lunes, 17 de diciembre de 2012

EL AÑO QUE VOLVIMOS A YPF


El jueves pasado se celebró el Día Nacional del Petróleo, conmemorando aquél descubrimiento en Comodoro Rivadavia en 1907, y está llegando a su fin el año en el que los argentinos recuperamos el control de nuestra empresa petrolera estatal.

Una decisión estratégica del gobierno nacional, que incluso acompañaron en el Congreso la mayoría de las fuerzas opositoras (en un gesto infrecuente en los últimos tiempos), y al mismo tiempo un inmenso desafío de gestión para poner en línea a la empresa con los objetivos estratégicos del país, algo que por supuesto no era esperable bajo la conducción de Repsol.

A ocho meses del anuncio de Cristina, y a siete de que la expropiación de la mayoría del paquete accionario se convirtiera en ley, la gestión comandada por Miguel Galluccio comienza a mostrar resultados concretos; aunque por supuesto que las metas globales de una decisión de tamaña envergadura se verán en el mediano plazo: es curioso que los cultores de la visión a largo plazo, que acusan al gobierno de improvisar, reclamen que YPF conducida por el Estado revierta el desastre que hicieron los españoles de Repsol en más de una década, en apenas unos meses.

O no tan curioso, porque la histórica decisión de Cristina de recuperar el control de la petrolera disparó a flor de editoriales ese discurso liberal noventista como pocas cosas pudieron hacerlo; y los agoreros de siempre apostaron (y apostarán) al fracaso de la gestión estatal, para desacreditar al Estado mismo.   

Sin embargo la conducción de Galluccio logró revertir el declino de la producción de petróleo que venía siendo la constante en los últimos años bajo el mando de Repsol, aumentar sustancialmente las inversiones en la explotación de nuevos pozos con recursos propios de la empresa (para lo cual redujo la distribución de dividendos entre los accionistas, otra práctica frecuente del grupo español), e incrementó la capacidad de refinación y producción de combustibles para abastecer la demanda interna: desaparecieron los faltantes del producto en las estaciones de YPF en todo el país, y mucha gente debe creer que es porque de golpe empezó a llover nafta.   

Además de eso, la empresa canceló una buena parte de la deuda corporativa heredada de la gestión anterior o la reestructuró con el acuerdo de sus acreedores; lo que le permitió mejorar su perfil financiero para salir a colocar deuda en el mercado en condiciones ventajosas; entre los grandes inversores y los pequeños: el bono minorista lanzado hace poco cuya colocación venció ayer fue todo un éxito, porque constituye una alternativa atractiva para los ahorristas, y porque demuestra que existe en el público confianza en el futuro de la petrolera recuperada por el Estado, más allá de los agoreros.

El Estado nacional aportó lo suyo, al mejorar los precios del gas en boca de pozo, lo que permitirá seguramente que YPF incremente la producción también en ese rubro; y la conducción de la empresa está realizando inversiones para recuperar activos perdidos en el desguace de los tiempos menemistas: luego de hacer uso de la opción para quedarse con el control de Metrogs, está pujando con otras petroleras para adquirir los activos de los que se desprenderá en el país Petrobras; entre ellos la estratégica refinería de Bahía Blanca.

Y finalmente explora y concreta asociaciones estratégicas con otras petroleras para la explotación de los yacimientos de petróleo y gas no convencional, en especial las áreas que tiene asignadas por Neuquén en Vaca Muerta; que pueden hacer un aporte decisivo para revertir la dependencia del país de la importación de combustibles. 

No es poco para apenas siete meses de gestión, en el medio de constantes campañas mediáticas que cuestionaban la decisión de Cristina de haber expropiado el 51 % de las acciones de YPF (en realidad lo que cuestionan es la ingerencia del Estado en la economía); y en las que nos contaban todas las semanas que Galluccio renunciaba.

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