viernes, 30 de noviembre de 2012

CAMPANAS DE PALO


Tal como lo había anticipado ayer Horacio Verbitsky en Página 12, los obispos argentinos emitieron un comunicado sobre la actualidad nacional, de durísimo tono opositor al gobierno nacional; aunque con la ambigüedad que habitualmente los caracteriza seguramente hoy saldrán a decir que señalan conceptos generales, y no referidos a ningún sector en particular.

Sin embargo, no es necesario hace un esfuerzo muy grande para detectar en el documento todos los tópicos transitados por el discurso de los medios hegemónicos, que replican los cacerolos en sus protestas, y la oposición en el Congreso: clima de crispación, preocupación por las divisiones y enfrentamientos, avasallamiento de las instituciones de la república, peligros para la división de los poderes y el federalismo, excesivos personalismo o caudillismo, temor a la pérdida de la libertad de expresión: nada nuevo, dicho en el mismo tono admonitorio y de reproche moral de siempre de estos personajes.

Sin embargo el pronunciamiento de la jerarquía de la iglesia argentina constituye un hecho político (de hecho, los obispos asumen ese rol, aunque no lo digan explícitamente), y como tal debe ser analizado; comenzando por señalar que la oportunidad de su difusión es, justamente, una estudiada maniobra política de la cúpula eclesial para anotarse en el desfile de los que pretenden que el kirchnerismo como proyecto político pase a la historia.

Ese desfile en el que ya pasaron los caceroleros y el sindicalismo opositor, y en el que vuelven a pasar una y otra vez los medios hegemónicos, en especial el Grupo Clarín que ve amenazados sus negocios por la inminencia de la plena aplicación de la ley de medios.

El documento de los obispos puede ser analizado desde los antecedentes de los firmantes en tanto personas o como parte de una corporación, que son sobradamente conocidos, y que invalidan cualquier crítica que puedan hacer, sobre todo cuando la formulan desde una supuesta tutoría moral sobre el conjunto de la sociedad argentina; que no tienen y que nadie les ha concedido.

Como también el texto puede ser descalificado simplemente porque los obispos hablan de temas que no conocen ni practican o -lisa y llanamente- deploran; como la libertad de expresión, la democracia o el respeto por el pluralismo y la tolerancia con los que piensan distinto: una larga tradición de oscurantismo y persecuciones (renovada a diario en su práctica eclesial, y de la que pueden dar cuenta antes que nadie muchos católicos), de una institución rígida y estructurada en torno a la única monarquía absoluta de derecho divino que queda en el mundo, contextualiza sus afirmaciones al respecto; hasta hacerlas sonar como si no hubieran sido escritas.

Pero el hecho político relevante del documento del episcopado argentino es que ya nadie (o casi nadie) toma seriamente en cuenta su opinión en los grandes temas nacionales; o en todo caso, el auditorio dispuesto a escuchar lo que dicen, y a anteponer su autoridad para plantear cualquier debate, es cada vez menor; incluso dentro de la propia feligresía católica.

Y eso es una buena señal sobre la madurez política de un país que está próximo a cumplir los 30 años de su restauración democrática, con la plena vigencia de un régimen que involucra el derecho a equivocarse por libre decisión, sin iluminados que pretendan imponer una visión uniforme de sociedad, cuando la realidad de esta es compleja y plural, en el sentido cultural, social y político.

Muchas de las transformaciones que se han producido en estos años de democracia, y en especial en la última década, hubieran sido impensables hace años, o permanecieron soterradas por décadas; justamente por la autoimpuesta tutoría moral que la iglesia argentina ejercía sobre nuestras costumbres, nuestra legislación, nuestro modelo educativo y tantas otras cuestiones.

Y eso ya no existe, o está en trance de desaparición; no tanto como consecuencia de la decisión política de un gobierno (que la tuvo en su momento para confrontar con el poder eclesial, e impulsar determinados temas), sino como resultado de una maduración de la sociedad argentina; resultado justamente de la experiencia democrática que hoy los obispos dicen reivindicar. 

De modo que el hecho político relevante aquí es que, justamente, la opinión de la iglesia católica ya no es relevante para la inmensa mayoría de los argentinos, que ha comprendido que, aunque estos sacristanes salgan a repicar con la melodía de siempre, sus campanas son  -como decía Martín Fierro- de palo.

2 comentarios:

  1. Que Dios los perdone por lo temporales que son estos cardenales y obispos.
    Lo que sí me gustaría como católico, esa que algún día hagan una autocrítica sobre sus responsabilidades -porque todos la tienen- en cuanto a los curas rasos (casos Grassi eIlarraz) y obispos (caso Storni)y cardenales (casos en Sao Pablo, EEUU y Europa, PEDOFILOS.
    Cuando estos sotanas salen a hablar de moral, todos ponemos el culo contra la pared y por las dudas nos tapamos la bragueta.

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  2. Coincido con usted en que hay menos que los escuchan pero no vaya a creer
    que tan de palo... Gobernadores, legisladores, senadores, Clarín y La Nación
    se las están enchapando para que hagan ruido un par de centurias más. Si a eso
    le sumamos el dinero que el estado nacional (nosotros) les aportamos todos los
    años, tienen para que algún “metalúrgico” les mejore el trabajo. Del transporte
    al taller, ni hablamos, camiones sobran. En fin... hay gente a la que todavía
    les gusta alumbrase con velas.

    Saludos

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