secretario de la Producción de Mónica Fein) expuso en toda su crudeza las tensiones de la coalición oficialista: el referente de la UCR en del distrito, Jorge Boasso (tentado por el PRO provincial para sumarse a sus filas) apoyó la actitud del renunciante con los mismos y durísimos términos con que viene criticando la gestión municipal socialista (es en los hechos un opositor), que hizo extensivos al propio Frente Progresista: lo tildó de vulgar rejuntado electoral.

La pronta y categórica adhesión del presidente nacional de la UCR Mario Barletta a ambos (el renunciante Challe y el crítico Boasso) marcan a las claras que hay al menos un sector importante del radicalismo dispuesto a mostrarle los dientes al socialismo, y tener juego propio en busca de consagrar a un hombre de sus filas como candidato a gobernador por el Frente en el 2015; les guste o no a los hombres del partido de la rosa.

Mientras tanto Bonfatti confraternizaba en un suculento asado con otros radicales (los miembros del bloque de Diputados), para asegurarse sus manos levantadas en la Legislatura cuando se discuta allí la reforma tributaria.

Misterios de la política: pese a las conversaciones formales llevadas adelante con los presidentes de la UCR y el PJ, la suerte del proyecto considerado crucial para su futuro por el propio Bonfatti depende de los acuerdos bordados por fuera de las estructuras partidarias con los senadores del PJ (especialmente los sobrevivientes del reutemanismo) y los diputados de la UCR que se resisten a la autoridad de Barletta, a la sazón sanatefesino y máxima autoridad nacional del partido.  

Y pese a haber llegado el propio Bonfatti a la Casa Gris como el delfín de Hermes Binner, hoy no puede contar con el apoyo de su antecesor en el cargo y principal referente del FAP para encauzar las cosas dentro del Frente Progresista (porque el propio Binner no tiene ya ni por asomo el peso que tenía en la política provincial cuando era gobernador) porque las estrategias nacionales de radicales y socialistas divergen; ni quiere tenerlo cerca cuando de acercar posiciones con el gobierno nacional se trata: la otra viga maestra de su estrategia de supervivencia.

El síndrome del jarrón chino, que le dicen.   

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