domingo, 3 de marzo de 2013

IDEAS


"Tratemos de utilizar políticamente el reclamo de las víctimas de la tragedia de Once, y la gente votará a Pino Solanas."

"Intentemos hacer lo mismo con la causa del atentado a la Amia, y así le sumamos votos a Macri."

"Protestemos contra el cepo cambiario así los que quieren comprar dólares lo empiezan a mirar con simpatía a Altamira."

"Alertemos sobre el peligro de la hiperinflación y el riesgo cierto de que se produzca otro "Rodrigazo", así inmediatamente los argentinos empezarán a ver a los radicales como una alternativa." 

"Asustemos con los reclamos de los fondos buitres y otro probable defáult de la deuda externa, y todos empezarán a ver a Binner como el candidato natural a gobernar el país."

"Fogoneemos los juicios de los jubilados contra la ANSES para que le reajusten los haberes o cobrar el 82 % móvil, y estaremos arrimándole apoyos a Patricia Bullrich." 

Cualquiera de esas frases parece -a poco que se la analice- un absurdo, un disparate, pero lo cierto es que (en esos términos, o en otros parecidos, invirtiendo los protagonistas) subyacen en el modo como los medios hegemónicos (que expresan la verdadera oposición al gobierno)     esperan capitalizar cada hecho conflictivo (si es real mejor, de lo contrario se lo inventa o magnifica) para erosionar al kirchnerismo.   

Aunque la verdadera idea que subyace es "que algo haga que explote todo y el kirchnerismo vuele por los aires, sin importar lo que quede después o quien agarre el quilombo"; sobre todo en el caso de aquéllos que tienen mucho para ganar en un escenario de convulsión institucional, como Clarín; que ha medrado con todas las crisis argentinas, obteniendo en cada una de ellas negocios y beneficios concretos.

Cualquier parecido con los postulados del trotskismo y su teoría del estallido social inminente (pero siempre postergado) es sólo casual, máxime porque en el caso de los seguidores de Altamira se trata de una convicción ideológica (resistente a toda prueba en contrario, proveniente de la realidad), y no de asuntos de negocios.

Sin embargo, lo paradójico del caso es que, en esa misma lógica, parece atrapada el resto de la oposición al kirchnerismo: desde su fragmentación cada vez mayor (que los jibariza a todos, convirtiéndolos de a uno en irrelevancias electorales, en términos de poder gobernar algún día el país), se aferran con desesperación a hechos como los mencionados al inicio del post.

Hechos que, con todo y su relevancia, -dispar según los casos- no son más que fragmentos de la realidad; pero alimentan en la oposición al menos dos esperanzas: que alguno de ellos sea el catalizador definitivo de la implosión del kirchnerismo, o el generador de ese sujeto social que ansían representar.

Y si algo demostraron los cacerolazos del año pasado, es que hay sujetos sociales carentes de representación política, que decididamente no comulgan con el kirchnerismo, pero que a su vez se niegan a sentirse representados por la oposición.

El tema es bastante complejo, pero por mayor influencia que tengan los medios en la vida cotidiana de la gente (y por ende también en sus opciones políticas), y por mucho que puedan haber cambiado las formas de hacer política (no tanto como pareciera a veces), lo cierto es que en la democracia representativa los roles institucionales de cada actor ( ser oficialismo u oposición) se siguen dirimiendo en las elecciones; y en esa instancia, la mayor parte de los ciudadanos sopesan un conjunto de factores a la hora de votar, más allá de uno u otro hecho concreto, por más espectacular y conmocionante que sea.

Por no decir que tienen un peso gravitante (casi decisivo) las preocupaciones materiales concretas compartidas por la mayoría de los electores y sus familias: el empleo, los salarios, la inflación, las jubilaciones, la vivienda.

No se trata de sobredeterminar la importancia de los factores económicos al punto de desconsiderar la incidencia de cualquier otro distinto en las opciones del electorado; sino de apuntar que hacen a un conjunto de condiciones estructurales que determinan el contexto en el que se vota; para bien o para mal del que gobierna, y de los que aspiran a sucederlo desde la oposición.

Además de la confiabilidad que despierten o no en el electorado las estructuras y liderazgos políticos en disputa electoral, en cuanto a su mayor o menor capacidad para lidiar con esos problemas y resolverlos, o para garantizar determinados avances si se produjeron.

Esta sencilla constatación, que parece casi una perogrullada, es la que no termina de digerir y procesar en términos políticamente inteligentes el variado conglomerado opositor al kirchnerismo tras 10 años de permanencia de esa fuerza en el poder; lo que ciertamente marca una tendencia que no parece tener de visos de modificarse en lo inmediato.

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