Las reacciones que está generando el proyecto para permitir que los menores de 16 a 18 años puedan votar si deciden hacerlo muestra claramente el contexto en el que se está dando el debate político en la Argentina; y hay que ubicarlo en la misma línea de la demonización de la Cámpora en particular, pero apuntando a la participación política de los jóvenes en general, con el sainete del Eternauta y el 0800 buche del macrismo.
Sin entrar en la discusión de fondo sobre la oportunidad o conveniencia del proyecto, se lo rechaza de plano ,por entenderlo parte de la estrategia del kirchnerismo para lograr en el 2013 una victoria electoral contundente que lo coloque a las puertas de la reforma constitucional, para posibilitar otro mandato de Cristina, ésta nota de Clarín (a la que corresponde la imagen de abajo) lo expresa con claridad:
Lo cual demuestra (si fuera cierto que la oposición en el Congreso rechazará la iniciativa) la confesión palmaria de una absoluta incapacidad para interpelar e interpretar políticamente a la juventud, no sólo en el presente, sino fundamentalmente hacia el futuro.
Lo que es lo mismo que admitir -a mediano plazo- casi la extinción de ciertas fuerzas políticas, por el impulso fatal de la biología, diríamos: están cazando en el zoológico, apelando siempre a un electorado cautivo, y sin capacidad ni voluntad de ensanchar sus bases de representación a través de la praxis política adecuada.
Porque como bien lo señala Aníbal, de aprobarse el proyecto el voto sería voluntario para sus beneficiarios, y por ende está abierto el desafío a todas las fuerzas políticas para convencerlos de ejercer el derecho, y luego de votarlos; claro que eso exige militar en el sentido tradicional de la política, y dejar de trasegar tanto los estudios de televisión.
Porque allí radica el problema: el fenómeno de la participación política de la juventud (en sus diversas variantes, desde la militancia propiamente dicha hasta el ejercicio de los derechos políticos) está directamente asociado al kirchnerismo, y al modo en que Néstor Kirchner decidió saldar la crisis terminal del 2001, apostando a otro modelo de gobernabilidad.
Que consistió en interpelar e interpretar a los sectores oscurecidos o invisibilizados en la década neoliberal (desde las organizaciones sociales hasta los trabajadores organizados, pasando por los organismos de derechos humanos), como así también a los que emergían a las ligas mayores de la política (precisamente a partir del modelo de gobernabilidad kirchnerista) para vehiculizar demandas de larga data; como las minorías sexuales, o los luchadores por una comunicación más democrática.
En todos esos casos el kirchnerismo se quedó con la clara primacía (sino el monopolio) de la representación política de esos sectores, y no fue fruto de la casualidad, sino del despliegue de una acción política deliberada, con medidas concretas, como fueron en el caso de los jóvenes el reparto de las netbooks de Conectar Igualdad, o la asignación universal; aunque falten (como en tantos otros aspectos) medidas específicamente pensadas para los jóvenes, como facilitarles el acceso al primer empleo, a la vivienda propia (cierto es que ambos aspectos son parte de problemas de mayor contexto), o atacar a fondo la precarización laboral de la que son víctimas predilectas.
Un pibe que cumpla 16 años el día de las elecciones legislativas del año que viene habrá nacido en 1997, en los estertores del menemismo, y en consecuencia lo que conoce de la política (y del peronismo) es el ciclo kirchnerista; la situación inversa de los nacidos en el retorno a la democracia.
Allí hay que buscar las razones del probable rechazo opositor a ésta iniciativa, que parece el de aquéllos que en los 40', durante el primer peronismo, se oponían a la implantación del voto femenino; más allá de las previsibles resistencias culturales a ampliar la participación de la mujer en los diferentes aspectos de la vida social.
Un rechazo que expresa un cuadro de situación política que permanece sin variantes desde el 23 de octubre (y que determinó los resultados de la elección), y que hace que, hoy por hoy y más allá del desempeño concreto de gestión del gobierno o la propia voluntad personal de Cristina de competir por otro mandato, la valla más consistente a una eventual re-reelección esté dada por la cláusula constitucional que la impide.
Y que la apelación opositora a la defensa de las instituciones republicanas se parezca bastante al miedo de repetir el urnazo, corregido y aumentado con votos adolescentes.
Creo que los partidos de oposición saben que no les pueden ofrecer a los pibes una épica, como sí tenemos nosotros. ¿Cuál es la épica del Pro, privatizar todo e ir a la escuela a aprender? ¿Y la épica del radicalismo, del socialismo?
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