miércoles, 19 de septiembre de 2012

NO LOS UNE EL AMOR Y TAMPOCO EL ESPANTO


Si nos guiáramos estrictamente por la información que se consigna en esta nota de La Nación de hoy, respecto a los movimientos que se están dando en el campo opositor (es decir sin apelar a ningún informe de "6 7 8", o artículo de Página 12 o Tiempo Argentino), la única conclusión posible es clarísima: la oposición al kirchnerismo es una auténtica bolsa de gatos; un desfile interminable de primas donnas de ego inflamado que se creen todos estadistas inconmensurables, al pie de los cuales deben ir todos los demás, para vertebrar una alternativa al proyecto nacional.

Y si bien eso es cierto, la realidad es mucho peor: desde el 23 de octubre para acá, la oposición (en su totalidad, con los matices de cada uno) no ha dado un sólo paso serio y consistente que revele que entendieron el mensaje de las urnas, que hicieron autocrítica de sus fracasos reiterados y -en consecuencia con eso- tampoco hicieron el más mínimo ensayo de corrección del rumbo.

No tomaron en cuenta por ejemplo que parte del rechazo electoral que sufrieron tuvo que ver con que la unidad de amontonamiento del llamado "Grupo A" terminó en un estrepitoso fracaso, cuando luego de controlar por dos años el Congreso, se pegaron sucesivos helados en la frente y lo único que pudieron alumbrar fue el mamarrochoso proyecto del 82 % móvil para los jubilados sin financiamiento alguno, vetado por Cristina.

Es tal el patetismo que -como da cuenta la nota- no logran siquiera articular una estrategia común ante lo que denominan la ofensiva del kirchnerismo por la reforma constitucional y la re-reelección, tema que de hecho han contribuido más ellos a instalar (y los medios hegemónicos que les siguen marcando la cancha) que el propio oficialismo, con una mezcla de temor a otro triunfo de Cristina, con impotencia para instalar su propia agenda.

Y en ese marasmo, recién desayunados del hecho de que los cacerolazos también fueron dirigidos contra ellos, se apuran a interpretarlos de un modo tal que aparezcan legitimando sus operetas, algo así como "hagamos tal cosa, porque es lo que pidió la gente en las marchas"; como vemos acá en la convocatoria del GAPU, ese engendro cocinado entre el PRO y los peronistas disidentes (disidentes de todo lo que huela a peronismo), para ser conducido por la saltimbanqui serial Patricia Bullrich, que representa allí al "tercer sector": ella misma:


Cuando en realidad el cacerolo promedio (el que le desea la muerte a Cristina) lo que quisiera hoy por hoy es ponerles un pan de trotyl en el ojete a cada uno de éstos nabos, más que esperanzarse con "un acuerdo de unidad opositora".

Rejunte tras rejunte de figurones,  figuritas y figurettis sin capital electoral propio (la mayoría no mueven el amperímetro ni en la elección de una vecinal), con conferencias de prensa y convocatorias a la unidad opositora lanzadas por los medios, y prenderse en las redes sociales para surfear sobre la ola de los cacerolos ("los partidos políticos y las organizaciones sociales trabajan en paralelo", dice el documento), mientras protagonizan papelón tras papelón en el Congreso (no porque pierdan las votaciones, sino porque se dividen en cada una, peléandose más entre ellos que con el oficialismo), no parecen el mejor camino para recuperar capital político y electoral.

Ni siquiera para frenar la supuesta embestida oficial por la re-reelección: la mayoría de estos personajes y partidos (sellos de goma en muchos casos) jugarán sus bancas en las elecciones del año que viene (para las que Pino Solanas ya lanzó su candidatura por Proyecto Yo, para ser senador hasta los 83 años, como Menem), con grandes chances de perderlas, acrecentando las chances del gobierno de llegar a los dos tercios de cada Cámara (algo difícil, pero no imposible).  

Y cuando se acerquen las elecciones, y haya que armar las listas, y los casilleros expectables sean pocos (y limitados a las provincias de la pampa húmeda), todos los intentos de acercamiento para forjar una unidad (aunque sea pegada con moco) se van a ir por la canaleta de las ambiciones personales, y de las becas, contratos y subsidios que vienen anexados a cada banca: esa es la simple y dura realidad, que explica el fracaso de los intentos de restauración del "Grupo A" mucho más que los vedettismos y supuestas diferencias ideológicas de las que da cuenta La Nación.

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